Locos por matar

LA PALABRA – Prácticamente no hay día en que la prensa (no siempre la de habla hispana, pero sí la internacional) no relate acerca de un ataque con cuchillos y otros elementos al grito de “Allahu akbar”, aunque este detalle tan significativo muchas veces es obviado, así como el origen étnico o fe religiosa que profesa el atacante. Evidentemente, el que uno sea judío, cristiano maronita o hinduista no es un dato relevante si atraca un banco, aunque en el caso de estafas es habitual destacar dicha condición si el sujeto es judío y refuerza su estereotipo. Es más: últimamente las diferentes policías occidentales suelen avanzar que se trata en estos casos de gente desequilibrada. Hemos pasado de los “lobos solitarios” o sociópatas al simple loco de toda la vida o psicópata. Aunque hay algo muy llamativo: estos nuevos desquiciados no sólo quieren matarnos, sino también morir en el intento. O, dándole la vuelta a la tortilla: no sólo quieren suicidarse, sino matar a otros mientras lo hacen.
Y es que o las enfermedades mentales han evolucionado sin que los psiquiatras hayan conseguido notarlo y diagnosticarlas, o alguien está retorciendo la realidad para que quepa en el molde de sus esquemas políticamente correctos. Por ejemplo: en la propia Francia castigada reiteradamente por este tipo de ataques, no se considera terrorismo yihadista una agresión a menos que venga organizada y orquestada desde un país extranjero, lo que reduce esta categorización únicamente a los ataques de noviembre pasado. Los demás, incluido los de Toulouse de 2012 contra soldados y niños judíos, o los de enero de 2015 contra Charlie Hebdo y el supermercado kosher, son terrorismo, pero ay de quien intente vincularlo de alguna manera a una religión que, tanto el presidente del primer país laico del mundo como el mayor representante de los cristianos que están siendo masacrados por esa condición en Oriente Medio, califican como pacífica. En cuanto a los propios sacerdotes de esa fe, los que han condenado sin paliativos los actos son casualmente representantes de estos colectivos a nivel político, pero los ulemas del mundo árabe no han emitido una simple fatua condenando estas prácticas de forma tajante, a diferencia de las condenas vitales que se dignaron a dictar contra el escritor Salman Rushdie, por poner un ejemplo.
Lejos de nuestros hogares, grupos como Daesh han descubierto la fórmula para infundir terror sin tocarnos siquiera, mostrando en sus vídeos la crueldad de que son capaces. Cualquiera que los vea pensará que están locos, pero quizás los verdaderos desequilibrados (o al menos desorientados) somos nosotros que aceptamos mirar para otro lado cuando nos mienten en la cara y atribuyen la inseguridad en que vivimos a las incontrolables alteraciones de la psique humana, cuando votamos no a quienes sean capaces de protegernos sino de hacernos sentir protegidos, ocultándonos las evidencias y disfrazando el lenguaje.
Dice una canción: “no estamos locos, sabemos lo que queremos”, aunque su mensaje era el contrario a estos supuestos alterados, ya que seguía “vive la vida”, justo lo contrario de estos asesinos en nombre de la fe (como los hashashín de los que provienen etimológicamente), para quienes el sentido de la existencia es acabar con la de los demás: no oyen voces interiores, sino las exteriores de líderes espirituales que le indican el camino y les empujan a “vivir la muerte”. Están locos sí, pero locos por matar.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad

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