“La Solución Final (Conspiracy)” (2001), de Frank Pierson (EE.UU. – Reino Unido)

FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –

Reparto: Kenneth Branagh (Heinhard Heydrich), Stanley Tucci (Adolf Eichmann), Colin Firth (Dr. Wilhelm Stuckart), Barnaby Kay (Rudolf Lange), Ben Daniels (Dr. Joseph Bühler), David Threlfall (Dr. Wilhelm Kritzinger), Jonathan Coy (Erich Neumann), Brendan Coyle (Heinrich Müller), Ian McNeice (Dr. Gerhard Klopfer), Owen Teale (Dr. Roland Freisler), Nicholas Woodeson (Otto Hofmann), Kevin McNally (Martin Luther), Peter Sullivan (Eberhard Schöngarth), Ewan Stewart (Dr. Georg Leibbrandt). Guion: Loring Mandel. Premios Emmy: Mejor actor Kenneth Branagh, Mejor guion Loring Mandel, Globo de Oro al mejor actor secundario, Stanley Tucci; Premios Bafta de la academia inglesa al mejor telefilme

El 20 de enero de 1942, 15 funcionarios de alto rango del gobierno alemán y del partido nazi se reunieron en una casa ubicada en el suburbio de Wannsee, en Berlín, para hablar sobre la implementación de la “solución final” de la cuestión judía y coordinarla. Reinhard Heydrich, segundo en el mando después del jefe de las SS Heinrich Himmler y director de la Oficina de Seguridad Principal del Reich, celebró la reunión con el fin de hacer participar a miembros fundamentales de la burocracia ministerial alemana, incluidos los Ministerios de Asuntos Exteriores y Justicia, cuya colaboración era necesaria para implementar las medidas de exterminio.
El propósito de Heydrich, durante la conferencia, era el de demostrar e imponer su nuevo poder adquirido para conseguir una promesa de colaboración por parte de todos los participantes. Pudo existir además otro motivo, Eichmann lo reiteró en varias ocasiones: el deseo de Heydrich de involucrar a los Secretarios de Estado y hacerlos cómplices del genocidio. Heydrich indicó que aproximadamente 11.000.000 de judíos serían finalmente sometidos a la “solución final”, con las Leyes de Núremberg como base para determinar quién era judío. “Bajo supervisión adecuada, los judíos deben ser… llevados al este”, anunció Heydrich, “y reclutados para trabajo apropiado…. Los judíos con condiciones para trabajar, separados por sexo, serán llevados a esas zonas, en grandes destacamentos de trabajo para construir caminos, y gran parte indudablemente se perderá por el desgaste natural. Los que sobrevivan… deberán ser tratados adecuadamente…”. A pesar de los eufemismos que aparecen en los protocolos de la reunión, el objetivo era evidente: la coordinación de una política de genocidio de los judíos europeos. La mayoría de los participantes ya sabían que el régimen nacionalsocialista se había embarcado en el asesinato masivo de los judíos. Algunos ya estaban al tanto de las acciones realizadas por los Einsatzgruppen (equipos móviles de matanza), que estaban masacrando a decenas de miles de judíos en la Unión Soviética bajo ocupación alemana; otros sabían que estaban matando a los judíos en una “solución local al problema judío” en Serbia. Ninguno de los funcionarios presentes en la reunión se opuso a la política anunciada por Heydrich.
Durante la “Conferencia de Wannsee” se discutió sobre la colaboración de las respectivas administraciones y se informó con todo detalle a los funcionarios de los métodos de exterminio experimentados en el pasado, aportando ellos mismos nuevas propuestas para la mejora de sus servicios. Ninguno de los participantes dio muestras de tener ningún tipo de principios ni escrúpulos ante la preparación de un crimen de Estado de tamaña envergadura y se acordó que la dirección de las operaciones fuera confiada a Heydrich. Por lo tanto, la reunión no señala ni el momento ni el lugar de la decisión de asesinar a todos los judíos, esta decisión fue tomada mucho antes y oralmente por Hitler en conversaciones con sus más íntimos colaboradores: fue una conferencia de organización. Como consecuencia de esta conferencia todo el aparato de Estado alemán se convirtió en cómplice pasivo y activo del genocidio de los judíos.
Tras los noventa minutos de la reunión, el plan del proyecto de la “solución final” al problema de los judíos de Adolf Hitler estaba listo. Adolf Eichmann preparó 30 copias del acta de la reunión, se ordenó a los asistentes no comentar con nadie el contenido de la misma, a excepción de sus superiores, y destruir su copia del acta después de leerla. No se supo de la existencia de esta reunión hasta terminada la guerra, en pleno proceso judicial de Nuremberg, cuando el grupo de investigadores del fiscal americano descubrió en unas oficinas del Ministerio del Exterior alemán una carpeta con el sello Geheime Reichssache (asunto secreto del Reich) en marzo de 1947. Allí se encontró la copia que le fue asignada a uno de los asistentes, que por razones desconocidas no fue destruida.

“La Solución Final” es una de esas rarezas que, de vez en cuando, nos ofrecen las producciones televisivas, no sólo por su calidad, sino porque siendo un producto hecho para este formato, no cae en los tópicos que nos podemos encontrar en un filme de ese tipo. Y es que no sólo trata el tema con extrema rigurosidad (el metraje del film fue cuidadosamente ajustado al marco temporal y a la duración original del evento), respeto y seriedad, sino que además está basado en la única copia de los protocolos de Wannsee que ha llegado a nuestros días.
El General Heydrich lleva la reunión con cierto timing premeditado: socializa, debate, hace pausas regadas generosamente con las mejores comidas, licores y cigarros, regresa al debate, negocia y fundamentalmente presiona a los indecisos y a los rebeldes. Nada en esa reunión sería diferente a una reunión habitual de negocios. Pero, la cita tiene lugar en una mansión decomisada a los judíos en Berlín, todos los asistentes visten uniformes nazis y la temática de la reunión es la solución final a la cuestión judía. El efecto del filme es el tremendo impacto ético que produce la amoralidad y la soberbia de los personajes. Pierson, el director, ha representado a cada uno de ellos como personas, como seres humanos; es la falta de pasión del interlocutor, Heydrich, conocido como “el Carnicero de Praga”, y sus acompañantes al tratar estos asuntos lo que hiela la sangre.
Es una película minimalista que se desarrolla en su totalidad en la casa en la que tiene lugar la reunión, con una escenografía sobria y precisa. Y algunos, pocos, planos de exterior de la mansión. El director intenta representar la psicología de los personajes a través de sus rostros, de sus movimientos y reacciones, esto le lleva a fijar la cámara en los rostros y a centrarse en primeros planos y planos medios. El trato de los personajes es lo más humano posible, y es que los que están sentados en la mesa, no son monstruos, ni sádicos, ni psicópatas; son alemanes. Algunos formaban parte de las mas alta oficialidad de las SS y otros eran funcionarios de alto rango (abogados, ingenieros, economistas, doctores, etc.), casi todos personajes cultos, que sabían lo que hacían por el “bien alemán”. El nivel de las interpretaciones es muy alto durante toda la película.
En definitiva es una película en la que predomina la historia y la profesionalidad de unos actores comprometidos con el proyecto y un director que prácticamente
basándose principalmente en unos diálogos muy bien construidos consigue mantener con gran efectividad la tensión dramática y la intención.

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