METAESCRITURA DE LA SHOÁ, CON JAVIER FERNÁNDEZ APARICIO – En Libres para obedecer (Alianza, 2022), el historiador francés Johann Chapoutot explora la conexión entre la gestión empresarial moderna y los principios organizativos del nazismo. El libro se centra en la figura de Reinhard Hörn, un antiguo general de las SS que, tras la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en un influyente teórico del management en Alemania y a nivel internacional. Javier Fernández Aparicio comparte con nosotros el ensayo que ha preparado sobre el libro y su autor.
Johan Chapoutot: “Libres para obedecer: el management desde al nazismo hasta hoy” (Alianza, 2022).
Johann Chapoutot es un historiador francés de Historia Contemporánea y especializado en los estudios sobre nazismo. Da clase en la Universidad de la Sorbona (París). Aparte de su calidad investigadora, una característica de sus trabajos es el hilo de actualidad que les confiere. Es decir, no observa al nazismo y la Alemania del momento como algo encapsulado en la historia, sino que entresaca su actualidad, la herencia que no pudo ser derrotada a pesar de que Alemania perdiera la guerra. Por ejemplo, en 2015, cuestionó la pertinencia de volver a publicar Mi Lucha de Hitler, para no alentar una lectura “hitlercentrista” del nazismo, como si fuera algo del pasado. El nazismo fue mucho más y es lo que también plantea en este Libres para obedecer, donde básicamente se ocupa de la figura de Reinhard Hörn, antiguo general de las SS –bien es cierto que siempre en labores adminstrativas, no en el frente- reconvertido a éxitoso coach para empresas tras la guerra en la entonces afamada Escuela de Estudios de Bad Harzburg, en la Baja Sajonia. Chapoutot tiene otras obras muy interesantes en relación a esta comparación de tiempos, aviso de la historia. Traducidos al español son La ley de la sangre: pensar y actuar como un nazi (Alianza, 2021) y La revolución cultural nazi (Alianza, 2018).
La retórica económica del genocidio
Por encima de la vertiente política y delictiva en la decisión del III Reich de esclavizar o exterminar a millones de seres humanos, en especial judíos, Chapoutot observa como hubo una decisión económica tomada por tecnócratas y funcionarios en base a conceptos que hoy nos suena a todos: rendimiento objetivos, elasticidad de medios o liderazgo, pero sobre todo en el concepto de “la alegría de trabajo”, es decir, el consenso entre trabajadores y empresarios para que cada cual hiciese su trabajo de grado, convencido. Es una relación no autoritaria, sino aceptada por las partes, lo que incluye el fin de la lucha de clases y los problemas sociales. Todos saben lo que se espera de ellos.
Baste avisar de que este concepto económico se aplicará a los alemanes, mientras que eslavos, judíos o discapacitados, como “subhumanos”, lo máximo que aspiraban es a ser esclavos de sus señores o excedentes a exterminar. Cuando se habla de la modernidad de la industria de la muerte (industria, ojo) que fue el Holocausto, tal y como no solo Chapoutot pone de relieve, sino otros autores como Zygmunt Bauman o Götz Aly, desde la filosofía y la historia, nos referimos al uso de la teoría económico moderna, ultra capitalista, para justificar fríamente la muerte de esos millones de seres humanos “que sobraban”.
Estructura del libro y el estudio
Chapoutot organiza el libro en 8 capítulos por orden conceptual y cronológico. Los tres primeros, los dedica a reseñar los nombres y carreras de los entonces jóvenes brillantes universitarios que se subieron a la ola del nazismo y desarrollaron teorías sobre cómo debía organizarse la nueva sociedad al margen de los convencionalismos del Estado, presentado como un obstáculo por sus leyes y regulaciones, algo propio de “la ley de los judíos”. El CEO máximo resultante de un marasmo de organismos y competencias compartidas será el ministro Albert Speer, pero luego habrá otras figuras intermedias como Reinhard Hörn, que desde 1934 es responsable del Instituto Estatal de Investigación de la Universidad de Berlín. Bajo la premisa de “trabajar en la misma dirección del Furher”, no se puede hablar tanto de Estado nazi como de movimiento nazi, en donde los objetivos estaban apuntados desde la punta de la cadena de mando (la voluntad de Hitler) y cada cual en su puesto debía interpretar y cumplir con lo que se esperaba de él, dando igual los medios. El problema con el estallido de la guerra a finales de 1939 será la de cumplir esto con menos medios y trabajadores y aquí es donde surge la validez de las teorías económicas del management o gestión de Hörn.
El cuarto capítulo analiza el discurso del management aplicado al procedimiento legislativo nazi y esto es lo que más nos puede recordar a la actualidad: se abogó por reducir el Estado a la nada, pues sus regulaciones eran perniciosas y lentas, y que las diversas materias se llevasen de manera casi privatizada por los tecnócratas puestos al frente. Se motiva a producir más y se impone el consenso entre patrones y trabajadores, siendo estos gratificados por dicha productividad con ascensos, ocio (vacaciones) y bienes (el coche Volkswagen). Ojo, ese mismo camino se puede observar en el fascismo italiano o la cadena de producción de Henry Ford en Estados Unidos. Además, esto es aplicable a los trabajadores considerados dentro de la unidad de la raza, de la etnia elegida, no al resto, cuyo frío exterminio o esclavitud no debe sorprender, ya que no son parte de la cadena, sino también obstáculos (comen, piensan, ocupan un lugar que no les corresponde, han subvertido la esencia germánica).
