LA PALABRA – Esta semana estuvo marcada por las muy desafortunadas declaraciones del primer ministro israelí Netanyahu respecto al papel de Hitler en el Holocausto. Sin embargo, a diferencia de otras tantas barbaridades e inexactitudes pronunciadas por líderes mundiales, éste no tardó en aclarar lo que realmente quiso decir y rectificar. No hay duda alguna del papel de Hitler y el nazismo en la Shoá, como tampoco la hay sobre las intenciones genocidas del Muftí de Jerusalén respecto a los judíos en la Palestina del Mandato Británico.
Como reacción y condena a las palabras de Netanyahu, el negociador de la Autoridad Palestina, Saeb Erekat, se permitió otro desliz histórico que no despertó escándalo alguno entre académicos y periodistas, cuando realizó su crítica “en nombre de los miles de palestinos que lucharon junto a los Aliados en defensa de la justicia internacional”, obviando que por cada árabe alistado hubo tres voluntarios judíos para el llamado Regimiento Palestino, a pesar de que la proporción demográfica entonces era la inversa, y pese a los esfuerzos de los británicos por reclutar igual número de ambas poblaciones, empeño infructuoso dado que la mayoría de los líderes árabes apoyaban sin tapujos al Eje y habían declarado la yihad a los Aliados.
Por supuesto que las falsificaciones del pasado no se refieren solamente a las últimas décadas. Por ejemplo, lo que se conoce como Explanada de las Mezquitas era un monte que los judíos amurallaron, rellenaron y nivelaron incluso antes de la era cristiana, para mejorar la reconstrucción del Templo que habían destruido los asirios. Poco después, los romanos arrasarían este segundo edificio, el punto más sagrado del judaísmo. Pasaron casi 600 años antes que los árabes entraran por primera vez en Jerusalén y construyeran la Cúpula de la Roca sobre unas ruinas que nunca dejaron (hasta hoy día) de ser veneradas por los judíos en todas sus diásporas forzadas. Por lo tanto, la muralla del recinto (de la que sólo queda el muro occidental, Kotel Maarabí en hebreo, mal conocido como Muro de los Lamentos) es en varios siglos anterior a la Mezquita de Al-Aqsa (finalizada en el 710) y al propio Islam, a pesar de la aberrante reclamación elevada a la UNESCO estos días.
Cuando en 1967 Israel reunificó Jerusalén (que había quedado dividida en el armisticio de 1949), su bandera no llegó a ondear ni un día antes que el Ministro de Defensa, Moshé Dayan, ordenara que se arriara y dejara la gestión del lugar en manos de una autoridad religiosa (wakf) del enemigo en dicha guerra. Así ha sido desde entonces (en lo que se conoce como Status Quo) y así ha reiterado este y todos los gobiernos israelíes que seguirá siendo, a pesar de los falsos rumores que ha propagado el presidente palestino Abbas, gran aficionado a los temas históricos judíos, como atestigua su tesis doctoral que niega el números de asesinados en el Holocausto y acusa a los sionistas de ser la causa del mismo. Forzando el pasado para fabricar una historia y una identidad propia “a la carta”.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad