LA PALABRA – La fiesta de Janucá, como otras de tantas naciones, conmemora una gesta bélica, en este caso liderada por los macabeos hace muchos siglos y cuyo relato, sorprendentemente, ni siquiera está recogido en los libros canónicos de la Biblia judía, aunque sí en el Antiguo Testamento cristiano. No fue una guerra por territorios, sumisión económica, ni tan siquiera un enfrentamiento estrictamente religioso, si no de dos formas distintas de leer el mundo, el choque violento de enfoques filosóficos. Por un lado, los ideales de los antiguos griegos: belleza exterior, proporciones, armonía, simetría. Por el otro, introspección, debate y la misión de reparar el mundo.
Ciertamente, no siempre son ópticas incompatibles. Actualmente nos vemos oscilantes entre la supuesta armonía y equilibrio planetario de la globalización y la reivindicación del derecho a ser diferente. Exigimos que las cosas mejoren, pero nos cuesta asimilar los cambios. La curiosidad científica de Einstein le llevó a formular una teoría y una famosa fórmula donde quizás lo más importante es el signo de la igualdad: el equilibrio entre la energía y la materia. Por ello, le disgustaban tanto los avances en otras áreas como la mecánica cuántica que planteaban un universo azaroso y caótico, sin certidumbres ni exactitudes, sólo aproximaciones estadísticas. Según él, “Dios no juega a los dados”, sin lograr admitir la posibilidad de que la propia naturaleza (y las fuerzas que la gobiernan) sea una entre muchas casualidades.
Janucá está también asociado a la trillada metáfora de la oposición binaria de luz contra oscuridad, que aparece en las sombras platonianas de los filósofos idealistas y en la base teológica de esenios y cristianos. Hoy día, los discípulos de Einstein también la utilizan para mostrar el desequilibrio de lo que sabemos del espacio y de lo que se nos escapa a la evidencia directa: las llamadas energía y materia oscuras, que constituirían, según calculan por sus efectos, en torno al 80% de “lo que es”. Es decir, la luz y su ausencia no son equivalentes, sino que la primera está en “clara” desventaja. A nivel metafísico la asimetría es incluso superior. Para la filosofía judía en lugar de un castigo divino similar al aburrido cometido de Sísifo, sacar a la luz, descubrir, investigar, repensar, discutir y no dar nada por sentado es el mismísimo sentido de nuestro paso por este mundo (oneroso, no lo vamos a negar), incentivado históricamente por la obligación moral de sobrevivir más allá del mero instinto natural. Y, a veces (muchas), lo conseguimos contra tantos obstáculos que nos parece un milagro, al lado del cual, que una única ración de aceite purificado dure ocho días hasta la reinauguración del Templo (libre ya de la estatua bella y pagana de Zeus) es casi anecdótico.
Jag Janucá Sameaj (Feliz Janucá)
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad