Henos aquí: judíos combatiendo al nazismo
ESPECIAL YOM HASHOÁ VEHAGVURÁ – De repente, sin que los augures supieran leer los signos evidentes que los cielos les enviaban, el continente de la luz, la cuna de las ideas libertarias, el terreno abonado para florecer se marchitó, las tinieblas se apoderaron del futuro y los hogares se transformaron en jaulas. Las plagas se cebaron en los fieles. Fueran cuales fueran sus actos, no valían: su ser, su estar, el pasado y el presente les condenaban por el hecho de existir. Era la hecatombe, la debacle, el diluvio que sumergió la razón, la tempestad que arrasó los refugios, el estampido de la barbarie uniformada, la lengua del inframundo, el todo quemado, el holocausto. ¿Quién lo vio?, ¿quién pudo creer lo que sus ojos contaban?
¿Quién elevó sus despojos hacia la dignidad? ¿Quién retiró su mejilla después de descarnarse la otra? ¿Quién se movió en la noche buscando un nuevo sol? ¿Quién renunció a ser víctima, quién golpeó con el espejo del terror la faz del encumbrado sobre los dóciles? Alguien dijo no a morir como corderos. Alguien dijo basta. Alguien dejó de ser para seguir siendo, para que otros sigan siendo, estando, existiendo, creciendo, aprendiendo el mundo, llenando sus ojos de miradas. Para que alguien recuerde y haga recordar los recuerdos de otros. Para ellos
Capítulo 1: El final del futuro
20 de enero de 1942, Wannsee, cerca de Berlín. En hora y media 15 altos oficiales y líderes del gobierno alemán despachan las líneas maestras logísticas para la “Solución Final”, nombre en clave para el asesinato en masa, deliberado y planificado, de todos los judíos europeos. El objetivo: exterminar unos 11 millones de “piezas” (en la nomenclatura nazi) de más de veinte países.
Meses antes, los Einsatzgruppen, unidades especiales formadas por personal de las SS (la guardia de élite del estado nazi) y personal de la policía, aniquilaron cientos de miles de judíos en fusilamientos masivos en el territorio ocupado de la Unión Soviética. Semanas antes en Chelmno, Polonia, las SS y la policía usaron camionetas cerradas en las que introducían monóxido de carbono para asfixiar a sus víctimas. Pero había que idear un método más eficaz: campos de exterminio, fábricas de muerte a gran escala. En sólo un año en ellos se aniquilaron cerca de cuatro millones de judíos. Y seguirían haciéndolo mientras el mundo miraba hacia otro lado, hasta que la entrada de los soldados aliados en los propios campos les obligara a ser testigos directos del horror.
El premio Nobel de la Paz y superviviente del Holocausto Elie Wiesel escribió:
Aunque no todas las víctimas eran judíos, todos los judíos eran víctimas. Los judíos estaban destinados a su eliminación por el solo hecho de haber nacido judíos. Estaban condenados no por haber hecho, proclamado o adquirido algo, sino por ser quienes eran, hijos e hijas de judíos, y por ello fueron sentenciados a muerte colectiva e individualmente.
Enero de 1933: Alemania se enfrenta a una gravísima crisis política y económica. El sistema multipartidista del país había otorgado meses antes, con una mayoría de sólo el 33% de los votos, el liderazgo al Partido de los Trabajadores Alemanes, la derecha nacionalsocialista o nazi, dirigida por Adolf Hitler. El anciano presidente von Hindenburg se ve obligado a nombrarle canciller, el más alto cargo ejecutivo. Nada más hacerse cargo, invoca cláusulas de emergencia para la suspensión de las libertades individuales de prensa, expresión y asamblea. Las fuerzas especiales de seguridad -la Gestapo, las SA y las SS- asesinan o arrestan a los líderes de la oposición. Libre de obstáculos, el congreso alemán otorga a Hitler poderes dictatoriales.
Pero no se trata de un simple golpe de Estado, sino del ascenso al poder de una ideología racista que ve en los judíos, los gitanos y los disminuidos una seria amenaza biológica a la pureza de la raza “aria alemana”. Eran ellos, decían, los culpables de la depresión económica alemana y el fracaso del país en la Primera Guerra Mundial.
Nuevas leyes obligan a los judíos a dejar sus trabajos como funcionarios, sus puestos en las universidades, tribunales y otras áreas de la vida pública. Se boicotean sus negocios. Se dictan nuevas leyes que definen a los judíos no por su religión u otro modo de identidad, sino por la filiación religiosa de sus abuelos. Tan absurdo es todo, tanta locura se desata, siendo Hitler él mismo nieto de un judío que no quiso reconocer la paternidad de su madre. Ya no se les permite asistir a las escuelas públicas, ir a teatros, cines o zonas de vacaciones, residir e incluso caminar en algunas zonas de las ciudades alemanas. Se confiscan sus negocios o se les obliga a venderlos por precios irrisorios. El expolio y la connivencia de los estados europeos permiten un rearme a gran escala del ejército, que viola flagrantemente lo acordado. El mundo observa con curiosidad y, en muchos casos con envidia, a quien no tiene reparos en llevar a la práctica unas medidas anti-judías que admiran, en cumplir lo que prometía en el libelo ensayístico de “Mein Kampf (mi lucha)”. Otros creen que los resultados (como la tecnología y capacidad de organización expuestos en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936) justifican la ausencia de elegancia en los medios.
Los odios y miedos atávicos del mundo encuentran en él a un firme conductor, a un Fuhrer, en el camino para acabar también con otros “errores” de la naturaleza (gitanos, negros, homosexuales, disminuidos psíquicos, enfermos terminales) y del pensamiento (testigos de Jehová, sindicalistas, comunistas, liberales). Para muchos es el salvador de la civilización occidental y el capitalismo contra el comunismo bolchevique.
Se les reprocha a los alemanes por haber creado el antisemitismo, la lucha contra los judíos, y se les acusa de ser un pueblo bárbaro. Quien dice esto no dice la verdad. Hace miles de años, gente no judía era forzada a defenderse de los intrusos judíos. Si esta lucha no ha terminado todavía, la culpa es de los judíos, que viven de la explotación de los no judíos y dejan que se diga que han sido elegidos para ser amos del mundo. La paz entre los pueblos sólo será posible en este mundo cuando los que se benefician con la guerra no puedan ya incitar a los pueblos de la tierra a hacerse la guerra el uno al otro. Sin solución para el problema judío no hay solución para el problema de la humanidad.
Julius Streicher, editor del diario “Der Stuermer (el atacante)” en un discurso de 1935.
Los que pudieron huyeron con lo puesto a los Estados Unidos, Palestina, cualquier lugar de Europa (donde más tarde se verían atrapados por las conquistas nazis durante la guerra), América Latina o la Shangai ocupada por los japoneses (que no requería visa de entrada). Los judíos que quedaron bajo los nazis no estaban dispuestos a dejar sus raíces o no pudieron obtener visas, patrocinadores en países dispuestos a hospedarles o fondos para emigrar. La mayoría de los países incluyendo los Estados Unidos, Canadá y Francia no querían recibir un gran numero de refugiados.
Tampoco dentro nadie osó rechistar. El que no se alegraba era un traidor y como tal prontamente era enviado a trabajar como esclavo para la Volkswagen o la Opel, si no moría torturado por la Gestapo.
La canción de los tiempos
Los indefensos mueren en silencio y todo el mundo calla
Es una generación maligna y éstos son tiempos del Mal.
Nubarrones negros corren sobre valles y montes,
Aquí un Hamán, allí un Faraón, tornando, como entonces, todo a peor.
Traidores aún entre los nuestros Incendian el mundo
Gente marchita como hojas secas, como paja en el campo.
No te encierres en una esquina con tu propio dolor.
Mientras siga viva una diminuta llama la luz puede volver a brillar.
Porque si la muerte ha de venir, será mejor morir como héroes
¿Deberíamos estirar el pescuezo para acercarlo al cuchillo?
No, ya nunca más.
1 de septiembre de 1939. Después de anexionar Austria (una campaña militar que algunos gobiernos consideraban asunto interno alemán), y de la firma de vergonzantes pactos con Inglaterra y Francia para la entrega de Checoslovaquia, Alemania invade Polonia, con la complicidad de la Unión Soviética. Empieza la Segunda Guerra Mundial. El ejército polaco es vencido en pocas semanas y los nazis empiezan una campaña para destrozar la cultura polaca y esclavizar a la población eslava, también considerada “infrahumana”.
Masacran a profesores universitarios, artistas, escritores, políticos y sacerdotes católicos. Otros, incluyendo muchos judíos, son encerrados en campos de concentración. Secuestran 50.000 niños de “aspecto ario” para ser adoptados por familias alemanas, aunque muchos de ellos, incapaces de “germanizarse”, acaban en campos especiales donde mueren de inanición, inyecciones letales y enfermedades.
Yo veía una cosa. Yo voy a hablar de mi estudio. No veía ningún futuro. No veía ningún futuro a raíz de esto que sabía que el día que termine – faltaba un año cuando estalló la guerra – el día que termine yo no tengo acceso a nada, ni a la universidad, ni a ningún puesto, a nada, a nada en absoluto. La única vía que me queda es irme, emigrar. Y emigrar solo, sin medios – porque yo no tenía medios. Sin medios era difícil. Así que no había ningún futuro para mi, en absoluto. Éramos un elemento, un sector de población que era discriminado de forma total.
Israel C., nacido en Falenica, Polonia, en 1920 y radicado en Argentina.
Para los judíos de Alemania y Austria ya era tarde, pero fue en Bélgica donde, en 1939, nace el primer grupo de resistencia judía del que se tenga noticia, Solidarité, que acogía y protegía a los refugiados. Justo a tiempo, ya que no pasaría un año antes que los nazis ocuparan el país.
Judíos, levantaos y luchad
Demasiado tiempo hemos estado oprimidos
No seremos esclavos, exigiremos nuestros derechos
Y nunca, nunca, olvidaremos.
Hace demasiado ya que hemos sido esclavizados, rechazados, oprimidos, Debemos romper las cadenas que nos atan.
Nuestra sangre ha sido derramada como la de los héroes
¿Quién dice que nuestro destino está perdido?
Todos dicen que los judíos somos cobardes
Demostrémosles que no es verdad.
Marcharemos para combatir las tinieblas,
Para que nuestro mañana sea brillante.
No es este tiempo de bailar y cantar
Ni es ahora el momento de reír
Aquellos de vosotros que seáis jóvenes, levantaos, saltad y corred,
Seguro que ello hará que todo mejore antes.
Sin miedo, con valentía, marchemos con la vista al frente
En el ghetto ya no hay nada que hacer
Luchemos en la batalla y venceremos a su poder
Que la sangre de nuestro enemigo fluya.
Y aunque sus fuerzas sean superiores a las nuestras,
Y nada pueda ayudar, y todo sea inútil,
Piensa lo que quieras, que nuestra causa está perdida,
Pero deja que muramos como héroes, combatiendo.
Capítulo 2: De la desesperanza a la resistencia
Nunca digas que esta senda es la final
Cuando el cielo plomizo quiera ocultar días azules
Nuestra hora tan ansiada se acerca
Nuestro marchar proclamará: estamos aquí.
Desde verde palmerales hasta tierras cubiertas de nieve
Llegamos con nuestro dolor, con nuestro pesar
Y allí donde nuestra sangre fuera derramada
Surgirán nuestro coraje y valor.
El sol mañana nuevamente brillará
y la noche oscura se desvanecerá con nuestro verdugo
Si demorara en asomar al alba el sol
Sea consigna para siempre esta canción.
Escrito fue con sangre, que no con plomo este cantar
No es un dulce canto de ave en libertad
Sino de un pueblo que entre paredes que se derrumban
con las armas en la mano lo cantó.
La reacción de los judíos a las humillaciones y asesinatos de los nazis en Alemania y en los países ocupados por ella durante la Segunda Guerra Mundial adquirió múltiples formas. Muchos optaron por la sumisión como una estrategia que les ofrecía la esperanza de que algunos lograsen escapar a la masacre, vivir más tiempo, morir con cierta serenidad y no en una acción desesperada, y tener un sepulcro, aunque sea colectivo y anónimo, una fosa común cavada por ellos mismos. La insumisión, por el contrario, entrañaba el terrible riesgo de la destrucción total del pueblo judío, aunque la ventaja de no regalar la vida (en contra del mandamiento divino de conservarla), una muerte digna en combate. También hubo una resistencia pasiva, como la protagonizada por el rabí Kanal de Varsovia que se negó en 1942 a subir al tren que le conduciría a Treblinka.
La resistencia física de los partisanos hacía daño a los nazis. La espiritual no les afectaba directamente, pero resultaba importante para los judíos, ya que el principal objetivo de Hitler era la humillación, ocasionar la pérdida de dignidad y respeto por uno mismo entre los judíos. Por ello, incluso en las terribles condiciones de los ghettos y campos se intentaba rezar, enseñar a los niños a leer hebreo, tocar música, pintar o escribir poemas, las únicas armas de que disponían para ganarle el pulso a la locura totalitarista y recordar su propia condición humana.
La deshumanización nazi fue de tal bajeza moral que no sólo ideó una mecánica monumental y sin precedentes para el genocidio, sino que, en paralelo, desplegó una meticulosa campaña de desinformación para convencer a las futuras víctimas de que se les iba a enviar a campos de trabajo, nunca de exterminio, como el letrero de “El trabajo nos libera” (Arbeit macht Frei) que irónicamente daba la bienvenida a los condenados a morir gaseados e incinerados en Auschwitz.
A pesar de estas condiciones, unos 30 mil judíos consiguieron escapar de los ghettos y campos para formar o unirse a grupos de resistencia armada, jóvenes muchachos y muchachas que lucharon contra los nazis en combate desigual. A diferencia de los partisanos no judíos, que contaban con el apoyo de sus paisanos para encontrar seguridad y refugio, los judíos no tenían dónde ir y debían moverse al amparo de las sombras en los bosques aledaños a ciudades y aldeas.
Tú, judío partisano
Desde las paredes de la prisión del ghetto hasta la libertad de los bosques
En lugar de cadenas alrededor de mis manos llevo un rifle nuevo
En nuestras rondas, éste, mi amigo, abraza mi cuello y hombro
A partir de hoy estaremos unidos como uno solo.
De momento somos pocos, mas destacamos como si fuéramos millones
Nos hacemos sentir en montañas y valles, convoyes, columnas, puentes
Los fascistas tiemblan en sus botas, no pueden adivinar de donde llegaremos
Cargamos contra ellos desde fuera y de ninguna parte, judíos partisanos.
Llevamos la palabra venganza escrita en nuestra sangre
Lucharemos hasta el fin para que llegue nuestro día sagrado
No queremos ser el último de los mohicanos
Sino traer la luz a la noche, tú, judío partisano.
La semilla del amor propio empezó a brotar. En Alemania el joven comunista Herbert Baum creó en 1940 un grupo de resistencia judía donde se congregaron militantes comunistas, socialistas y sionistas. En mayo de 1942 incendiaron la imprenta de propaganda nazi de Berlín. Sólo quedaron dos supervivientes. El judío berlinés Werner Scharff consiguió huir de Théresienstadt y creó un grupo de resistentes formado por judíos y no judíos, que fue capturado y masacrado. Por su parte, los judíos holandeses crearon grupos de salvamento y participaron en combates, uniéndose como “grupo holandés” a la OJC (Organisation Juive de Combat) francesa.
En Bélgica, los judíos (sionistas, comunistas, del Bund) se integraron en el Frente de Independencia, llegando a formar brigadas propias, que actuaron, principalmente, en labores de rescate, ocultando 4 mil niños y mayores, pagando incluso por su manutención a quienes les escondían. Pero también ofrecieron una resistencia activa, como en el descarrilamiento del convoy de condenados a la masacre que partía del campo de Mechelen rumbo al de Auschwitz el 19 de abril de 1943.
Amigo, ¿oyes el vuelo de los cuervos sobre nuestros valles?
Amigo, ¿oyes los gritos sordos de los países encadenados?
Arriba partisanos, obreros y paisanos, la alarma ha sonado
Esta noche el enemigo conocerá el precio de la sangre y las lágrimas.
Salid de la mina, bajad las colinas, camaradas,
Tomad los fusiles,, la munición, las granadas,
Arriba los matadores, con balas y cuchillos que maten rápidamente
Arriba los saboteadores, tened cuidado con vuestra carga de dinamita
Somos los que vuelan los barrotes de las celdas para nuestros hermanos.
El odio nos persigue, el hambre y la miseria nos conducen
Hay países en los que la gente duerme en camas y sueña
Aquí, como ves, caminamos, matamos y morimos
Aquí cada uno sabe lo que quiere, lo que hacer cuando muera.
Amigo, si caes, otro amigo vendrá de las sombras a ocupar tu lugar
Mañana el sol secará la negra sangre de las carreteras
Cantemos, compañeros, en la noche, que la libertad nos escucha.
Este “Canto de los partisanos” fue escrito por Joseph Kessel, un judío ashkenazí nacido en Argentina en 1898, que recorrió el mundo como periodista, cubriendo, entre otras, la Guerra Civil española, fijando su residencia en París. Se unió a la resistencia en 1941 y a finales del año siguiente cruzó junto con su sobrino Maurice Druon la frontera española para unirse en Londres a las fuerzas de liberación. Juntos escribieron este poema al que pone música y voz la rusa Anna Marly (Betoulinsky), y que, acabada la guerra, se convierte en una segunda Marsellesa, en el himno no oficial de Francia.
El 10 de julio de 1940 Francia había capitulado ante la ofensiva nazi, que coloca al frente del país galo a un gobierno colaboracionista liderado por Pétain con capital en Vichy. El sur del país resiste, pero los judíos de la zona norte son deportados, mientras muchos se unen al llamamiento de De Gaulle para la constitución de un ejército en el exilio, entre ellos René Cassin, Raymond Aron, Jacques Bingen, Pierre Dac, el general Boris, Maurice Schumann, Jean Pierre Bloch, Pierre Mendès-France, Albert Cohen, etc. Otros optan por una resistencia armada: es el caso de los judíos comunistas del M.O.I. y de la A.J. (Armée Juive), que nace en Toulouse en octubre de 1940 a instancias de Abraham Polonski y Aaron-Lucien Lublin. Pero no sería hacia 1942 cuando estos grupos de resistencia activa definirían sus objetivos. El E.I.F. (Eclaireurs israélites de France) se especializaría en la falsificación de documentos y el traslado de refugiados a España y Suiza, como vías de escape a América y a la brigada palestina del ejército británico. Los miembros de la A.J. (Armée Juive) participaron como maquis y en operaciones de sabotaje, uniéndose a las fuerzas aliadas. Por ejemplo, el pelotón Trumpeldor (o maquis azul y blanco) contaba con 800 combatientes judíos a cargo del lugarteniente Leblond. El E.I.F. también se uniría a los maquis en 1943, aunque al principio no llegaron a constituir un pelotón judío autónomo, algo que sí harían en 1944 (formando la compañía Marc Haguenau), bajo el mando de Pierre Dunoyer de Segonzac. Ambos grupos participarían en numerosos combates. Los judíos comunistas del M.O.I., por su parte, se ocuparon de difundir la información sobre campos de exterminio, y realizar atentados y propaganda antinazi. Entre ellos destacaron Marcel Langer (guillotinado el 23 de julio de 1943).
Para conseguir un visado de Estados Unidos tenías que demostrar que eras capaz de mantenerte por tus propios medios y que no ibas a vivir de los servicios públicos ni ser una carga para nadie, que gozabas de buena salud, etc. Y después de todo ello, si te lo concedían, disponías únicamente de 90 días para llegar a tierras de Estados Unidos. Mi padre se dio cuenta de que el tiempo pasaba y de que no había manera de que su familia llegase a los Estados Unidos en dicho plazo. Treinta días antes de la expiración del visado, pidió a Washington una extensión del mismo. Por entonces no había vuelos comerciales transatlánticos, hablamos de 1941. El océano era patrullado por submarinos. De todos modos, esperamos la respuesta y llegó: Washington dijo no, nos negó la extensión del visado, Así que no es gracias al Tío Sam que hoy día estoy sentada aquí. Mi padre intentó toda vía posible. Fue a varios consulados latinoamericanos en Francia en Niza, y finalmente dio con un consulado cubano que lo escuchó, aceptó dinero, y le dio visados para Cuba”.
Hessy Levinson Taft nació en Berlín en 1934. Antes de la guerra, su familia huyó a Francia. En 1940 pasaron a la zona libre, en sur del país. En 1942 pudo emigrar junto a su familia a Cuba, desde donde pasó a los Estados Unidos, donde reside, en 1949.
Otras organizaciones judeo-francesas de la resistencia fueron Solidarité, la Unión de mujeres judías, la Intersindical judía (C.G.T.) -reagrupada en 1943 dentro de l’Union des Juifs pour la résistance et l’entraide U.J.R.E.-, el Comité Amelot, la Organización judía de combate O.J.C., la Unión de la juventud judía, las compañías Marcel Langer y Carmagnole-Liberté, y la Milicia patriótica judía. Hacia 1943, en conjunto, estos grupos llegaron a realizar unas 15 actuaciones mensuales. En 1944, unidades de la OJC participaron en la liberación de París, Lyon, Toulouse, Grenoble y Niza, aunque su mayor éxito fue la captura de un tren lleno de soldados, alimentos, armas y munición de los alemanes, ante los cuales exhibían triunfantes y orgullosos sus distintivos militares judíos.
En Italia el profesor Eugénio Colorni dirigió el Comité militar del Partido Socialista, mientras el joven Eugénio Curiel organizó el Frente de juventudes, y Mario Jacchia estuvo al frente de los partisanos de la zona de la Emilia. Se calcula que, de los 35 mil judíos italianos entonces, dos mil pelearon en las filas de los grupos de resistencia armada. Como Rita Rosani, una joven maestra de escuela de Trieste, única mujer galardonada con la medalla de oro militar a título póstumo. En la primavera de 1944 el comandante judío de los partisanos, Vito Volterra, atacó el campo de concentración de Servigliano liberando a los prisioneros. Fue la única vez en toda la guerra que las fuerzas aliadas intervinieron directamente, mediante apoyo aéreo, para evitar la deportación de judíos.
