MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – En Roma, las catacumbas son la única evidencia arqueológica de una comunidad establecida y bastante numerosa. Las necrópolis subterráneas de los judios aparecieron inmediatamente en forma de extensas catacumbas y planificadas para continuar siendo usadas. Su presencia en Roma como comunidad era importante debido al intenso tráfico comercial: Hay más catacumbas en otras partes de Italia, como en Venosa, en Basilicata y Sant’Antioco en Cerdeña.
No hay mucha documentación ni información sobre cómo vivían los judíos durante la Roma Imperial. Como hemos visto con el tema de la Sinagoga de Ostia, es la arqueología la que puede llegar a determinar algunas cuestiones sobre el pasado y llenar algunos huecos que existen por la falta de documentación o escritos. Las catacumbas fueron los sitios en los que los judíos dejaban a sus muertos. Los descubrimientos y estudios arqueológicos pueden informarnos mejor sobre ese tiempo. Había dos en la Villa Torlonia, una en la Vigna Randanini sobre la via Appia; Vigna Cimarra, otra sobre la via Labicana y otra en Monteverde, descubierta en el siglo XVII. Se presume, por alguna información existente, que por ese tiempo había en Roma al menos once sinagogas, cada una con su propia estructura y que tal vez haya existido algún tipo de organización o institución que pertenecía a la ciudad que se ocupaba de las cuestiones relacionadas con el destino de los muertos.
Otro de los problemas respecto a este tema es que hay catacumbas cristianas y paganas, y la noción generalmente aceptada es que los judíos copiaron este sistema de enterramiento. Mientras que en las catacumbas cristianas había a menudo celebraciones litúrgicas en recuerdo y homenaje de los muertos, para los judíos dicha actividad estaba prohibida por la religión porque no se permite el contacto con los muertos después de su sepultamiento, porque está considerado ritualmente impuro. En las catacumbas cristianas se celebraban reuniones públicas, celebraciones, mientras que en las judías puede afirmarse con seguridad que todos los accesos, galerías, cubículos y otras obras sólo eran funcionales para los ritos funerarios.
La práctica de enterrar en kojim – como se les dice en hebreo – se introdujo en el judaísmo en Judea a fines del siglo III y se extendió al siglo siguiente y más tarde llegó a ser frecuente en el siglo I d.n .e. En una investigación llevada a cabo por expertos de la universidad holandesa de Utrecht dirigida por Leonard Victor Rutgers y publicada en la revista “Nature”, los investigadores aplicaron el método de datación por radiocarbono de algunos órganos de la catacumba de Villa Torlonia y encontraron que estos son los restos de individuos del siglo I a.n.e., mucho antes de la época (siglo III) en la que los primeros cristianos comenzaron a usar las necrópolis subterráneas excavadas en la tierra. Rutgers ha hecho hincapié en que su investigación arrojará nueva luz sobre los profundos lazos que al comienzo de la era común existieron entre los primeros cristianos y la comunidad judía de Roma. Uno de los estudios de la Universidad de Utrecht determinó que una catacumba judía de Roma es anterior por lo menos en cien años a las cristianas, lo que significa que el entierro en los cementerios subterráneos de la ciudad no ha sido una costumbre de los primeros cristianos y sí una práctica heredada de judíos. El descubrimiento, publicado en julio en la revista “Nature” ayudará a arrojar nueva luz sobre los vínculos entre la antigua cultura cristiana y el judaísmo. La investigación se inició hace dos años, con la recolección de muestras de madera incrustadas en el estuco que cubre las aberturas de muchas tumbas, utilizando para su datación el carbono 14 y demostraron que la catacumba situada debajo del parque de Villa Torlonia, que es uno de los seis cementerios judíos de Roma conocidos hasta la fecha, se construyó alrededor del primer el primer siglo a.n.e, mucho antes que las 60 catacumbas cristianas que comenzaron a ser utilizadas sólo desde el siglo III d.n.e. Esta datación muestra que es muy probable que fueran los antiguos judíos de Roma los que usaron este sistema de inhumación de sus muertos y que posteriormente fue adoptado por los cristianos.
Aunque los textos latinos están hablando de una comunidad judía que se estableció en Roma ya en el siglo I antes de Cristo, no se sabía dónde y cómo enterraban a sus muertos. Ahora gracias a las investigaciones del profesor holandés Leonard Victor Rutgers, quien dirigió el equipo de arqueólogos, se ha podido saber. Rutgers sostiene que pruebas comparativas entre las catacumbas cristianas y judías confirman los vínculos entre las dos comunidades. Si se compara la planta de Villa Torlonia con de las catacumbas cristianas se ve que la arquitectura es absolutamente similar. La única diferencia está en las inscripciones y la iconografía. Las catacumbas cristianas suelen estar decoradas con antigüedades y símbolos religiosos, como el pescado o las palomas y con las letras griegas “rho” entrelazadas, monograma de la palabra griega Christos. Por el contrario, las galerías subterráneas de Villa Torlonia están decoradas con símbolos judíos: menorás, ramas de palmera, Arca de la Alianza (Aron Hakodesh, que guarda la Torá),el etrog (el fruto de la lima), la granada, símbolo de la continuidad del espíritu de la vida, se repiten los símbolos religiosos más típicos de la religión judía con respecto a la muerte en esos tiempos. Esto ayuda a fortalecer la demostración de cuánta era la influencia del judaísmo sobre el cristianismo primitivo: la cuestión de sus raíces judías es, de hecho, hasta la fecha, el tema de la discusión que se ha suscitado con estos estudios. Cuatro de estos antiguos cementerios se derrumbaron y a diferencia de las más famosas catacumbas cristianas, no son tan fáciles de visitar. Las excavaciones de Villa Torlonia están bajo la protección del patrimonio arqueológico y el otro se encuentra en una propiedad privada en la Appia Antica.
Se trata de la catacumba de Vigna Randanini, excavada en la ladera de una colina, entre la Via Appia Antica y la Via Appia Pignatelli, y fue la segunda de las catacumbas judías de Roma que fue descubierta por casualidad en 1859. Los túneles que corren bajo la colina tienen una longitud total de unos 720 metros, de los que sólo 450 son fáciles de recorrer. Casualmente el gobierno de la ciudad de Roma ha autorizado las visitas del público a partir del mes de octubre, porque esa catacumba se halla en propiedad privada. Y como dato anecdótico les contamos que la Catacumba de Villa Torlonia se hallaba en el subsuelo de una villa utilizada como residencia por Mussolini durante su gobierno. Él, que expulsó a los judíos por no considerarlos italianos, ¡no sabía a quiénes tenía alojados en el subsuelo de sus jardines! Y la historia, como puede verse, continuó…