“La costilla de Adán”, de Cecil B. de Mille (1923)

SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –

A Cecil B. de Mille se le conocerá siempre por contar historias colosales. ‘Los Diez Mandamientos’, ‘Cleopatra’ o ‘El mayor espectáculo del mundo’ forman parte de la leyenda de Hollywood y revelan la capacidad de su autor para aproximarse a relatos que muy pocos directores hubieran podido afrontar con unas mínimas garantías de éxito. Títulos como los mencionados ligan también a De Mille con el gran cine, la espectacularidad de los decorados, el uso mayestático del color y los primeros efectos especiales de la edad moderna de Hollywood.
Sin embargo, el realizador también dirigió películas más modestas, pero igualmente recordables y complejas. Lo que se llama cine de autor. Social. Humano. Entre ellas figura, ‘Adam’s Rib’, un filme que analiza las relaciones de pareja y aglutina tanto ejemplos de conservadurismo como críticas a los prejuicios sociales de la época. Nada fácil de describir en 1923.

La película comienza con una feliz pareja, Marian y Michael Ramsay, donde brilla con luz propia la escena en el museo de paleontología donde él trabaja. Por cierto, una secuencia que nos da la clave del título; ‘La costilla de Adán’. A medida que transcurre el metraje, el espectador puede asistir al progresivo distanciamiento del matrimonio debido a las ocupaciones de Michael, y cómo de repente, aparece un misterioso y atractivo individuo, procedente de un país en bancarrota, que comienza a cortejar a la mujer y desencadenará toda una tempestad emocional. Michael descubre con horror que Marian se siente atraída por el desconocido y se plantea una venganza que aleje al individuo de su mujer. También la hija de los Ramsay decide tomar cartas en el asunto para evitar el divorcio de sus padres. Y la propia Marian se ve asfixiada por el remordimiento y sus sentimientos más íntimos. En ese camino, Michael empeña su fortuna, pone en riesgo su estabilidad financiera y sólo al final logra recuperar su dinero… y a su esposa.

Como se ve, se trata de un melodrama de alto voltaje que también pudiera ser considerado una fábula, eso sí, adulta, tanto por el desarrollo central de la trama como por su final, predecible pero cargado de ética y respeto. Además, como cabe esperar, el cortejador se lleva la peor parte. En algunas de las conversaciones subtituladas pueden encontrarse rasgos de la dualidad de perspectivas del cineasta; en una de ellas, Michael dice de su esposa que parece salida de una «película de mujeres sufragistas», como si encarnaran todo tipo de peligros. Ella, en un momento de la trama, reflexionará: «Una mujer perdonará a un hombre si la engaña, pero no sí es ella la que engaña». Evidentemente, este largometraje no tiene nada que ver con la deliciosa comedia del mismo título que George Cukor dirigió en 1949 con Katharine Hepburn y Spencer Tracy.

Aparte de su singularidad argumental y moralista, la película tiene de histórico el hecho de que fue uno de los últimos trabajos de Cecil B. de Mille para la Famous Players Lasky, una productora que originalmente creo en 1913 y que tuvo como socios a Samuel Goldwyn y Jesse Lasky, dos de los grandes artífices de la industria cinematográfica. Como ellos, De Mille tenía raíces judías y una historia que compartir: los tres eran más o menos contemporáneos ya que nacieron en el último cuarto del siglo XIX (los Goldwyn procedían de Varsovia; De Mille y Lasky habían nacido en Estados Unidos) y todos desempeñaron distintos y variopintos trabajos antes de sentir la atracción del celuloide. Eso sí, el más cercano al que sería su modo de vida fue De Mille: estudió arte dramático e intervinó como actor en varias obras en Broadway a partir de 1900.
Pero lo suyo era la silla del director. Y a eso le ayudó la empresa, ya que de ese modo podía controlar cada detalle del proceso creativo de sus películas, algo que le obsesionó toda su vida. Los tres fundadores de la Famous Players Lasky desarrollaron un fino sentido de la profesión. De hecho, en 1916, su produjeron ‘Joan the Woman’, un filme con el que Cecil B. de Mille causó sensación en el público americano porque fue el primero en color manufacturado en Estados Unidos.

Durante su prolífica carrera, el director trabajó con las mejores actrices, entre ellas Gloria Swanson, Barbara Stanwyck y Paulette Goddard, y tuvo dos aciertos cruciales: saber imponerse en los rodajes a cualquier condicionamiento de sus productores y rodearse de buenos equipos técnicos. En ‘La costilla de Adán’ aparecen dos de los ayudantes más eficaces de su primera época: el operador de fotografía Alvin Wyckoff y la guionista Jeannie McPherson. Precisamente, el mismo año en que este filme se estrenó De Mille abandonó la productora creada con Goldwyn y Lasky y pasó a trabajar con otro gran magnate de la industria, Adolph Zukor. Su propósito consistía en reforzar su faceta como productor, seguramente pensando ya en algunas de las colosales superproducciones que estaba llamado a dirigir en la era del sonoro. Con él, nació el espectáculo.

Ficha técnica:
Título: “La costilla de Adán” (Adam’s Rib)
Director: Cecil B. DeMille
Guión: Jeanie Macpherson
Reparto: Milton Sills, Elliott Dexter, Theodore Kosloff, Anna Q. Nilsson, Pauline Garon, Julia Faye, Clarence Geldart, Robert Brower, Forrest Robinson, Gino Corrado, Wedgwood Nowell y Clarence Burton.
Fotografía: L. Guy Wilky y Alvin Wyckoff
Productora: Famous Players-Lasky Corporation
Año: 1923
Duración: 102 min.
País: Estados Unidos
Género: Melodrama.

Scroll al inicio