En Grecia, a pesar de las deportaciones masivas de Atenas, Salónica y Rodas de 1941, los restantes judíos, de ascendencia mayoritariamente sefaradita, en un número superior al millar de combatientes, participaron en grupos de partisanos especializados en operaciones de sabotaje, como el Frente de liberación nacional o el Ejército de liberación popular. Entre ellos destacaron Leon Idas o Jacques Costis, miembro de un comando de sabotaje submarino que hizo volar varios buques de aprovisionamiento para las tropas de Rommel en África, o el comandante partisano Marcos Carasso, que destruyó un batallón de las SS en las montañas cerca de Larissa.
En Bulgaria, por su parte, los judíos contaban con el apoyo tanto de la población como de las autoridades para evitar su deportación. Entre los combatientes más destacados figuran Violetta Yacova, Leon Tadzher, quien en octubre de 1941 hizo volar los depósitos de combustible de los nazis en Rusé, sobre el Danubio; o Menahem Papo, Mati Rubenov o Yosef Talvi.
En el movimiento partisano yugoslavo participaron 4.572 judíos, tres mil de ellos en unidades de combate, de los cuales 1.318 perecieron en acciones de guerra, 150 fueron condecorados y una decena declarados Héroes nacionales. Dos organizaciones sionistas, « Hashomer Hatzaïr» de Belgrado y «Matadja» de Sarajevo fueron las más activas. Algunos de estos judíos, mayoritariamente sefaraditas, alcanzaron altos rangos de oficiales, como el general Voja Todorovic, el comandante del cuerpo médico Dr. Herbert Kraus, la Dra. Rosa Papo, primera mujer general del ejército yugoslavo, o Moshe Pijade, mano derecha de Tito.
La tristeza no es buena en nuestras caras, nos tortura, remuerde y aprisiona
¿Llorar? Que llore el enemigo, nosotros, amigos debemos reír.
En esta cruel y sangrienta batalla, en la brillante luz de nuestro esfuerzo
En la que la bala no conoce su destino, que la risa eleve el alma.
Oíd como el viejo mundo se desmorona y hace añicos, y sobre él desciende la noche
Riamos ahora, que la risa nos ayudará a luchar.
Capítulo 3: La guarida del partisano
Allí, al borde del bosque hay un viejo árbol,
sus hojas susurran suavemente pero apenas puede oírseles.
Murmuran contando la historia de un héroe, de cómo murió,
cuando las balas llovieron sobre él, sobre el boque y el campo.
Allí, cerca del árbol de ese bosque descansa un partisano
Como una corona cubierto por sus hojas caídas.
Allí yace, no puede ver ni oír, parece dormido
La brisa que sopla en el sauce suena como un niño.
Arrodillada a su lado, su vieja madre llora,
Sus antiguos ojos se llenan de dolor, su corazón está muerto y abrumado
“Fui yo quien te dio a luz, contigo he sido feliz,
pero ahora todo está perdido y la tumba te espera”.
“Mira cómo corren mis lágrimas, siente como se duele mi corazón,
ya no volveré a oír tu voz ni a verte más.
Tuviste un padre y también él fue un héroe
Ahora las hojas en el viento te arrullarán en el silencio del campo”.
La mayoría de los grupos partisanos se formaron en el Este de Europa después del fracaso del pacto entre Stalin e Hitler, y el inicio de la guerra entre Alemania y la Unión Soviética en junio de 1941. Muchos de los soldados soviéticos vencidos en las primeras batallas consiguieron escapar a los bosques y pantanos de Polonia y Ucrania, desde donde prosiguieron combatiendo con las fuerzas irregulares de la guerrilla partisana. Estas unidades tenían un elevado nivel de formación y organización, con capacidad para dinamitar puentes y entrar en combate, manteniendo una rígida disciplina militar. El régimen de Moscú les daba apoyo enviando mediante paracaídas provisiones, radios, armas y munición, mientras los británicos hacían lo propio con los grupos de resistencia armada de Grecia e Italia.
Los judíos que se unían a los grupos partisanos del este de Europa solían ocultar su judaísmo por temor al fuerte sentimiento antisemita que conocían de sus ahora camaradas de armas. Norman Salsitz, por ejemplo, llegó a utilizar hasta siete falsas identidades no judías mientras combatía a los nazis, pudiendo así salvar a decenas de correligionarios de una muerte segura.
Por entonces, ni siquiera los partisanos judíos sabían lo que estaba ocurriendo en los campos de exterminio nazis, aunque la mayoría había perdido parte o la totalidad de sus familias. Así, bien por venganza, bien por poner freno al avance alemán, muchos judíos, hombres y mujeres (un 10%) no dudaron en “echarse al monte” para combatir al enemigo fascista. Sus condiciones de vida eran infrahumanas, sometidos al embate de los elementos, con escasos víveres y medicamentos, que les obligaban a lavar y reutilizar los vendajes de otros heridos y enfermos.
La marcha de los partisanos
El camino es duro, está claro, la guerra no es divertida, no es ningún juego, un partisano debe dejar de lado su vida para combatir por la libertad.
Hey FPO; estamos aquí en la batalla, con coraje y valentía, la única meta del partisano es machacar al enemigo en la lucha por un estado obrero.
Nuestros brazos son fuertes y robustos, forjados de acero y plomo, Sólo pensando en ese día escapamos del ghetto. Mañana traeremos la libertad.
Por la sangre de nuestros hermanos y hermanas, sudamos cada uno en esta guerra, hasta el día en que la cabeza de Hitler adorne la lanza de los combatientes partisanos.
Los partisanos solían actuar de noche, al amparo de las sombras y con la ayuda de la población local. De no haber contado con este apoyo, los partisanos no judíos no hubieran podido sobrevivir a la guerra. Pero los grupos judíos lo tenían aún más difícil, ya que en algunas regiones el antisemitismo estaba tan arraigado en la población, que se veían obligados a robar lo que necesitaban a fin de sobrevivir y combatir al ejército ocupante. Incluso tuvieron que combatir por hacerse con algunos de los elementos vitales (sean medicinas, radios o armas) que los aliados mandaban por paracaídas.
En el bosque diez partisanos valían por centenares y, a pesar de la escasez de armas y munición, contaban con el conocimiento del terreno. Si bien algunos judíos empezaron a unirse a los partisanos en 1939, cuando la ocupación de Polonia, la mayoría eran fugitivos de los ghettos a partir de 1943, cuando comenzó su liquidación. Sin embargo el acercamiento a los grupos de guerrilleros no resultaba fácil siendo judío por el antisemitismo tan arraigado en la población, aunque hubo grupos, como la Guardia Popular o el AK que sí los aceptaban, siempre que consiguiesen por sus medios un arma para luchar. Muchos de ellos actuaban en unidades de comando y llegaron a ejercer de comandantes.
La noche silenciosa se llena de estrellas y la helada quema y hiere, ¿recuerdas cómo te enseñé a sostener un revolver en tus manos?
Una chica, un abrigo de cabra, una boina, y en su mano, firme, sujeta una pistola. Una chica con la cara suave como el terciopelo observa atentamente la caravana del enemigo.
Ella está lista, apunta y dispara, su pequeña arma da en el blanco, un camión cargado de munición se ha parado por efecto de su único disparo.
