LA PALABRA – Las palabras homónimas son aquellas que, aun siendo iguales en su escritura, significan cosas distintas y tienen orígenes diferentes. Por ejemplo, esta semana nos hemos enterado de dos fallos judiciales (en Alemania y Austria) que más bien parecen fallos garrafales. El primero tuvo lugar en Wuppertal, al enjuiciar a dos hombres de origen palestino que en el verano pasado incendiaron una sinagoga y cuya acusación de acto antisemita fue desestimada por el tribunal. Los demandados afirmaron que su intención era “llamar la atención” sobre el conflicto en Gaza. O sea que quemar sinagogas no es antisemitismo, y los que incendian en realidad son víctimas. El segundo caso ejemplar es el de Linz, donde un ciudadano de origen turco fue absuelto de la acusación de antisemitismo después de colgar en Facebook una foto de Hitler y el texto: “Podría matar a todos los judíos, pero he dejado a algunos con vida para mostrarles por qué los he matado”. O sea que banalizar el asesinato de judíos y hacer apología del nazismo tampoco es antisemitismo porque (¿lo adivinan?) “sus palabras fueron sólo una expresión de malestar frente a Israel”. Otra “víctima” de la sociedad.
La justicia no sólo es protagonista en los tribunales allende las fronteras. En nuestro país, sin ir más lejos, se hace justicia también premiando las conductas “ejemplares”. Es el caso de la Unión de Periodistas Valencianos que ha distinguido con el premio Libertad de Expresión, entre otros, a la corresponsal de TVE Yolanda Álvarez, pero no por sus “magníficas” puestas en escena durante el operativo Margen Protector (más dignas de un Goya teatral que de un galardón periodístico), sino porque atrajo la opinión en una red social de la portavoz de la Embajada de Israel que la consideró “la correa de transmisión de los mensajes, cifras, imágenes y datos de Hamás”. ¿Hay mejor certificado de pureza intelectual que el que algún israelí te señale como difamadora? Hagamos justicia y démosle un premio.
Otro agasajado, en este caso como Hijo Adoptivo de Málaga, fue el escritor Antonio Gala, a quien fue concedida esta distinción por sus cualidades literarias y “humanas”, atributo este último que nadie cuestionó a pesar de su feroz judeofobia, que le ha llevado a afirmar que “algo habrá hecho el pueblo judío para sufrir tanto” o que “el pueblo hebreo harta al resto de la Humanidad, no está hecho para convivir, nunca son claros, no extraña que les expulsen tanto”, entre otras perlas de su preclaro humanismo.
Volviendo a la homonimia inicial: la palabra justa tiene tanto el significado de quien obra con justicia y razón, como (con un origen etimológico distinto) de igualdad y correspondencia exacta con algo. En España este segundo significado se transforma en “lo mínimo” (o incluso menos) en expresiones como “tonterías, las justas”. Pues eso: justicia, la justa.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad