DIARIOS DE LA SHOÁ – Ida Grinspan (Fensterzab) , Yo no lloré. Editorial Anthropos.
Texto y contextualización: Laura Fernández
Voz: Rut Las Heras
Ida era una niña de 14 años, hija de unos judíos polacos que habían emigrado huyendo del antisemitismo polaco primero a Alemania y después a Francia, el país de la libertad, en el que confiaban ciegamente incluso habiéndose instaurado el régimen colaboracionista de Vichy. La vida en París de los Fensterzab era la de una familia trabajadora que se reunía con otros judíos. La familia también aprovechaba su tiempo libre para ir de picnic o al teatro o para ver películas en idish. En 1940, los padres de Ida para alejar a su hija de los bombardeos, los combates o cualquier privación que pudiera padecer en París deciden llevarla con unos amigos a la campiña francesa en Jeune-Lié, cerca Niort .
Así la pequeña Ida vive una vida apacible como una lugareña más con el matrimonio Marché cuya mujer Alice la adopta por completo. Asiste a sus clases siendo una alumna brillante y colabora en las tareas de la granja .A pesar de esta integración, Ida siempre tiene en sus pensamientos a su madre, pasan juntas las vacaciones de Pascua del año 1942 y ésta es la última vez que Ida ve a su madre. El exceso de confianza de Alice y de todas las demás personas del pueblo hace que pasen por alto algunas señales que tendrán unas terribles consecuencias y en la noche del 30 de Enero de 1944 tres gendarmes acuden para detener a una sola niña de 14 años cuyo único delito era haber nacido judía. Todas las gestiones y esfuerzos tanto de Alice como de otras personas por paralizar la tragedia resultan inútiles.
Así, “la judía de Lié” primero es llevada a un depósito hasta que los gendarmes completan la redada en DeuxSèvres, desde allí es trasladada con otros detenidos a Drancy.
Desde París parten en convoyes en dirección a Auschwitz, hacinados como ganado, sin sitio para sentarse ni dormir, sin nada para comer, sin intimidad…
Una vez en el campo de Auschwitz los prisioneros dejan de ser humanos para convertirse en stück (piezas), son rapados completamente y desprovistos de toda su identidad y el siguiente paso para la deshumanización es ser considerados simples números, el de Ida será el 75360 que deben aprender a decirlo en alemán, con la dificultad que ello entraña para la mayoría. Es en la amistad en lo que se refugian las prisioneras haciendo turnos para taparse con la manta, para compartir las ya escasas raciones de comida con el objetivo de conseguir una cuchara para cada una para poder comer como personas. También organizan turnos para ir a otro block para asearse en medio de la gélida noche polaca ya que en el campo la falta de higiene era otra constante.
Ida haciendo acopio de una madurez impropia para su edad y una gran valentía expresa que a pesar de los gritos, el maltrato continuado, los trabajos forzados, la falta de comida e higiene y el percatarse del origen del humo que sale de las chimeneas, nunca lloró, no quería hacer ese regalo a los nazis.
Todas estas humillaciones y muchas más vejaciones se las relata a Bertrand Poirot –Delpech en una entrevista que tiene lugar después de conocerse en 1988 en una visita que ambos hacen al campo y que dará como resultado este libro que se publicó en Francia en 2002.
Ida vive siempre con la añoranza de sus padres, ofrece su testimonio 40 años después porque antes nadie preguntó pero lamenta que todo el sufrimiento de tantas personas no sirviera de nada cuando conoce las noticias de los genocidios que se han perpetrado en Camboya y Ruanda. Ida también decide volver al campo para colaborar con los centros educativos para dar a conocer con su testimonio el Holocausto a los jóvenes porque resultaba insoportable ver negado lo que habían vivido: “era como asesinar por segunda vez a todos los desaparecidos”.