MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Rusia es el país más grande del mundo. Se extiende por todo el norte de Asia y el tercio oriental de Europa, abarca 11 zonas horarias e incorpora una gran variedad de entornos y accidentes geográficos, desde los desiertos hasta las estepas semiáridas, los bosques profundos y la tundra ártica. Tiene el río más largo de Europa, el Volga, y su lago más grande, el Ladoga. Rusia también alberga el lago más profundo del mundo, el Baikal, y el país registró la temperatura más baja del mundo fuera de los polos norte y sur. Los habitantes de Rusia son bastante diversos. La mayoría son étnicamente eslavos, pero también hay más de 120 grupos étnicos presentes, que hablan varios idiomas y que siguen tradiciones religiosas y culturales diferentes. La mayor parte de la población rusa se concentra en la porción europea del país, especialmente en la fértil región que rodea a Moscú, la capital, que, junto con San Petersburgo (anteriormente Leningrado) son los dos centros culturales y financieros más importantes y se encuentran entre las ciudades más pintorescas del mundo. Gran parte de ese inmenso territorio fue ganado en diversas guerras por los zares, una conquista territorial que no se detuvo durante el gobierno comunista, porque a Stalin también le impulsaba la codicia por la obtención de nuevos territorios y países.
El pasado de los judíos que cayeron bajo el poder de Rusia fue extremadamente duro y difícil. Sin embargo o pese a esta razón, los judíos ashkenazíes (que fueron los más numerosos) persistieron en su identidad y tal vez la exclusión y segregación de los que fueron objeto favorecieron su unión y su organización. Con la conquista y anexiones de territorio, las comunidades judías pasaban a formar parte de un estado cuyas autoridades los rechazaban. Ese fue el caso del zar Iván ‘el Terrible’, que gobernó entre los años 1530-1584 y que, cuando anexó la ciudad de Pskov (actual Pihkva), ordenó que todos los judíos que se negaban a convertirse al cristianismo fueran ahogados en el río (Pskov todavía es conocido por su antisemitismo). Por su parte, Pedro el Grande declaró “prefiero ver en nuestras naciones a gentes que profesan el mahometismo y el paganismo en lugar de judíos. Ellos son pícaros y tramposos. Es mi esfuerzo erradicar el mal, no multiplicarlo”. En una de sus guerras con Suecia, Rusia había adquirido los territorios bálticos de Livonia y Curlandia, que estaban habitados por una población judía bastante numerosa, grande. La emperatriz Elizabeth de Rusia, hija de Pedro el Grande, emitió una Orden de Expulsión contra todos los judíos en Rusia, excepto aquellos que estaban dispuestos a convertirse al cristianismo. Cuando la ciudad de Riga solicitó que se tomaran en cuenta las pérdidas que sufrirían los mercaderes de la ciudad por esa expulsión, la emperatriz escribió con sus propias manos: “no deseo obtener ningún beneficio de los enemigos de Jesucristo”.
Aunque la religión nacionalmente proclamada de la Rusia Imperial era la ortodoxia rusa, existían otras religiones entre la población. Una de estas era el judaísmo, una religión que pasó por siglos de opresión nacional, cultural y religiosa que hizo difícil, de hecho casi imposible, mantener una identidad judía en los territorios dominados por los rusos. Era difícil para la gente en general, no solo para los judíos, expresarse libremente y establecer tradiciones que variaban de las asignadas por el gobierno ruso, debido al temor. Sin embargo, fue aún más difícil para los judíos, e incluso bajo circunstancias crueles y abrumadoras, la mayoría de estos judíos rusos permanecieron aferrados a su identidad y su idiosincrasia. Las conquistas de Catalina de Rusia y su determinación de excluir la presencia de los judíos y crear la Zona de Residencia determinó la historia de los judíos de esta región. Y esta historia continuó..