“Judíos, el Pueblo os dice: Morir o Irse de Coro”

LOS PASOS DE SEFARAD EN EL NUEVO MUNDO, CON DAVID ROSENTHAL – Después del apoyo recibido por parte de la comunidad judía curazoleña a Simón Bolívar, se estableció una comunidad en tierra firme venezolana, en la ciudad de Coro – en el estado de Falcón-, a su vez vecina de Curaçao. Fue David Hoheb (junto a su esposa, Sara Penso) el primer judío con nacionalidad grancolombiana y luego venezolana en 1824. Hoheb llegó a ser alcalde y juez en Coro, y asimismo amigo y colaborador de la causa del libertador. Además de la familia Hoheb, Joseph Curiel y su esposa Débora Levy Maduro conformaron en un principio la comunidad judía curazoleña de Coro. Esta comunidad no solo apoyó la campaña libertadora de Bolívar, sino que también desempeñó un rol activo en la nueva nación, desde lo económico, político, social y cultural. Apellidos como Abenatar, Brandao, Curiel, de Lima, Henríquez, López, Maduro y Valencia destacaban entre los habitantes sefardíes de Coro, todos considerados como holandeses por los registradores de la nueva nación venezolana. De la misma manera, la Casa de Orange-Nassau había estimulado la migración judía curazoleña a Venezuela, con fines comerciales entre su nación (Países Bajos) y la nueva nación libre.

La comunidad judía de Coro era pequeña, no sobrepasaba las 30 personas para mediados del siglo XIX, y el grueso eran de profesión comerciantes. Del mismo modo, el cementerio judío de coro – Monumento Nacional -, además de ser un lugar de patrimonio histórico y artístico, es el más antiguo y en continuo funcionamiento de América Latina. El decreto de la nueva República sobre Libertad de conciencia y de cultos promulgado en 1823 favoreció la llegada de los judíos a este lugar, del que otrora hubieran sido expulsados, convertidos o hasta desaparecidos. También, fue una forma de cosechar el triunfo de la campaña de Bolívar, a la que habían contribuido de forma activa, principalmente con financiación, comercio y el armamento que requería una guerra. Sin embargo, dicha comunidad tuvo un momento negro en su historia, cuando por medio de pasquines incendiarios se llamaba a la expulsión de estos “holandeses” so pena de muerte. Así que era “morir o irse de Coro”. Los nativos de Coro aconsejaban a los judíos marcharse o atenerse a ser degollados, ya que les achacaban haberse apoderado del comercio y el dinero, además de burlarse del cristianismo. Los “corianos” habían decidido echar a los judíos, dando lugar a la primera expulsión de judíos en Latinoamérica. En 1856, la comunidad judía de Coro dejó de existir, aunque la fiel Holanda de los sefardíes envió buques con destino de vuelta a su querido Curaçao.

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