Al amanecer repta fuera del bosque, guirnaldas de hielo penden de su pelo, animada por su triunfo en la batalla, para la nación libre que está por llegar.
La protagonista de esta canción era una partisana. No se sabe con certeza cuántas de las chicas judías que se incorporaron a la guerrilla lo hicieron en calidad de combatientes, aunque sí que abundan en los relatos de los supervivientes y las fotos de la época. La primera baja del levantamiento del ghetto de Varsovia fue Emily Landau, de 17 años.
También se formaron unidades compuestas únicamente de judíos, como la ZOB (organización judía de combate). Muchos cayeron; no en vano el lema de una de dichas unidades judías era “si quieres seguir vivo, éste no es el lugar”. Los partisanos judíos de Polonia crearon bases y campamentos en los bosques, algunos “familiares” que acogían mujeres, niños y ancianos, y otros de combatientes que se trasladaban con mucha frecuencia. Un ejemplo del primer caso fue el grupo del belaruso Tuvia Bielski y sus hermanos, que al final de la guerra contaba con unas 1.200 personas, entre combatientes, mujeres y niños. Sólo en el bosque de Nalibocka, al este de Polonia, de los 20 mil partisanos que luchaban contra los alemanes, tres mil pertenecían a unidades de sólo judíos.
En Rusia se establecieron menos ghettos que en el resto de Europa, ya que muchos lograban escapar y sumarse a la guerrilla, como sucedió en Minsk (Belarús), de cuyo ghetto saldría más de un millar de partisanos judíos que formaron siete compañías de combate en los bosques de Slutsk y Koydanov. Se calcula que, sólo en Belarús y el oeste de Ucrania hubo entre 11 y 15 mil partisanos judíos, luchando no sólo contra los nazis, sino también evitando encontrarse con partisanos polacos, ucranianos o lituanos.
Amor partisano
Marian, cariño, hoy nos encontremos cerca de la artillería, pero antes de ir allí, córtate el cabello, ponte la chaqueta con los botones militares, da un beso y un abrazo, coge tu arma y ven.
Entre los cañones nos encontraremos, allí nos despediremos, bala a bala dispararemos y retumbaremos, rifle con rifle nos besaremos, entre los cañones, entre las armas.
Ponte en primera fila de nuestro ejército con tu par de ojos azules, corazón a corazón y fuego a fuego, con la alegría de nuestro amor y por el poder del pueblo.
Si me hallaras muerto en la nieve o cubierto de hierba en el prado, no dejes escapar un grito de dolor, sino toma otro amante del ejército partisano.
Esta canción nos permite traer a consideración el papel de las mujeres en la resistencia armada, un tema que sólo se ha empezado a estudiar con cierto rigor últimamente. En efecto, su número fue inferior al de varones combatientes, pero es que a las razones de su persecución por los nazis hay que agregar el peligro añadido de la violencia sexual machista, que desafortunadamente existió en ambos bandos. Así, al margen de profesionales como las enfermeras, muchos grupos partisanos no judíos aceptaban en sus filas sólo a las muchachas más favorecidas, que solían pasar a ser “compañeras sexuales” de los oficiales de alto rango.
También los judíos checoslovacos tuvieron que enfrentarse al doble enemigo de nazis y antisemitas entre los partisanos, aunque no dejaron de formar parte de esos grupos. La unidad judeo-checa más famosa fue la brigada Novaky, formada con escapados de dicho campo de concentración que lograron subsistir gracias a que en dicha zona los mineros y granjeros no simpatizaban con el gobierno colaboracionista. El 28 de agosto de 1943, la brigada tomó el control del campo y liberó a los prisioneros. 250 de ellos se les unieron. Al día siguiente, tras intensos tiroteos, tomaron dos aldeas con una fuerte presencia nazi. 166 de ellos fueron condecorados con la Orden del Levantamiento Eslovaco.
Mi mayor ambición no era seguir vivo o morir. A lo que temía era a si podría vivir sin temer a los alemanes.
Romi Cohn, nacido en Bratislava, Eslovaquia en 1929. En 1942 huyó a Hungría, pero en 1944 este país se alió al régimen nazi, volviendo a su patria con papeles falsos, donde se incorporó a la resistencia.
Entre los partisanos lituanos hubo 850 judíos, y otros 800 se enrolaron en otras guerrillas, llegando a constituir el 10% del total de los partisanos, y sufriendo 250 bajas. Entre sus misiones destacan los descarrilamientos, el dinamitado de vías férreas, puentes, fábricas, torres de agua y transformadores eléctricos, así como el corte de líneas de teléfono y telégrafo.
Resulta difícil valorar el impacto de los partisanos judíos en el curso de la guerra. Se estima que en el este de Europa solamente llegaron a ser entre 30 y 40 mil. Respecto a sus acciones, sólo en Lituania las unidades judías fueron responsables del 70% de los daños ferroviarios. A pesar de las duras condiciones, su tasa de supervivencia a la guerra, por ejemplo en la zona eslovaca, fue de un 85%, muy superior a la de quienes cooperaron con los nazis o aceptaron sumisamente su traslado a los campos (entre un 7 y un 8%).
En el momento que conseguíamos armas también adquiríamos, por así decirlo, poder. El poder de un arma habla todos los idiomas. No necesitas saber cómo expresarte bien. Si estás armado, lo tienes todo. Pero no abusamos de nuestro poder. Eso es lo mejor y estoy orgulloso de ello. No hicimos daño a inocentes. Intentamos sacar lo mejor de nosotros mismos. Es verdad que a veces morían inocentes por nuestra causa, pero estoy muy orgulloso de mí y de mi grupo, de la forma en que nos comportamos, en general, hacia las personas.
Frank Blaichman nació en Kamoinka, Polonia, en 1922. Cuando se enteró que los judíos de su aldea estaban por ser enviados a un ghetto cercano, se incorporó a los partisanos, consiguiendo luego formar parte de una unidad judía, responsable de la protección de 200 mujeres, niños y ancianos judíos que sobrevivían en el bosque.
Algún día, seguramente recordaremos a Hitler, allí donde en nuestro errar volvamos a encontrarnos, y no nos reconoceremos sólo a partir de libros, viejos partisanos, viejos luchadores, hermanos de tribu.
Recordaremos, no sólo a los de hoy, así como al enemigo, que nos cazaba y acosaba sin merced, de día y de noche.
A través del barro y la nieve, las columnas avanzan cantando, a grandes pasos, ayudándose de sus cantos.
Camarada, pásame un cigarrillo, una sola calada que me recuerde cómo es.
Capítulo 4: La insurgencia enjaulada
En mi escondite permanezco agachada y pienso en muchas cosas, estoy tan cansada que no puedo mantener los ojos abiertos, estoy totalmente sola y gimo entre sollozos, ¿dejaré alguna vez este sitio miserable?
Haced sonar, cuerdas llenas de dolor, una vieja melodía judía, hacedlo para mí,
Cantad cuerdas con todo el dolor y yo sobreviviré para ver un tiempo de paz.
Somos un pueblo reconocido por el poder de nuestro pensamiento, pero estamos tan hundidos en el sufrimiento que ya no tenemos fuerzas; hay gente que vive bien, mientras la sangre judía se derrama; oh Dios, ayúdanos en esta hora desesperada.
Antes de la guerra vivíamos en paz juntos, pero llegó Hitler y decidió matar a todos los judíos, nos quedamos callados entonces, al igual que el resto de las naciones, dime pues, cuál fue nuestro pecado.
