“Los ángeles perdidos (The Search)” (1948), de Fred Zinnemann (EE.UU. – Suiza)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD – Reparto: Montgomery Clift, Aline McMahon, Ivan Jandl, Jarmila Novotna. Guion: David Wechsler, Richard Schweizer y Paul Jarrico. Premios: Oscar 1949 al Mejor guion, Premio Juvenil (Ivan Jandl), Globos de Oro 1949 al Mejor guion, Mejor película para promover el entendimiento entre naciones, y Premio especial Ivan Jandl
La acción transcurre en Alemania tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Cientos de miles de niños (la mayoría huérfanos a causa del conflicto) deambulan perdidos por todo el continente tratando de sobrevivir lo mejor que pueden. Las fuerzas de ocupación aliadas intentan rescatar al mayor número posible para darles una nueva oportunidad y devolverles la humanidad que les ha sido despojada durante la guerra. Es la historia de un niño en concreto. Un introvertido niño polaco de nueve años que ha sobrevivido al terrible campo de concentración de Auschwitz y que no recuerda nada de su vida anterior. Tras fugarse junto a un compañero, conocerá a Ralph “Steve” Stevenson, un carismático ingeniero de puentes del ejército estadounidense que lo acogerá en su hogar, le enseñará su idioma, y que tratará de adoptarlo pensando que la madre del niño ha muerto durante la guerra. Pero, la madre sigue viva, y se dedica a recorrer todos los campos y centros de acogida en busca de su hijo.
Este es el trágico e interesante argumento de la película. Una película que no parece en absoluto una cinta de corte americano. Tanto la temática, el toque semi-documental y el rodaje en auténticos exteriores con actores no profesionales, la acerca más a lo que sería el neorrealismo europeo que al cine norteamericano. Rodada en ciudades destruidas por la guerra como Nuremberg, Würzburg o Ingolstadt gracias al permiso del ejército norteamericano, esta película tiene más similitudes al cine de Rossellini o de Sica que al de cualquier otro director estadounidense, y esa quizás sea una de las razones por las que hoy no es tan recordada.
El reparto es también digno de mención, empezando por el pequeño Ivan Jandl, quien ganaría un Oscar especial por su trabajo en esta película, y quien es el epicentro de toda la historia. El jovencísimo actor checo da vida al niño perdido al que Steve apoda cariñosamente “Jim”, y que muestra con gran realismo la cara de muchos niños sin hogar ni familia tras la guerra. Jarmila Novotná, celebre actriz y soprano checa interpreta a la madre de “Jim”, a quien busca incansablemente por toda Europa, en el mejor trabajo de su carrera. Y por supuesto, a un jovencísimo Montgomery Clift, en su debut cinematográfico.
Sin duda, lo que convierte a esta película en una obra única respecto a las producciones Metro Goldwin Meyer de la época y le otorga un escalofriante realismo es la filmación en escenarios naturales del Berlín ocupado por las tropas estadounidenses (parte de las escenas de la película se rodaron en el Berlín destruido no sólo arquitectónicamente sino moralmente por los bombardeos) predominando un estilo marcadamente documental en los primeros planos del film al contar con la presencia en el reparto de unos pequeños actores que parecen recién liberados del más cruel campo de exterminio (despeinados, famélicos, con la mirada triste y perdida) retratando el horror de la guerra en sus desesperanzados rostros. Niños que se mueven como si fueran autómatas vagando sin rumbo de centro de acogida en centro de acogida. De hecho, la primera secuencia de la película hiela la sangre al mostrar a un pelotón de niños hacinados en el estrecho vagón de un tren que llega a una zona controlada por el ejército americano para ser trasladados a un centro de acogida para su identificación e intento de localización de sus posibles familiares, así como las escenas en el comedor de la UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration). El realismo impregna esta película gracias a la magnífica labor de dirección de Zinnemann; la historia, escrita por Richard Schweizer y David Wechsler, y esos pequeños detalles que sorprenden como por qué los niños no quieren subir a las ambulancias. Un documento único de la guerra. Una cinta bélica sin batallas, y que no las necesita. La destrucción también se lleva por dentro.
Los ángeles perdidos es una película conmovedora y sensible, en la que Zinnemann logra un acabado compacto y honesto que apuesta por la redención y la bondad como medio para dotar de esperanza y consuelo a una sociedad abatida tras la más inhumana de las acciones humanas: la cruel y sanguinaria guerra. La película es muy recomendable y admirable por la denuncia de una situación de desamparo que no tendría que repetirse.
El director austriaco de origen judío, gracias a una sensibilidad e inteligencia exquisitas, evita moralizar y engañar al espectador demostrando que es un narrador único y uno de los más grandes autores del arte cinematográfico. Zinnemann, que perteneció a la generación de realizadores europeos que consiguieron amalgamar el vigoroso estilo estadounidense con una visión marcadamente europea, decide apostar por una visión esperanzadora.