MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Alejandro de Macedonia venció a los persas en el año 331 a.e.c. Y durante los siguientes diez años estableció una dominación occidental militar y política sobre un territorio enorme que abarcaba desde las fronteras orientales de Persia hasta los límites occidentales de Egipto. Durante este período y en esos territorios se produjo un enorme cambio cultural. Alejandro y algunos de los gobernantes que le sucedieron tenían la idea de crear una civilización mundial, de allí surgió la cultura helenística que luego heredarán los romanos y que ellos trasmitirán a Occidente. Dentro de los dominios de Alejandro los sectores más altos y refinados aprendieron a hablar en griego, además de seguir las prácticas mundanas vigentes en la sociedad helénica, en tanto que los sectores populares hablaban el arameo.
Dentro del judaísmo existe una leyenda que habla sobre la llegada de Alejandro a Jerusalém y sobre cómo fue recibido con afecto y agradecimiento por los más altos dignatarios del Templo. Parece ser que Alejandro nunca llegó hasta allí. Lo cierto es que la historia de ese período y de lo importante que fue para los judíos va a tener como protagonistas no sólo a las tierras de Judea sino también a las de Egipto.
Alejandro murió en 324 a.e.c. y, a su muerte, sus generales – con sus luchas – desmembraron su imperio. Quedó rota la unidad política del mundo en que vivían los judíos y su unidad no quedó restablecida ni aún durante la dominación del Imperio Romano. Numerosos judíos se habían quedado viviendo dentro de las fronteras del Imperio Persa y cuando allí, a fines del siglo III a.e.c., se crearon las bases del Imperio Parto, los judíos continuaron divididos porque los partos resistieron exitosamente todos los avances romanos para apoderarse de su territorio.
Egipto, donde también vivía una importante población judía, quedó bajo el poder de Ptolomeo, hasta que en una batalla en el siglo III a.e.c. los seléucidas los vencieron y se apoderaron de Judea y de Jerusalén. Por esos tiempos el territorio judío se halló en el medio de ciudades helenas. Había comenzado otro proceso de separación y dispersión de los judíos. Hacia fines del siglo II a.e.c., dos mil familias judías de Babilonia fueron instaladas por el gobierno seléucida como colonos militares en Lidia y Frigia.
En Egipto había población judía que aumentaba con la migración de judíos que preferían la dominación ptolemaica a la seléucida, que era mucho más opresiva. Para esa época los judíos estaban practicando el proselitismo, habían sido el “Pueblo Elegido” para difundir su creencia en un Dios único, cuyos dictados estaban basados en la ética y la justicia. El canon bíblico fue establecido en el Egipto ptolemaico, para el siglo III a.e.c. La tradición afirma que 70 sabios se aislaron y escribieron su versión en griego de la Biblia y que cuando se reunieron y compararon sus escritos, vieron que eran todos iguales. Algunos historiadores sostienen que fue la comunidad judía de Alejandría la que decidió escribir los textos en griego para convertir a los paganos y que pudieran estudiarla y conocerla los judíos de habla griega. Se considera que esta tarea de traducción de los textos sagrados judíos fue única en la antigüedad.
El helenismo como cultura sedujo a algunos de los sectores judíos acomodados que vivían en Jerusalén. En tanto que escribas y funcionarios del Templo, resistieron la atracción de la filosofía griega especialmente. Los ptolemaicos y los seléucidas, especialmente, oprimieron al campesinado judío con los impuestos. Ellos debían trabajar además para los diezmos que debían tributar al Templo, lo que determinaba que las condiciones de vida se hubieran hecho muy duras. La civilización greco-romana estableció condiciones extremadamente arduas para los sectores populares judíos, además de las intolerables desviaciones religiosas que trataban de imponerles, lo que terminó en los siglos siguientes con una serie de revoluciones y levantamientos que produjeron uno de los grandes dramas del judaísmo. Y esta historia continuará…
Los judíos de Oriente (4ª parte): bajo la cultura helénica
Alejandro Magno, Alicia Benmergui, historia, prolemaicos, seléucidas