LA PALABRA – Con la fase terrestre del operativo Margen Protector que el ejército israelí ha puesto en marcha para acabar con las amenazas a la vida de sus ciudadanos por el grupo terrorista Hamás desde Gaza, se desatan definitivamente los últimos resortes de la maquinaria psicológica colectiva anti-israelí. Si bien durante los primeros días incluso las grandes agencias de noticias alertaban contra la falsificación de imágenes “importadas” de otras guerras mucho menos mediáticas (Siria, sin ir más lejos: ¿cuándo se han dado en las televisiones las últimas imágenes de la masacre impune de casi 200 mil personas en aquel país?), hoy la mirada internacional ya puede reforzar la imagen estereotipada con material fresco.
Los estudios de psicología nos enseñan que nuestra percepción depende en gran medida de lo que “esperemos” ver. No es tan importante lo que desfila delante de nuestras pupilas, sino el condicionamiento para detectar e identificar señales ya conocidas. Así, por ejemplo, cualquier periodista español “sabe” de forma intuitiva que para comenzar un reportaje sobre Israel (incluso en tiempos de paz), lo más directo al cerebro reptil, al centro de las emociones incontroladas o intuitivas, es colocar la imagen estereotipada de un soldado y un ortodoxo, si fuera posible combinados en la misma persona sobre un tanque que empequeñezca la figura de una mujer árabe de mirada humillada. Si no hay a mano, se tira de hemeroteca.
En tiempos bélicos (me cuesta utilizar aquí la palabra guerra por su connotación de enfrentamiento de estados, que no es el caso, sino de un estado contra un grupo terrorista), sin embargo, ni siquiera es necesario apelar a estos clichés. Basta la palabra mágica Israel para desencadenar, como los reflejos condicionados o condicionales que Iván Pavlov estudió en los perros, la salivación de prejuicios y odios ancestrales, no sólo en las clases no ilustradas ni en los más dogmáticos de distintas religiones, sino en la capa más común y anquilosada de la mente colectiva europea. Allí, como los espías hipnotizados de las películas de serie B de la Guerra Fría, esperan la llamada o estímulo que les haga abandonar las funciones superiores de la conciencia y sumergirse en el espíritu de la manada y el linchamiento.
Ayer derribaron un avión comercial malayo, pero fue en Ucrania. Hace tres días murieron decenas en un atentado en Afganistán, hoy matan bebés en Siria, pero las imágenes que veremos no serán esas o no nos dejarán impronta porque no son las que “esperamos” ver. Estamos predispuestos, preparados, entrenados, programados (como los perros del experimento de Pavlov) para responder a otra campanilla: la que nos promete gritos aterradores de dolor, ataúdes abiertos y sangrantes envueltos en banderas en las que predomina el verde del Islam. La que nos regala miradas indiferentes de los supuestos perpetradores y nos dejará dormir sin complejos después de “comprobar” que por algo les perseguimos, expulsamos y callamos cuando eran aniquilados sistemáticamente.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad