Homenaje al más de un millar de judíos romanos enviados a la muerte por los nazis
EL MICRÓFONO DE ALICIA PERRIS – En esta entrega conmemoramos la redada del 16 de octubre de 1943, durante la ocupación alemana de Italia, que vació las casas de los judíos de Roma y saqueó sus pertenencias de valor y también su secular gueto. Muy presente y activa desde la antigüedad, la comunidad hebraica de Roma, tal y como nos recuerda el MEIS de Ferrara (que conmemoró esta tragedia días pasados, con la colaboración de la Escuela Internacional de Estudios de Yad Vashem Jerusalén), tuvo a través de una trayectoria de dos mil años momentos de integración y otros de persecuciones. Entonces se llevaron prisioneros a más de mil personas, entre las cuales había ancianos, recién nacidos, mujeres embarazadas y discapacitados. En el gueto romano, en la actualidad muy de moda y recorrido por turistas y paseantes locales, con una excelente cocina, alguna kosher, quedan como testimonios vivos en los adoquines dorados de sus calles, los nombres de quienes fueron deportados aquella madrugada durante la Segunda Guerra Mundial.
En los días previos, el jefe de la policía alemana presente en Roma, Herbert Kappler, recibió una misiva muy elocuente de Heinrich Himmler, el jefe de las tropas SS en Berlín, ordenando el traslado de los judíos romanos. Vivían en aquel momento aproximadamente 14 mil hebreos en la ciudad y se ordenó que 8 mil de ellos se enviaran a campos de exterminio, aunque finalmente fueron algo más de mil. Kappler sería además uno de los dos ejecutores de la matanza en las Fosas Ardeatinas de 335 civiles, entre ellos judíos, el 24 de marzo de 1944, en revancha por un ataque partisano a fuerzas de ocupación nazi. Giacomo Debenedetti, judío de Biella, escritor, introductor del Psicoanálisis y de Marcel Proust en Italia, fallecido en 1967, retrató para la historia a un oficial alemán: “…Todo él es un uniforme, de la cabeza a los pies. Aquel uniforme enfunda a la persona, la física pero también y, sobre todo, la moral, con un hermetismo de cremallera. Es la palabra ‘verboten’ (prohibido) traducida en un uniforme: prohibido el acceso al hombre y al pasado individual que habita en él, que es su historia y su ‘especialidad’ más verdadera; prohibido ver nada más allá de su presente riguroso, automático, intransigente, afilado”.
Cuídense para cuidar a los demás. Que el camino hasta el restablecimiento de la salud general os sea leve. Hasta muy pronto, ¡shalom!
Alicia Perris
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