“La Torá de Komlós” de István Gábor Benedek, con su editor Juan Zapato

SEFER: DE LIBROS Y AUTORES – Comparado -no sólo por la inteligencia humorística de sus textos sino por la calidad de su literatura- con Scholem Aleijem y Bashevis Singer- István Gábor Benedek nos llega por primera en castellano (su obra ha sido traducida a doce lenguas) con su La Torá de Komlós, de la que hablamos con el responsable de La Torre de Babel Ediciones, Juan Zapato.

Este editor esencial nos habla con admiración y ternura del escritor y rabino Gábor Benedek, sobreviviente de Bergen Belsen, y de esta obra que nos traslada “al antes, durante y después de la Shoá” en un Komlós que bien pudiera haber retratado Chagall.

En la sinagoga de Tótkomlós un grupo de hombres abatidos y tristes está de pie. Inaugurada cuando Hungría celebraba el milenio de su reino, siempre fue muy venerada. Durante los años de la guerra y en tiempos de encontradas luchas políticas que siguieron, sufrió heridas incurables. El techo deja pasar el agua de la lluvia. Las paredes con humedad por el agua del subsuelo, están despojadas del estucado y de la cal que las cubría. Los marcos podridos de las ventanas tienen los vidrios rotos. El amud, la mesa de lectura de la Torá, que fue saqueado y quemado, de alguna manera ha sido reemplazado y cubierto con un manto de terciopelo, pero no se pudieron recuperar el ornamentado anterior, ni el podio rodeado de un apoyabrazos. Además todos los bancos han desaparecido para siempre, han sido remplazados con unas cuantas sillas que esperan a los judíos, que entran caminando sobre un suelo duro apisonado, porque en el 44 también el piso fue arrasado.

Pero hoy la situación es de pérdida extrema, el Arca está abierta y vacía, el único rollo santo de la comunidad, que durante el incendio mundial fue escondido por manos benditas y que hasta hace poco era leído en la sección semanal correspondiente, cada lunes, jueves y Shabat o días festivos, ahora está acostado, muerto sobre el amud, irreparable, insalvable. Ha sido destruido, sus heridas son mortales, no hay nada que hacer. Se tiene que decir la última palabra, hay que despedirse de la Torá. Hombres emocionados entonan sobre ella un kadish…

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