FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guion: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz. Reparto: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus. Premios: Oscar Mejor Película de Habla no Inglesa. Premios del Cine Europeo: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión, Mejor Fotografía. Premios Goya: Mejor Película Europea. Festival de Gijón: Mejor película, guión, actriz, dirección artística y premio de la juventud, Festival de Toronto: Premio FIPRESCI de la crítica internacional a la mejor película. Festival de Londres: Mejor película. Festival de Varsovia: Mejor película.
Poco antes de tomar sus votos, a una joven novicia, Anna (Agata Trzebuchowska), se le permite salir del convento para conocer a una tía, su único familiar vivo. A los pocos minutos Anna sabrá que en realidad su nombre es Ida Lebenstern y que su origen es judío. También que sus padres fueron asesinados en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial en circunstancias no aclaradas. Se lo cuenta su propia tía, Wanda (Agata Kulesza), una jueza conocida como Wanda la Roja por la implacabilidad con la que perseguía a los enemigos del régimen. Bajo su cinismo y su afición a la bebida, el tabaco y los hombres parece disimular su hastío, probablemente también el cansancio de haber ocultado sus orígenes y su propia tragedia durante tantos años. Estamos en la Polonia del régimen comunista, en los años sesenta, época que Pawel Pawlikowski retrata en blanco y negro y formato 1:1,33 (cuadrado)
Ida y su tía Wanda (comprometida políticamente con el régimen comunista) partirán juntas a la búsqueda de sus orígenes y de los cuerpos de sus familiares, quienes se habían refugiado bajo la protección de un hombre que pudo haberlos traicionado. Ambas mujeres irán conociéndose mutuamente y al mismo tiempo ampliarán su mirada sobre aquella parte del mundo que desconocían. La mayor se encuentra aún conmovida por el aquel pasado que la llevó a comprometerse con una causa; la menor, atravesada por las revelaciones asumirá estoicamente su destino y se enfrentará a todo lo que su condición religiosa le ha negado. Revelaciones, por otra parte, donde emergen las contradicciones de toda sociedad sometida a crímenes de lesa humanidad.
Al finalizar su viaje una de ellas habrá experimentado algo sobre la vida aunque no influirá en su futuro; para la otra, supondrá el reconocimiento de una negación de muchos años, y desde ese momento todo perderá sentido. Pawlikowski aborda las consecuencias del régimen nazi a través de una historia en la que convergen la religión y la identidad, con un relato conciso, sobrio y con una gran belleza formal.
En apenas ochenta minutos, Pawlikowski sintetiza el drama de estas dos mujeres, un drama que representa el estigma colectivo que los veinte años transcurridos desde la guerra pueden haber silenciado, pero que no ha desaparecido. En todo caso, lo más importante es la forma cómo Pawlikowski ha resuelto la historia: con un estilo ascético, sin ningún asomo de sentimentalismo, sin dar más explicaciones que las estrictamente necesarias y sin dar pie a las justificaciones. El uso del blanco y negro permite retratar la melancolía, la chatura, la opresión de la Polonia que estaba detrás del Telón de Acero. Un recurso efectivo que se resalta el tono y la economía narrativa de una película que deja ver mucho más allá de que lo que se proyecta en la pantalla.
Es difícil que a esta altura una película de temática vinculada a los horrores del Holocausto aporte algo diferente, pero Ida lo consigue. “Quería hacer una película sobre la historia que no pareciera una película histórica; que fuera moral, pero sin lecciones que dar; quería contar una historia en la que todos tengan sus razones; una historia más cercana a la poesía que al argumento”. Pawel Pawlikowski, cineasta polaco residente en Gran Bretaña, formado en Oxford en literatura y filosofía, cumplió todos los objetivos que se propuso con esta película, tan sutil como dura. Tía y sobrina se ven arrastradas por la historia. A partir de sus vivencias, Ida reflexiona sobre las heridas sin cicatrizar que dejó la Segunda Guerra Mundial; las actitudes de colaboracionismo o resistencia que tomó la población civil ante la invasión nazi; las miserias personales que no dejan de aflorar, aun en las circunstancias más terribles. También, sobre las persecuciones ideológicas en el comunismo. Pero sin caer en la santificación de las víctimas ni la demonización de los victimarios.