Una vez tuve esperanzas y aspiraciones, todavía soy joven, quiero seguir viviendo, cuando era pequeña vivía con mi madre en nuestro hogar, hoy soy una fugitiva solitaria en el bosque.
La insurgencia se empezó a organizar en los ghettos judíos contra los planes de deportación de sus habitantes a los campos de concentración y exterminio. El levantamiento más importante fue el de Varsovia en abril de 1943, liderado por dos grupos: el ZOB y el ZZW. Pero no fue el único caso. Insurgencias similares tuvieron lugar en otras ciudades como Bedzin, Bialystok, Czestochowa, Kremenets, Lachwa, Minsk, Mir, Nesvizh, Tarnow, y ya ante una amenaza de liquidación total en Cracovia, Lodz, Lwow, Marcinkance, Pinsk, Sosnowiec y Vilnius.
La organización de lucha judía, ZOB por sus siglas en polaco, nació de la iniciativa de algunos movimientos juveniles sionistas (concretamente Hashomer Hatsair, Dror y Bnei Akiva) en 1942, a consecuencia de la deportación de unos 300 mil judíos del ghetto de Varsovia, la mayoría al campo de exterminio de Treblinka. Estos grupos tuvieron que enfrentarse, en reuniones secretas, a la negativa de los partidos políticos a actuar, bien por no enfurecer a los nazis, por no estar convencidos de la amenaza de las deportaciones, o por no contar con el apoyo de la resistencia polaca. Este joven ejército clandestino envió emisarios a la zona arianizada de Varsovia para conseguir armas y establecer conexiones con grupos de resistentes polacos como la AK, pero no lo consiguieron, entre otras razones, porque la AK recelaba de las inclinaciones prosoviéticas de los grupos sionistas. La ZOB hizo un llamamiento general a los judíos para que no se presentasen a los trenes de deportación y para que estuvieran dispuestos a tomar las armas y morir con dignidad. Uno de sus primeros actos fue disparar al jefe de la policía judía colaboracionista. Los nazis, por su parte, capturaron a varios líderes y casi consiguen desbaratar el grupo, pero pronto se unieron a él los de Gordonia y Noar Tzioni, y luego los socialistas del Bund, los comunistas y otros líderes de partidos políticos sionistas que acudieron a actuar bajo el liderazgo de Mordejai Anielewicz, antiguo dirigente de Hashomer Hatzair.
El otro grupo combatiente en el ghetto de Varsovia fue la ZZW, siglas en polaco de unión militar judía, formado por ex oficiales del antiguo ejército polaco. Su destacado papel en el levantamiento fue silenciado muchos años, dados sus estrechos lazos con la AK, de carácter tanto anti-nazi como anti-soviético.
La ZZW se formó ya en noviembre de 1939, inmediatamente después de la conquista alemana y soviética de Polonia. Entre sus fundadores destacaron el lugarteniente David Mordejai Apfelbaum y el capitán Henryk Iwański, contando con el apoyo del general Władysław Sikorski, primer ministro y comandante en jefe del gobierno polaco en el exilio. Aunque al principio estaba formado únicamente por ex soldados, con el tiempo admitieron a judíos de partidos de derecha como Betar, Hatzohar y a los revisionistas. Gracias a sus buenas relaciones con la AK, contaban con armas y munición.
Los judíos ofrecían resistencia en todas partes, empezando por el ghetto de Varsovia, antes del levantamiento, porque hubo una época de grupos llamados de desobediencia civil, que luego se convirtieron en ejércitos armados. Eso significaba que si las autoridades nos decían ponernos a un lado, nuestra obligación era quedarnos al otro, o hacer oídos sordos a que los judíos no podían ir por este u otro camino, ya que una vez en los camiones no se podía hacer nada.
Joseph Greenblatt nació en Varsovia en 1915, fue soldado del ejército polaco y de la AK, en la que ingresó, después de huir del levantamiento del ghetto, y en la que se hizo pasar por cristiano.
Los judíos sabían perfectamente que la insurgencia armada no detendría a los nazis y que sólo unos pocos conseguirían escapar y unirse a los partisanos.
El 18 de enero de 1943, los nazis comenzaron una nueva ola de deportaciones para acabar con los 40 mil judíos que aún quedaban en el ghetto de Varsovia. Anielewicz se presentó junto con otros combatientes y se enfrentaron a los nazis con pequeñas armas. Este acto pronto se conoció en todo el ghetto y después de cuatro días los alemanes sólo consiguieron capturar a unos 5 o 6 mil judíos. La deportación final comenzó la noche de la Pascua judía, el 19 de abril. Las resistencias habían aprovechado el tiempo para atrincherarse. Los nazis encontraron un feroz resistencia armada, pero comenzaron a incendiarlo todo. El 16 de mayo el ghetto había sido totalmente tomado y destruido. Algunos de los combatientes que consiguieron huir se unieron al año siguiente al levantamiento de Varsovia.
La noche no acabará y el día no amanecerá, la tierra es un gran globo sangrante, los judíos se levantan, como se iza una bandera de batalla en el valle de la muerte.
El ghetto en ruinas, los judíos al combate, avanzando entre el humo y el fuego, ¡venganza! –recorre un grito la noche-, ¡venganza por los niños, los padres y las madres!
La nieve cae incesantemente, pero la tierra no blanquea de tanta sangre que bulle, que pide venganza a través de la nieve y el hielo: la sangre de los héroes judíos asesinados.
No llegará el día –grita el judío-, ni la noche, en que podamos perdonaros. Los camaradas que han caído en combate seguirán por siempre vivos en nosotros.
Recordaremos su coraje y dolor, en nuestras almas arderán y brillarán, y grabados en nuestros corazones quedarán aquellas palabras escritas con sangre: vénguennos, vénguennos, vénguennos.
En el ghetto de Bialystok, por otra parte, surgió un grupo llamado AOB, siglas en polaco de organización militar anti-fascista, que lideró el levantamiento del ghetto en agosto de 1943, donde destacaron Mordejai Tanenbaum y Daniel Moszkowicz. Los que sobrevivieron fueron enviados a Treblinka, Majdanek y Auschwitz, entre ellos unos 1.200 niños. Los que consiguieron huir se unieron en los bosques a la AK.
En Lakhva las juventudes judías se unieron bajo el mando de Isaac Rochczyn de Betar. En el ghetto de Cracovia, la insurgencia fue liderada por el movimiento Akiva con la ayuda de la ZOB y la AK, pero no consiguieron organizar un alzamiento general antes de su liquidación.
El ghetto de Lodz se había convertido en una gigantesca ciudad de esclavos, trabajando en terribles condiciones para la maquinaria nazi, pero ello no frenó las deportaciones a los campos de la muerte, aunque sí la organización de una resistencia armada. De los 204 mil judíos que pasaron por el ghetto durante la guerra, sólo sobrevivieron unos 10 mil.
El ghetto de Marcinkance en polaco, Marcinkonys en la actual Lituania, fue escenario de una huida parcialmente exitosa de un 500 judíos, liderada por Aaron Kobrowski.
A principios de enero de 1942 se creaba en el ghetto de Vilnius la FPO, siglas en yidish de organización de partisanos unidos, Fareinikte Partisaner Organizatzie, cuyo lema era: “no dejaremos que nos lleven como bestias al matadero”. Sus líderes, Yitzhak Wittenberg, Josef Glazman y Abba Kovner, pertenecían a una extraña unión de sionistas socialistas, comunistas y conservadores de derecha. Pero fueron traicionados por el Judenrat, el comité de judíos colaboracionistas del ghetto, y tuvieron que proseguir su lucha fuera, como partisanos.
Incluso hubo revueltas en los campos de exterminio. El 2 de agosto de 1943 unos mil prisioneros de Treblinka se rebelaron con hachas, picos y otras armas improvisadas. De los 200 que consiguieron escapar, la mitad fueron capturados y asesinados. El 14 de octubre del mismo año, prisioneros de Sobibor mataron a once guardias de las SS e incendiaron el campo. De los 300 que lograron escapar, un centenar fue capturado y asesinado. Un año después los judíos que eran conducidos al crematorio IV de Auschwitz-Birkenau se rebelaron y fueron masacrados. Entre 1942 y 1943 también hubo motines en los campos de Kruszyna, Minsk-Mazowiecki y Janowska. Entre las fugas masivas de mayor éxito destaca la del campo de trabajo de Lublin.
Estábamos juntos y oímos hablar de un campo cerca de Lublin con prisioneros judíos, Yanishus Yubleski. Éramos ocho o diez muchachos: dos rusos y el resto, judíos. Íbamos a liberar el campo. Cuando oscureció, reptamos hacia el campo. Primero nos encontramos con un policía judío cerca de la puerta. Lo matamos y después a dos ucranianos. Supongo que el resto de ucranianos huyeron, entramos en el campo y liberamos a 600 judíos. Un día, mientras hablaba sobre mi experiencia en la Federación de Los Angeles y conté cómo liberamos el campo de Yanishus Yubleski, alguien del público se levantó y dijo: yo estuve en ese campo.
Ben Kamm nació en 1921 en Varsovia. Formó parte de un grupo de partisanos rusos al mando del general Fyodorov. Lideró el ataque al campo de trabajo de Janon Lubelski, cerca de Lublin.
La noche del 16 de julio de 1943, la Gestapo detuvo a Itzjak Wittenberg, comandante de los partisanos del ghetto de Vilnius. Varios partisanos consiguieron liberarle, pero al día siguiente la Gestapo planteó un ultimátum: o se le entregaba vivo o aniquilarían el ghetto. Aunque el comandante partisano sabía que de todos modos terminarían aniquilando el ghetto, no quiso causar fricciones entre los rebeldes y las gentes del ghetto y se entregó, muriendo torturado al día siguiente. Esta es la canción que le compuso Shmerke Kaczerginski.
Capítulo 5: Bajo distintas banderas
Antes de la Segunda Guerra Mundial había en Europa 9 millones y medio de judíos sobre una población total de casi 380 millones de habitantes, algo así como el 2,5%. En 1946, de un total europeo de 540 millones de habitantes, los judíos eran 3,6 millones, un 0,67%. De los 320 mil judíos franceses en 1939, 150 mil eran de origen extranjero, llegados principalmente durante la Primera Guerra Mundial, incitados por la miseria, el antisemitismo y el ascenso del nazismo, y representaban el 5% del total de extranjeros residentes en el país. Pero a partir de la crisis de Munich del 38 (con la cesión pasiva de Checoslovaquia a Hitler), estos inmigrantes judíos se pusieron a las órdenes de Francia, alistándose 40 mil de ellos como voluntarios. La mayoría, alemanes y austriacos de origen, fueron enviados a la Legión Extranjera en el norte de África, llegando a representar nada menos que el 50% de los soldados en los campos de entrenamiento de Valbonne y Barcarès. En regimientos de infantería hubo además más de 20 mil soldados que combatieron en 1940 en Líbano y Siria, y desde 1944 al final de la guerra, en los frentes de Italia y Alemania. Otro contingente respondería al llamamiento del general Sikorski y combatiría en Francia como parte del ejército polaco en el exilio.
En cuanto al ejército de la Francia Libre, liderado desde Londres, André Weil-Curiel señala que De Gaulle llegó a decir: “Esperaba a la Francia de las catedrales, y fue la Francia de las sinagogas la que llegó”. Según Henri Bulawko la cantidad de soldados judíos enrolados en los ejércitos aliados de occidente y este de Europa, junto con los miembros de las resistencias, partisanos y maquis que entraron en combate contra el nazismo puede estimarse en un millón y medio de personas. Si tomamos como base el dato de que a inicios de la Segunda Guerra Mundial el total de judíos en el mundo era de unos 18 millones repartidos por los cinco continentes, la cifra de participación es de cerca del 9%. Si descontamos los deportados a los campos, mujeres, niños y ancianos, así como los judíos establecidos en países que no se vieron involucrados (por ejemplo, la mayoría de Latinoamérica), comprobamos una movilización bélica que rondaría el 30 al 40%. Un ejército que actuó bajo diferentes banderas y cuyo peso en la contienda no ha sido suficientemente valorado. Es una página de la historia que aún está por escribirse y en la que, desde la humildad, queremos que este documento sonoro se convierta en una letra más.
Hacia un mañana mejor
En tiempos en que soplan ásperos vientos grises, cuando tormentas salvajes braman en el mundo, no sirve de nada derramar lágrimas calientes, ni ayuda decir que es culpa del destino.
Es un viento que empuja y arranca las ramas, viento que aúlla en los huesos, pero sólo nos inclinaremos para volver a erguirnos, ya que debemos seguir avanzando, siempre adelante.
Marchamos hacia un mañana mejor, nos movemos hacia un día que sea distinto, y aunque nuestra felicidad permanezca oculta, caminamos con firmeza por nuestro sendero.
En el horizonte lejano un nuevo mundo sonríe, y por arte de magia estalla en un florecer, creemos verdaderamente en este sueño mágico, sabemos que ocurrirá y pronto.
Mi nación, que ha dado al mundo tantos sabios pensadores, es también una nación que lucha por su libertad. La historia judía nos cuenta la gloriosa guerra de los judíos contra los romanos, antecesores de los actuales fascistas italianos. Bar Kojba fue un ejemplo brillante para muchos judíos. Estoy orgulloso de los miles y miles de judíos que luchan en el frente. Como general del Ejército Rojo e hijo del pueblo judío, prometo que no bajaré mis brazos hasta que el último de los fascistas haya desaparecido de la faz de la tierra.
Al inicio de la guerra, el general de división Yakov Grigoryevich Kreiser, autor de este discurso pronunciado ante el Comité Anti-Fascista Judío defendió durante 12 días, al frente de la Primera División de Infantería Motorizada, el camino de Minsk a Moscú frente a la segunda división blindada del general alemán Heinz Guderian, evitando la caída de la capital soviética. Por ello, el entonces joven coronel fue el primero de la contienda en ser condecorado con la estrella dorada como héroe de la Unión Soviética. A dicho galardón le seguirían luego cinco órdenes de Lenin, cuatro de la bandera roja, y otras más.
Sin embargo, menos de un año después, el Camarada Stalin escribía una carta a los soldados en el frente:
Algunos camaradas no entienden que el poder más importante de nuestro país es la gran nación rusa. Algunos camaradas de origen judío creen que esta guerra es para salvar a la nación judía. Estos judíos se equivocan. Luchamos en esta gran guerra patriótica para la salvación, libertad e independencia de nuestra patria, bajo el liderazgo del gran pueblo ruso.
Esta macabra nana habla de los horrores de la guerra y de la esperanza de que alguno de sus traumatizados supervivientes pueda algún día luchar a las órdenes del Ejército Rojo.
