La gente ya no es lo que era
LA PALABRA – En las últimas horas, al mundo (o, por lo menos a la prensa) le han barrido de las primeras planas todo aquello que no esté vinculado a la “sorpresa del siglo”: la elección de Donald Trump como presidente de los EE.UU. No hay Siria, ni refugiados, ni crisis económica, ni siquiera terrorismo. Algunos, indignados, se lanzan a las calles y proclaman: “no es mi presidente”, mientras no muy lejos de allí (y fuera del alcance de los titulares mediáticos) el presidente nicaragüense es reelegido por enésima vez en un proceso del que fue excluida la oposición. ¿Cuántos defensores de los valores democráticos han escrito algo sobre este atropello?
Hay gente indignada porque muchos no responden a los deseos de los que más saben, ni se ajustan al guion de los que creen que el mundo y la humanidad responden a la lógica que enarbolan. Sin embargo, la complejidad de los procesos de nuestra especie hace que los resultados sean imprevisibles. Como en la mecánica cuántica, la rama de la física que explora lo infinitamente pequeño, a escala de grandes masas humanas la propia observación también modifica el resultado. Los sondeos y encuestas se supone que “reflejan” el estado de opinión, pero hace tiempo que los expertos en marketing primero y los políticos después han descubierto que son capaces de influir y moldear en cierta medida nuestras voluntades. La tentación de modificar los resultados de lo que la mayoría opina es irresistible. Sólo hay que superar la delgada línea de la ética.
Ninguna empresa de sondeos se atrevería a falsificar los resultados porque perdería su credibilidad y su negocio. Lo que sí puede hacer (especialmente si hay suficiente presupuesto) es elaborar varios sondeos paralelos y optar por publicar solamente el más beneficioso, ya que todo muestreo tiene un índice de precisión de más o menos algunos porcientos muy valiosos para los candidatos. Otro truco que no invalida técnicamente la metodología empleada sería seleccionar de los resultados de diferentes sectores (por ejemplo, varones urbanos de grandes ciudades entre 20 a 30 años de edad) de entre los diferentes sondeos aquellos más favorables a los intereses. Lo mejor de cada casa. Eso podría explicar los fiascos del Brexit, el referéndum húngaro o el de la paz en Colombia, por mencionar sólo algunos de los más recientes.
Hoy la gran potencia mundial ha descubierto lo que en otras partes ya hemos vivido: la gente ya no es lo que era y se empeña en desafiar las teorías sociológicas y las categorías cartesianas. Cuanto más tarden en aceptarlo, más les dolerá. Como decía en su última canción el poeta que nos acaba de dejar, Leonard Cohen Z’’L, Hineni, aquí estoy, listo para lo que el destino me tenga deparado. Y así deberíamos estar todos: preparados para enfrentarnos a la realidad sin tapujos ni placebos. Ya no somos lo que éramos.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad