Inescrutable
LA PALABRA – El adjetivo “inescrutable” es de aquellas palabras que han quedado encasilladas en el contexto teológico. Pero, aquí abajo, entre los humanos (“haolam hazé”, en términos judíos), el destino también resulta imposible de predecir. No hay más que recordar a todos los futurólogos, analistas, politólogos y expertos que hubo y hay, y a sus predicciones. Aunque no sepamos exactamente si mañana va a llover o escampar en tal punto del mapa, hace tiempo que aprendimos que a la larga, y aún con excepciones, el mundo seguirá girando y trayéndonos el ciclo de estaciones climáticas. No así con el destino humano.
Cuando Israel firmó el tratado de paz con Egipto, muchos creyeron que era el principio del final de las guerras contra Israel. Y lo fue, pero sólo en el sentido de las guerras convencionales entre ejércitos. Cuando se desmoronó el universo soviético (sin que ningún experto lo viese venir), uno de los libros más vendidos fue el que predecía el final de la historia, nada menos. Y ¿quién se tomó en serio la amenaza yihadista sobre Occidente antes de Bin Laden? Está claro que somos ignorantes: podemos reconstruir parcialmente el pasado y entender algo del presente, pero el futuro está en nuestras manos, no en nuestras cabezas.
Cuando aún no ha pasado siquiera un mes como presidente de los EE.UU., el mundo contiene la respiración cada vez que se habla de Trump, ya que resulta imposible proyectar o deducir cómo va a actuar. Lo más llamativo, no obstante, es que esté haciendo (en la mayoría de los casos) lo que dijo que iba a hacer. Por tanto, lo inescrutable no son sus pasos, sino la reacción que puedan provocar en México, Irán, Corea del Norte, Israel, China, la OTAN, las elecciones europeas…¿Seguirá la dirigencia palestina exigiendo condiciones previas para sentarse a negociar sobre la creación de su propio estado? ¿Se pueden dar marcha atrás a los procesos de globalización, como la deslocalización económica? La pregunta entonces es qué van a hacer (qué vamos a hacer, también) los demás.
A veces pareciera que lo que este fenómeno ha logrado es cambiar una baraja que parecía marcada por otra nueva y repartir, a la espera de que la suerte nos sonría esta vez, o al menos sepamos que sólo contiene cuatro ases. En realidad, y mal que nos pese a quienes habíamos aprendido que las revoluciones las empezaban los desposeídos y marginados, esto parece el inicio de una transformación radical que no sabemos adónde nos va a conducir. Es lógico que nos produzca desasosiego, pero también que nos lleve a replantear los límites de los vaticinios apocalípticos y reconocer nuestra incapacidad innata para anticiparnos a las consecuencias de las complejísimas relaciones entre los seres humanos.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad