LA PALABRA – Estos días Israel conmemora (según el calendario hebreo) su independencia, 69 años después de la declaración que el 14 de mayo de 1948 ponía fin al Mandato que los británicos recibieron de la Sociedad de las Naciones, y según el acuerdo de partición votado seis meses antes por Naciones Unidas. Más allá de los datos históricos, la independencia de Israel significa algo diferente para los israelíes que para los demás, en función de su cultura y lengua, el hebreo.
En español, al igual que en muchos idiomas, la palabra independencia se forma a partir de la negación de un estado previo de dependencia, generalmente de tipo colonial. El término hebreo es ’atzmaút y Yom ha’Atzmaút el día de su celebración. Como seguramente muchos saben, el hebreo se construye variando raíces formadas por tres letras del “alefato”: en este caso ‘áyin – tzádik – mem. De esta raíz se derivan palabras como ‘atzmaí (autónomo), es decir, aquel no dependiente laboralmente de otro o de una empresa. Pero, más interesante resulta que ‘étzem significa hueso; shem ‘étzem quiere decir sustantivo (literalmente, el hueso o soporte estructural del nombre) y también existe la expresión ‘étzem ha’inyián, el hueso o asunto central de una cuestión. Entendemos entonces que la lengua y cultura hebrea atribuyen un valor trascendental al hueso como meollo central de la identidad, como fundamento de su valor.
Tan es así que de la misma raíz también se construye la palabra ‘otzmá (potencia) y lo que podría entenderse casi como su opuesto, ‘itzúm, sanción (el poder limitar la potencia de otro). Por lo tanto, cuando un hebreo-parlante habla de ‘atzmaút, su visión de la independencia va más allá de romper un vínculo de sometimiento (de esos que tanto abundan en la propia historia judía en el Eretz Israel bíblico). Se trata de mostrar la propia esencia, el esqueleto que soporta la mismísima identidad nacional. Yom ha’Atzmaút no conmemora la liberación del yugo británico (que, aunque muy poco colaborativo desde las masacres dirigidas por el muftí de Jerusalén, las restricciones a la inmigración del “Libro Blanco” y las persecuciones policiales, no fue tan traumática), sino la proclamación del singular carácter del estado, el único estado judío.
¿Qué significa eso exactamente? Ese es el “hueso” del asunto y llevamos 69 años debatiéndolo. Y siendo como es un debate de tanta “potencia” y centralidad, seguramente nos llevará unos cuantos siglos más (esperemos aguantar) llegar a algún acuerdo. Porque ya se sabe: una de las piezas centrales de nuestro esqueleto como pueblo a lo largo del devenir ha sido justamente el pensamiento independiente de nuestros propios maestros y guías. Sigamos haciendo de la palabra y el pensamiento compartido la percha de nuestras acciones. Lejáim!
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad