“La marca del Zorro”, de Fred Niblo (1920)
SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –
Si en la anterior entrega de esta serie se presentaba a Robín de los bosques como una película que abría el camino al cine de aventuras, en esta ocasión es ‘La marca del Zorro’ la que permite ahondar en el origen del conocidísimo subgénero de capa y espada que triunfó en los últimos años del cine mudo y en la industria estadounidense hasta mediados del siglo pasado. ‘The mark of Zorro’ es el largometraje que marca los patrones de este tipo de películas: duelos a espada, acrobacias y un héroe –o cuatro, en el caso de la franquicia sobre los mosqueteros– que representa el triunfo del bien sobre el mal.
En ambos filmes, el protagonista es el mismo: Douglas Fairbanks, el ‘rey de Hollywood’ y uno de los actores más probióticos, positivos y amantes de la vida sana que jamás haya conocido el celuloide. A diferencia de la leyenda de Robin Hood, en este título supremo de los duelos a florete, rodado en 1920 por Fred Niblo, se cambia la gesta por el lance. Y, de hecho, con el Zorro se inauguran las coreografías de lucha en su sentido más literal al introducir la figura del maestro de esgrima. Un profesional que enseña a los miembros del reparto a usar la espada y moverse con verosimilitud. Este filme establece, por tanto, una diferencia con todo el cine de acción anterior, donde prevalecía la exageración de los movimientos y la hipérbole para marcar la tensión de la escena. Ahora, de lo que se trata es de dotar a cada secuencia del mayor realismo posible para conferir veracidad al relato.
De esa función se encargó Fred Cavens, maestro belga de esgrima y profesor de esta disciplina, que viajó a Estados Unidos y debutó con ‘La marca del Zorro’ en el cine de capa y espada. Ahí continuaría enrolado durante décadas para gloria de ilustres barones de la talla de Tyrone Power y Errol Flynn. Cavens no era ningún timorato. Al contrario, era un profesor exigente, que obligaba a los actores a practicar durante semanas con la espada y el florete antes de dejarlos listos para salir a escena. Podían ensayar un solo gesto cientos de veces antes de que el maestro diera su aprobación; una actitud exigente que encajaba plenamente con el estilo de Douglas Fairbanks, apasionado de los retos, del deporte y de la acrobacia. Rara vez dejó en su extensa filmografía que un doble le sustituyera en las escenas de acción. Y si eran complicadas, mejor.
De esa exigencia se deriva que, a pesar de haber sido rodada en 1920, ‘La marca del Zorro’ conserve a día de hoy la frescura del buen cine de espadachines (también su engolamiento) y que muchas de sus escenas de lucha pervivan en algunas de las películas que sobre este subgénero se han realizado en los últimos veinte años. Si se compara, es fácil encontrar similitudes entre la figura de Diego de la Vega encarnada por Douglas Fairbanks y la que compone Antonio Banderas en la última franquicia del personaje. Y no solo en el disfraz del héroe enmascarado, que es el mismo que el equipo de producción de la película ideó en 1920.
La historia se basa en el libro ‘La maldición de Capistrano’, escrito por el novelista Johnston McCulley. Narra la doble vida del hacendado Diego de la Vega, que alterna la cómoda existencia del noble con la del justiciero que combate indistintamente a los bandidos y la tiranía de los poderosos. Entrelazando sus dos caras se encuentra Lolita Pulido –que interpreta la actriz Marguerite De La Motte–, más interesada en el héroe que en el hacendado. Tanto éste como un capitán más malo que los enemigos de Indiana Jones pretenden a la joven. Con tal argumento, McCulley demuestra que fue un visionario del superhéroe moderno encarnado por Batman.
Aparte de una sólida historia y del concurso de Fred Cavens, al éxito de la película contribuyó indudablemente Fred Niblo, uno de los grandes directores del cine mudo que precisamente fue lanzado a esta condición por su unión profesional con Fairbanks, al que dirigió también en ‘Los tres mosqueteros’. Niblo se reveló como un buen artesano de las escenas de acción y trabajó además con la mayoría de las estrellas de la época, como Greta Garbo, Norma Talmadge y Rodolfo Valentino.
En esta trayectoria atemperó cierta inercia original a la grandilocuencia que contrastaba con el verismo que ya demandaba por entonces la industria; un rasgo que no era exclusivamente suyo y que en parte resultaba de la propia naturaleza del género. Hasta que llegó el cine puramente de evasión, el cine de capa y espada siempre rozó la frontera con el melodrama, como pueden atestiguar ‘Scaramouche’ o ‘El cisne negro’.
En cualquier caso, y como sucede en ‘Robín de los bosques’, el artífice del éxito de ‘La marca del Zorro’ es Douglas Fairbanks. Fue el actor roba-planos por excelencia, no sólo por su capacidad de seducción ante la cámara sino por su portentoso físico, adaptable a las fintas más radicales sin perder un ápice de atractivo. Pero además, tenía visión del cine de aventuras y sabía imponerse. Creyó, antes que nadie, en la importancia capital de las películas de héroes y villanos para llevar al público a las salas, de lo cual da testimonio la larga y rentable vida que registra este género. En esa misma línea, el actor fue artífice en el márketing aplicado a este cine organizando estrenos tan espectaculares como los que hoy pueden acompañar cualquier nuevo título de Jason Bourne o el propio Batman. Para atar todos los cabos, Fairbanks participó en la escritura del guión y ejerció de productor bajo la compañía que llevaba su nombre: no en vano, se le considera el codirector en la sombra de ‘La marca del Zorro’, como si se hubiera sentado en la silla de Niblo, pero con la máscara de Fairbanks puesta.
Título: “La marca del Zorro”
Director: Fred Niblo.
Guion: Johnston McCulley, Douglas Fairbanks y Eugene Miller.
Producción: Douglas Fairbanks.
Reparto: Douglas Fairbanks, Marguerite De La Motte, Robert McKin, Noah Beery, Charles Hill y Claire McDowell.
Música: Mortimer Wilson
Fotografía: William C. McGann
Año: 1920
País: Estados Unidos.
Género: capa y espada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.