A FONDO – Aunque se supone que en el siglo XV quienes mandaban en la península ibérica eran los Reyes Católicos, había zonas, como la de la provincia de Sevilla, en las que el noble mandaba más. Fue el caso de Rodrigo Ponce de León (1444 – 1492), marqués y duque de Cádiz, marqués de Zahara, conde de Arcos, señor de Marchena, marqués de Marchena, de Rota, de Mairena del Alcor, de Bailén y Mairena del Alcor. Fue, sin duda alguna, el principal caudillo militar de la Guerra de Granada, de la que emerge como un nuevo Cid. Fue también un más que estimable gobernante de sus estados, que engrandeció con las mercedes recibidas y mejoró con inteligentes medidas que aprovecharon las favorables circunstancias económicas generales de la segunda mitad del siglo XV. Así, por ejemplo, Cádiz dio pasos decisivos en su conversión en uno de los principales puertos atlánticos, cabeza del comercio africano. Chipiona fue repoblada desde 1477, Pruna adquirida en 1482 y el lugar de La Puente de Suazo, luego Isla de León y actual San Fernando, incorporado en 1490. Además, como ya se sabe, en 1484 los Reyes le cedieron Zahara, con título de marqués, y en 1490 la serranía de Villaluenga (Villaluenga, Grazalema, Benaocaz, Archite, Ubrique, Cardela y Aznalmara), a la que en 1491 se sumó Casares. Bajo su control, los pueblos y ciudades de la región sirvieron de refugio para muchos de los judíos y conversos forzados hasta su definitiva expulsión.