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‎21 Heshvan 5785 | ‎22/11/2024

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La cáscara vacía

La cáscara vacía

LA PALABRA – En estos días y con gran pompa, el presidente palestino Abbas inauguró en Ramala, muy cerca de la sede gubernamental de la Autoridad que dirige, un gran Museo Palestino, de 3.500 metros cuadrados, de más de 20 millones de euros de inversión y más de 20 años de realización. Sin embargo, las enormes salas están vacías, lo que ha llevado a la renuncia hace unos meses del designado como director de la institución, llamado a ser el principal baluarte cultural de la identidad palestina. A los españoles puede que nos suele familiar eso de inaugurar aeropuertos sin vuelos u hospitales sin camas, especialmente en tiempos pre-electorales, pero este caso se suponía todo un símbolo. Es casi como presentar a bombo y platillo una bandera en blanco y negro hasta que se decidan los colores definitivos.
Aunque quizás la noticia no sea una curiosidad sino la paradójica constatación de los problemas que tienen los palestinos para definir lo que los distingue. Por ejemplo, su bandera no es más que una bandera jordana sin la estrella en el triángulo rojo. No por nada, ese país fue fundado en 1922 como Transjordania con las tres cuartas partes del territorio que la Liga de Naciones (precedente de Naciones Unidas) había asignado como mandato a los británicos y en el que estos habían prometido fundar un hogar nacional para los judíos. Hoy, con el nombre de Jordania, define a su mayoría étnica (el 98%) como “árabes”, sin distinciones entre aquellos nativos (definidos hasta entonces como sirio-palestinos) y los “palestinos” con calidad de refugiados al salir de lo que se convertiría en Israel desde la Guerra de la Independencia en 1948. ¿Cómo distinguirlos? El idioma que hablan es el mismo árabe que en toda la región. La composición religiosa de su población tampoco varía respecto a otros pueblos “árabes” del entorno, es decir, originarios de la península arábiga.
Y es que el propio héroe nacional palestino, el difunto presidente Yaser Arafat, era egipcio. A finales del siglo XIX en el territorio en el que hoy Israel cuenta con 8,5 millones de ciudadanos (de ellos más de 6 millones judíos) no había más de 100 mil almas y un paisaje desértico apenas roto por algunas concentraciones urbanas, especialmente en Jerusalén en la que los judíos siempre fueron mayoritarios, incluso en tiempos de dominio otomano. La llegada masiva de árabes de otros países (especialmente de Siria y Egipto) fue resultado del efecto llamada ante el impulso y crecimiento económicos que supuso la llegada de olas de inmigrantes judíos sionistas.
En un gag televisivo israelí de hace bastantes años (no olvidemos la antigüedad del proyecto) el guía de un entonces hipotético museo palestino recibía a los visitantes mostrándoles la bandera e inmediatamente después señalándoles la salida. La realidad es que hoy lo único que pueden recorrer los interesados es una tremenda cáscara vacía. Dicen que temporalmente.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad