Los judíos de Oriente (14ª parte): Argelia (I)

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – La costa del norte de África fue conquistada y dominada por diferentes pueblos. Ya hemos visto cómo estuvo bajo el dominio de Cartago y que cuando ésta fue derrotada por los romanos, pasó a formar parte, primero de la República Romana y después, del imperio, cayendo luego en manos de los vándalos, de los musulmanes y de los turcos otomanos. Por ahora no nos referiremos a la historia del período de la dominación colonial europea y específicamente a Francia.
No hemos podido hallar en los textos históricos – eso no quiere decir que no existan – pruebas concretas tales como tumbas o restos de sinagogas que demuestren la presencia judía en épocas muy antiguas. Quienes mencionan la presencia de lápidas sepulcrales judías, señalan que su número es escaso, lo que demuestra que era escasa la población judía que allí residía. Según parece, los vándalos fueron bastante tolerantes con los judíos, no como los visigodos, lo que determinó un aumento de la población judía: esto sucedió en el siglo IV. Los arrianos eran más respetuosos con los judíos que con los católicos porque se sentían más afines con sus creencias. Pero luego de la derrota de los vándalos, el emperador Justiniano, en su edicto de persecución en el norte de África, proclamó y dejó constancia de que los judíos se hallaban en la misma categoría que los arrianos y paganos.
En el siglo VII se agregó un importante número de pobladores judíos que se fueron de la Península Ibérica huyendo de las persecuciones del rey visigodo Sisebuto y sus sucesores, escaparon a Mauritania y se establecieron en las ciudades bizantinas. Algunos se mezclaron con la población bereber, haciendo conversos entre ellos, porque aunque este es un tema controvertido, historiadores árabes consideran que así ocurrió, y esta fue la opinión especialmente del viajero Ibn-Khaldun, el más creíble y meritorio de todos, quien afirmó con toda certeza que varias tribus bereberes profesaban el judaísmo. Ibn-Khaldun añadió que la existencia del judaísmo entre los bereberes duró hasta el reinado del fundador de la dinastía idrisí. Este príncipe, que tuvo conductas benévolas con los judíos pues les permitió residir en Fez, se dedicó con empeño a borrar toda huella de las conversiones al judaísmo en su imperio; pero hay quienes afirman que ciertas costumbres, observadas, por ejemplo, por las tribus de la Aures, tales como limpieza de la casa en el momento de la Pascua y la observancia del sábado, deben ser consideradas como una herencia dejada por el judaísmo. Lo mismo se considera con respecto a las que tienen que ciertos grupos de la tribu de los Henansha que parece, todavía son observantes de la religión judía.
La condición de los judíos de Argelia bajo la dominación árabe era la misma que bajo otras regiones dominadas por los musulmanes. Estaban obligados, por su condición de dhimmis, al igual que los cristianos, a pagar un impuesto muy elevado (la yiziah). El régimen fue relativamente tolerante y permitía el libre ejercicio de su religión. Pero nunca tenían una sensación de seguridad, porque estaban siempre expuestos a las contingencias determinadas por los humores y sentimientos del gobernante de turno, o de los ataques de las turbas azuzadas por algún predicador fanático. Sufrieron persecuciones en diferentes oportunidades bajo la dinastía idrisí, pero bajo la dinastía aghlabí estuvieron protegidos y favorecidos, lo que les permitió tener una existencia más apacible o menos atormentada. Esto en cierta manera fue así debido a que los confidentes y consejeros de los príncipes eran dos prestigiosos médicos judíos, ambos llamados Ishak ben Amram, que formaban parte de la corte de dos príncipes, Ziyadat-Allah I y de Ziyadat-Allah III.
Estas comunidades judías del Magreb no parecen haber sufrido el paso de la dinastía almorávide pero sí de los fanáticos almohades en 1146, que las atacaron con saña, obligándoles a convertirse. A pesar de ello, no le ahorraron a los conversos la humillación del uso de una vestimenta especial. Cuando finalmente cayeron, y por las luchas existentes entre los las diferentes tendencias religiosas musulmanas, el Magreb quedó dividido entre diferentes dinastías: en Túnez los hafsides, los Banu Ziyan de Tlemcen, y los merinitas o benimerines en Fez. La situación de los judios mejoró un poco: en cualquier caso, era mucho mejor que la de los judios en la España cristiana; y las ciudades de la costa de África se convirtieron en el refugio ansiado para los que huían de las persecuciones españolas.
En 1391, como consecuencia de los terribles ataques contra los judíos en Castilla, Aragón, Andalucía y las Islas Baleares, muchos judíos se fueron a Orán, Argel, Mostaganem y Bugía. Algunos llegaron a las ciudades del interior y se instalaron allí con el permiso de las autoridades musulmanas, donde debían pagar un impuesto para lograr ser admitidos. En general, fueron bien recibidos por las comunidades judías que ya vivían allí, pero no se mezclaron con ellos, formando grupos separados.
Los antiguos judíos de Argelia eran conocidos como “portadores de turbantes” mientras que los recién llegados lo eran como “portadores de bonetes.” El nivel cultural de estos últimos era muy superior al de los judíos africanos, lo mismo que su capacidad en la actividad manufacturera y mercantil. Los judíos provenientes de la península ibérica pronto encabezaron muchas actividades y los rabinos que emigraron desde los primeros años del siglo XV terminaron dirigiendo casi todas las comunidades judías argelinas. Los rabinos de Argel eran Isaac ben Sheshet Barfat, conocido por la abreviatura “Ribash”, y Simon ben Ẓemaḥ llamado “Raṣhbaẓ”; en Oran estaba Amram ben Merovas Ephrati; en Constantina, José ben Menir y Maimun ben Saadia Najar; en Medeah, Saadia Darmon; en Tlemcen, Abraham ben Hakim y Efraín Ankawa; en Bugía, Benjamin Amer; etc.
A partir de entonces el número de judíos aumentó permanentemente en Argelia, especialmente cuando llegó a África una ola inmigratoria de judíos que tuvo lugar a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI. Y esta historia continúa…

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