El Ejército Rojo contó en sus filas durante la contienda con nada menos que 501 mil soldados judíos (de ellos 167 mil oficiales, y 334 mil alistados). Hubo un mariscal judío, 276 generales y almirantes, 89 comandantes de división, 239 de regimiento, 7 de batallón, 42 en el frente, 18 al mando de submarinos, 5 frentes comandados por judíos. Al final de la guerra había 160.772 judíos condecorados, de ellos 149 como héroes de la URSS y 198 mil caídos en el frente o prisioneros de guerra.
Cuenta el historiador Arno Lustiger, superviviente de Auschwitz y Buchenwald, que en 1939 vivían en la Unión Soviética tres millones de judíos, constituyendo el sexto grupo étnico después de rusos, ucranianos, belarusos, uzbecos y tártaros. Un tercio de ellos cayó en manos alemanas en 1941. Además del medio millón de soldados, hubo unos 30 mil partisanos judíos que formaron parte del Ejército Rojo. Y eso después de superar las purgas estalinistas de entre 1937 y 1940, durante las cuales fueron eliminados unos 40 mil oficiales judíos, incluyendo 169 generales.
Por supuesto, también hubo soldados judíos en el ejército norteamericano. Entre los más destacados figuran los generales Maurice Rose, Julius Klein, Julius Ochs Adler, y Mark Wayne Clarck, los coroneles David Daniel “Mickey” Markus (que asesoró a Israel durante la Guerra de la Independencia) o Robert Rosenthal. En total, unos 550 mil judíos que lucharon en todos los frentes, de los cuales 11 mil murieron en combate, y 52 mil recibieron condecoraciones.
Entre 1943 y 1945, un grupo de judíos y judías de Palestina, voluntarios en el ejército británico, fueron arrojados en paracaídas sobre la Europa ocupada por los nazis, con la misión de organizar la resistencia y ayudar al rescate de personal de los Aliados. De los 250 voluntarios que se presentaron, 110 fueron entrenados, 32 saltaron en paracaídas y otros cinco se infiltraron por otras vías. La mayoría de ellos eran emigrados de Europa que conocían bien los países a los que se les enviaba. Tres de ellos se infiltraron en Hungría, cinco participaron en el levantamiento eslovaco de octubre de 1944 y otros seis operaron en el norte de Italia. Diez actuaron de enlace británico con los partisanos yugoslavos, nueve estuvieron en Rumania, dos en Bulgaria, uno en Austria y otro en Francia. Los alemanes capturaron a doce de ellos y ejecutaron a siete, entre ellos, tres de Eslovaquia, uno del norte de Italia y dos de Hungría. Entre estos últimos estaba Hannah Szenes, una poetisa de 23 años ejecutada el 7 de noviembre de 1944 en Budapest, autora de este “Eli, eli”.
Mi Dios, que no se acabe nunca la arena y el mar, el murmullo del agua, el relámpago en el cielo, la plegaria del hombre.
Los británicos, que desde 1920 ejercían el mandato de la Liga de Naciones sobre Palestina, se encontraron durante la Segunda Guerra Mundial con la oposición de los árabes a establecer una unidad de combate separada para los voluntarios judíos. Sin embargo, las necesidades bélicas les indujeron a permitir en septiembre de 1940 la creación de 15 batallones llamados palestinos. Estas unidades judías combatieron junto a los Aliados en Grecia en 1941: un centenar de ellos murieron en combate y otros 1.700 fueron capturados por los alemanes. El 6 de agosto de 1942 el ejército británico creó un regimiento palestino, formado por tres batallones judíos y uno árabe que combatió en Egipto y el norte de África contra el general Rommel.
Además de los judíos que se enrolaron como voluntarios palestinos, el ejército inglés contó durante la Segunda Guerra Mundial con unos 60 mil soldados y soldadas judías, de los 400 mil hebreos que se estima que había en las islas británicas entonces. A ellos hay que sumar otros cuatro mil refugiados judíos extranjeros que se alistaron en las compañías de pioneros extranjeros y que llegaron a combatir en unidades de comando y paracaidistas, siendo condecorados por su coraje. De todos los judíos del ejército regular inglés, unos 14 mil sirvieron en las filas de la fuerza aérea y otros 1.500 lo hicieron en la marina de guerra, combatiendo en todos los frentes. 2.934 cayeron en combate.
En septiembre de 1944 se creó la brigada judía, que luchó bajo bandera propia. Incluía más de cinco mil voluntarios judíos del mandato Palestino, organizados en tres batallones y varias unidades de apoyo, al mando del general de brigada canadiense Ernest Benjamin, que –tras un período de entrenamiento en Egipto- luchó contra los alemanes en Italia desde marzo de 1945 hasta el final de la guerra. Después de la rendición, estas tropas estacionadas primero en la frontera entre Austria y Yugoslavia y luego entre Bélgica y Holanda, ayudaron en la construcción de campos de refugiados para los judíos supervivientes del Holocausto. Asimismo, muchos de ellos se involucraron en el transporte de los supervivientes al este de Europa para su entrada clandestina en Palestina. El ejército británico disolvió la brigada judía, en la que llegaron a participar unos 30 mil voluntarios de los cuales 694 fueron bajas, en el verano de 1946.
CRÉDITOS
Este documental radiofónico para Radio Sefarad surgió de una idea de su director, Solly Wolodarsky Z”L, con guión, dirección y musicalización de Jorge Rozemblum. Las voces han sido grabadas por Javier Laorden, Miguel Nieto y colaboradores de RadioSefarad, con edición técnica de Jordi Torregrosa. Los testimonios orales han sido tomados de la Jewish Partisan Educational Foundation y del Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos. Las músicas oídas durante la emisión de este documental son las siguientes:
En el capítulo 1, “Lux Aeterna” de Gyorg Ligety; “Auschwitz-Birkenau” de John Williams con Itzjak Perelman al violín solista; “Mackie Messer” de la “Ópera de tres centavos” de Kurt Weill por la Sinfonietta de Berlín dirigida por John Mauceri; “Am Adolf Hitler Platz”; el himno de las olimpiadas de Berlín de 1936; “Tsayt lid” y “Shteyt oyf tzu kamf“ del CD “Rise up and fight” editado por el Museo Memorial del Holocausto de EE.UU.
En el capítulo 2: “Zog nit keinmol” en la voz de Martha Schlamme; “Yid, du partizaner” del citado “Rise up and fight”; “Le chant du partisan”; “Iribelli della montagna”; “La complainte du partisan” por Anna Prucnal; y “Troyer past nisht undzer ponim” de “Rise up and fight”.
En el capítulo 3: “Dort baym breg fun veldl”, “Partizaner marsh”, “Shtil, di najt is oygesternt”, “Partizaner libe” y “Gib zhe khaver a royjer ton”, todos ellos de “Rise up and fight”.
En el capítulo 4: el poema “Undzer lid”, recitado por su autor Shmerke Kaczerginski, “In kriuvke”, “Varshe” e “Itzik Wittenberg”, todos ellos de “Rise up and fight”.
Y en este último capítulo: “Lilly Marlen” por Marlene Dietrich; “Tsum besern morgn” de “Rise up and fight”; “La Internacional”, himno nacional soviético; “Tsum roytarmayer” de “Rise up and fight”; “Alijá le keisaria” en la voz de Nehama Hendel; “Harmonika”, “Sovevuni” y “Zog nit keinmol” de “Rise up and fight”.
“No es un dulce canto de aves en libertad, sino el de un pueblo que entre paredes que se derrumban, con las armas en la mano, lo cantó”.