Imperialismo europeo y antisemitismo político (8ª parte): judíos de Turquía en Argentina

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Los judíos comenzaron a emigrar de todo el Imperio Otomano a fines del siglo XIX. La gente se iba porque no había muchas posibilidades de progresar y por la falta de perspectivas económicas, además de porque los parientes y amigos que habían emigrado antes se sentían muy entusiasmados en la Argentina, a la que veían como próspera y donde había posibilidades de progresar. El idioma que se hablaba era tan parecido al djudezmo que hablaban los judíos turcos que eso facilitaba más aun la posibilidad de establecerse. La Revolución de los Jóvenes Turcos que terminó con el agónico y decadente Imperio Otomano creó la República de Turquía que obligaba a alistarse en el ejército, y por esa época las guerras en los Balcanes no auguraban un buen futuro para nadie. Uno de los primeros trabajos que hicieron para ganarse la vida en su nuevo país fue el de buhoneros vendiendo artículos de mercería, otro era instalarse en mercados y ferias con los objetos colocados sobre una tela en el suelo. También eran sastres o zapateros, ocupaciones tradicionales entre todos los judíos de diferentes orígenes. No se quedaron sólo en Buenos Aires, sino que también se instalaron en ciudades grandes o activas del interior, como Tucumán, Rosario o Córdoba, así como en otros sitios, creando negocios de ramos generales. Como los judíos de Marruecos, los turcos se instalaron en el centro de Buenos Aires, cerca del puerto, en las calles más tradicionales, como la 25 de Mayo, donde se vendían comidas típicas de los judíos turcos, y crearon su primer café como era la típica costumbre que habían dejado en la vieja patria. Los hombres venían solos, a veces eran solteros, y entre varios de ellos alquilaban un cuarto en un inquilinato o conventillo. Cuando mejoraba su situación, se mudaban a algún sitio mejor, al que venía a instalarse el resto de la familia que había quedado en Turquía. Al principio, como los judíos marroquíes, se reunían a rezar en casas particulares hasta que crearon su primera sinagoga, Etz Hajaím: un lugar muy humilde en una antigua casona también en la calle 25 de Mayo. Cada una de estas comunidades de inmigrantes, como los originarios de la isla de Rodas, mantenían sus vínculos con sus lugares de origen y crearon su propia organización Bené Sion, que luego se transformó en lo que coloquialmente llamaron “La Shalom”. Luego crearon otra organización en 1916 destinada a fundar un cementerio judío. Y esta historia continúa…

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