Del capítulo quinto al séptimo, Chapoutot biografía a Reinhard Hörn y analiza su influencia en el desarrollo de la teoría del management o gestión de empresas, más allá de la Alemania nazi.
¿Quién fue Reinhard Hörn?
En 1934 escribió un libro, Mutaciones del pensamiento constitucional, donde preconizaba la extinción del Estado como algo no germánico y el nacimiento de una nueva organización. Por ello, fue pronto conocido y protegido por Himmler y sobre todo Heydrich, que apreciaban su conocimiento teórico en torno al desarrollo económico, aunque tuvo poderosos enemigos también ya que era un acérrimo contrario de Carl Schmidtt, precisamente por la cuestión de la importancia o no del Estado. Aunque en labores académicas y administrativas, Hörn llegó a tener rango de general de las SS, aunque tras la guerra –salvo una multa equivalente a unos miles de euros- no tuvo problemas con la justicia al no estar implicado en los campos de exterminio, aunque los había preconizado, y las matanzas en el frente. Tras un periodo de ostracismo, donde se dedicó a la homeopatía, Hörn nunca se cambió el nombre ni huyó de Alemania, a diferencia de los Eichmann, Mengele o compañía, y fue llamado por las autoridades de la recién nacida República Federal Alemana, infestada de antiguos nazis, para dirigir la Escuela Superior de Management de Bad Harzburg, en la Baja Sajonia, pronto convertida en un lugar de referencia para empresarios y altos funcionarios no solo alemanes, sino de medio mundo (más de 60.000 personas) Allí también eran enviados en “jornadas festivas” a grupos de trabajadores de las grandes corporaciones para impregnarse de las teorías de Hörn. ¿Cuáles?
Su gran pasión fue la historia militar y escribirá tanto libros sobre management como de historia, teoría y doctrina militar, algo que si lo pensamos está muy unido. Efectivamente, su gran libro fue El legado de Scharnhorst (1952), que fue un gran renovador del ejército prusiano durante las Guerras Napoleónicas. Su interpretación, la de Hörn a través de Scharnhorst es que los alemanes han ido perdiendo guerras –como los nazis en la II Guerra Mundial- debido al exceso de Estado y burocratización, defendiendo de nuevo el axioma de poco Estado –pero eso sí, muy democrático ahora-, nada regulación y solamente la unidad de trabajadores-soldados y empresarios-mandos, cuyo papel simplemente debe ser el de proporcionar los objetivos e informarse de su alcance, correspondiendo a los subalternos los medios para conseguirlos.
La delegación y la libertad de obedecer, que da título al libro, pero detrás de ello se encierran asuntos tales como la alienación, la amenaza si no se alcanzan dichos objetivos, la necesidad o “excedentes” de los recursos humanos y la deshumanización del trabajador, que puede y debe ser reemplazado si no cumple.
Para Hörn, los trabajadores son colaboradores y así no tienen lugar protestas sindicales ni hay lucha de clases, pues deben ser libres de incorporarse a la cadena y cumplir sus objetivos, no mediante frías órdenes ni violencia, sino a través de darle otra libertad, la de los medios que crean oportunos (más tiempo, más rápido, más agresividad, menos vida privada, todo depende del sector), incentivar la delegación y castigar a quien no cumpla dichas tareas.
La actualidad de Hörn
Chapoutot ofrece una valoración de la herencia de Hörn, hoy visible, en su último capítulo, el octavo. Empresas como Aldi, BMW, Krupp, Thyssen y un largo etcétera pasaron y aplicaron a los principios de Bad Harzburg, además de corporaciones extranjeras como Colgate, Hewlett-Packard o Ford, mientras el propio Hörn ganaba más dinero con los derechos de sus exitosos libros que con la propia Escuela de Bad Harzburg, best sellers empresariales y del coaching como Técnica del trabajo mental (reeditado años 80) o La dirección de las sociedades anónimas (reed. 1995). En los años 70 y 80 algunos medios publicaron artículos donde se criticaba a Hörn por ser un antiguo oficial nazi de las SS, ojo, no por sus teorías, y la Escuela cayó en declive además superadas por réplicas más modernas en Estados Unidos y Suiza, por ejemplo. En 2000 fallecería a los 95 años. Chapoutot concluye: “Resulta evidente que los métodos se deben a la persona de su autor, al carácter ya molesto de un pasado demasiado abiertamente nazi, y no a la incompatibilidad entre una cultura económica y una cultura política”.
Es decir, lo que se criticaba en Hörn es que había sido nazi. Punto. Sus teorías, que habían mamado y nacieron del nazismo, no fueron puestas en duda hasta tiempos muy recientes y aún hoy su “libres para obedecer” y al management del supuesto buen rollo implican tasas de bajas por estrés, despidos improcedentes y enfermedades laborales crónicas que se ceban en seres humanos, cuando no muertes (pensemos en los suicidios como en la francesa Telecom, los almacenes de Amazon o recientemente en un call center en Madrid, una teleoperadora estuvo muerta toda una mañana mientras sus compañeros eran obligados a trabajar a su lado). Pensemos también hoy día en aquellas personas que, por la condición que sea, son catalogadas casi de excedentes o inútiles. Hörn hubiera tenido muy claro lo que hacer…