Judíos invertidos

LA PALABRA – Este año ha coincidido el inicio del año judío y el musulmán. Es un fenómeno que sucede cada 33 años, ya que ambas religiones miden el tiempo mensual según el ciclo lunar. En 12 meses eso suma 354 días, lo que hace que el año musulmán sea 11 o 12 días más corto que el año solar y que cada 33 cuenten uno de más. Los judíos, en cambio, incorporamos cada dos o tres años (mediante una compleja fórmula que se repite cada 19) todo un mes. A este ritmo, nos alcanzarán en la cuenta, ¡pero no antes de 145.203 años!
En ese calendario una misma fiesta va variando de estaciones y climas, mientras que en el nuestro y el gregoriano (vinculados anualmente al sol), cada celebración está asociada a una meteorología particular. Son calendarios evolucionados en un hemisferio y trasplantados al otro lado del ecuador. De allí que, por ejemplo, en Argentina uno de los peores trabajos sea el de Papá Noel a la puerta de un centro comercial, vestido para las nieves finlandesas pero expuesto a temperaturas tórridas.
También a los judíos del sur les pasa lo mismo con sus fiestas: en lugar de los primeros brotes después del invierno de Tu biShvat se encuentran con las tormentas y aguaceros del final del verano; la fiesta de la primavera que es Pésaj en origen, coincide con el amarilleo y caída de las hojas. El rito agrícola del verano, Shavuot, se celebra bien abrigados; y las Altas Fiestas, en lugar de iniciar el ciclo lectivo, prácticamente lo cierran. Los chicos judíos del sur contemplan asombrados las películas americanas y la importancia que en ellas se da a Janucá, una fiesta que no alcanzan a celebrar en sus colegios por caer en plenas vacaciones de verano.
Son los judíos invertidos, que viven a “contratiempo” de los ritos. Es cierto que la mayor parte de las tierras emergidas están en el norte, pero también que en el plano religioso hay un “hemisferio-centrismo” descarado: ¿cuántos seguidores han quedado de los dioses incas, zulúes o maoríes? Esta derrota de los ritos de una mitad del mundo ante la otra queda también ejemplificada en otra conjunción de estos mismos días: nuestro Yom Kipur coincide con el aniversario gregoriano del primer contacto entre las religiones del norte y un continente, el americano, que se extiende por los dos hemisferios. Sin embargo, la bola del mundo también puede dividirse, al menos políticamente, en dos semiesferas perpendiculares a las anteriores que separan virtualmente dos mitades. Notable paradoja es que el estado judío también viva invertido, con valores y rituales occidentales en medio del universo oriental que lo rodea.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad

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