Las cuatro estaciones

LA PALABRA – En hebreo, idioma parco en vocabulario pero amplio en significados, una misma raíz puede generar muchas palabras, algunas con vínculos evidentes y otras más lejanos, a menudo asombrosos. Por ejemplo, la combinación de las letras ‘Ayin (una consonante que se vocaliza de distintas formas, pero de forma gutural) – NunHei  (letra esta última de carácter auxiliar que puede sustituirse por otra del mismo tipo como la Taf, en cuyo caso la señalaremos aquí como tH) dan lugar a ‘ONáH: estación (del año) y otros significados derivados, como temporada o época, pero también regla, tiempo de maduración o lo que llega a tiempo; palabras todas ellas vinculadas a un mismo concepto: el carácter cíclico del tiempo. No tan evidente es que las mismas letras radicales sirvan para palabras como ’ANáH (respondió) y significados más o menos similares como reaccionó, testificó o incluso se rindió (suponiendo con ello la respuesta o reacción de sometimiento a una agresión). Pero podemos ir más lejos con la misma letra ‘Ayin inicial ahora vocalizada de forma distinta en ‘INáH: causó dolor, torturó, violó y hasta ta’ANitH: el martirio por ayuno basado en razones religiosas, como el que llevó a cabo la reina Esther para protestar por la orden de exterminio a los judíos en Persia, según el libro bíblico que lleva su nombre.

Volviendo a las estaciones del año, antiguamente sólo se consideraban dos: el frío invernal y el calor estival (una división que de alguna manera subsiste en algunas regiones tropicales en las que, más allá de las designaciones astronómicas, el año se divide en época de lluvias o sin ellas). De hecho, para la palabra verano (KaYiTZ) el hebreo usa la raíz Kuf – Yod – Tzadik que, según algunos expertos pertenece a una subcategoría con significados semejantes en torno a cortar o recortar algunas ramas (leKaYeTZ) de la que desaparece en algunos casos la Yod central y admite una nueva letra final como en leKaTZeR (acortar), leKaTZeTZ (recortar), KeTZeV (ritmo) o KaTZéH (extremo). Por su parte, otoño se dice STaV (Samej – Taf – Vav), una raíz de la que en la modernidad se construyó el nombre para una planta conocida como narciso de otoño, SiTVanit (que en español, a diferencia de lo parco que es el hebreo para los nombres, se conoce también como azafrán bastardo o silvestre, crocus de otoño o con apelativos tan llamativos como mataperros o quitameriendas).

La siguiente parada es el invierno, JoReF (Jet – Reish – Fei), con una raíz interesante que compone el adverbio JeReF (a pesar de) pero también el adjetivo JaRiF (afilado o picante), o el sustantivo JeRPá (en determinadas circunstancias, la Fei se transforma en Pei) que significa vergüenza, determinando una intrincada semántica cruzada que transforma al frío invernal en filo, gusto penetrante y sensación de rubor. Completamos el ciclo anual con la llegada de la primavera, AVYV (Alef – Bet – Yod – Bet), una palabra con raíz de cuatro letras que encontramos en el nombre de algunas de las localidades más grandes y famosas de Israel, como Tel-Aviv (literalmente, el montículo de primavera) o Ramat Aviv (el barrio de la misma donde está el campus universitario). Puede que la citada raíz esté relacionada con la poco frecuente ABaB (para decir árbol), con la del verbo florecer en algunas lenguas semíticas (ABuB) y, aún más extraño, con el oboe (también ABuB), un instrumento musical de lengüeta doble y de los más destacados en la pieza “Las cuatro estaciones” de Vivaldi.

Jorge Rozemblum

Director de Radio Sefarad

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