MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – La destrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén representó una enorme tragedia para los judíos. Había caído la capital de los judíos de esa región del mundo, aunque mantuvieron la esperanza de que en algún momento el Templo sería reconstruido. Pero antes de todo eso Yohanan Ben Zakai fue sacado de la humeante ciudad por sus discípulos que fingieron que estaba muerto y que le iban a dar sepultura. Allí en el sur, en lo que ahora es Gaza, junto a otros maestros fundó la Academia de Yavne. El judaísmo, que se había quedado sin su capital y sin su Templo, se dedica a la construcción de su continuidad y de su futuro. Aún en medio de la guerra ya las armas no podían salvarlo. Una parte importante de su población vive en la diáspora y en los siglos siguientes los judíos que vivieron en la antigua provincia de Judea, especialmente en la Galilea, y los que habitaban la mítica Babilonia van a crear un sistema jurídico que regirá su existencia. Durante milenios y aún en la actualidad elaborarán unas normas de vida, recopilarán tradiciones y finalmente darán forma a una notabilísima obra basada en la Torá que va a ser el Talmud, del que van a existir dos versiones: una, el Talmud Yerushalmi (que no escrito en Jerusalén, porque ya no existía como tal); y otra, el Talmud Babli, también escrito en un lugar que ya no existía y que, situado en la antigua Persia, para el siglo III se había convertido en el Imperio Sasánida.
Este Imperio abarcó una enorme región, incluyendo parte de la costa mediterránea, el territorio de Irán, el norte de Afganistán, el sur de Uzbekistán y Tayikistán, Bujara y Samarkanda, fronterizo con la India, al frente del cual reinaba la dinastía sasánida desde el siglo III. Por la región que dominaba tenía injerencia y control en la Ruta de la Seda. Libraron muchas guerras contra el Imperio Romano, donde algunas veces vencían y eran derrotados unos y otros. Sin embargo, pese a la codicia de los romanos, nunca pudieron ni penetrar ni dominar la región. El otro imperio con el que rivalizaban y competían era el de Bizancio, en poderío y en la suntuosidad de sus cortes y palacios. En el siglo III surge en Irán una religión diferente llamada maniqueísmo, compuesta de dos elementos: el Bien y el Mal, que luego se extenderá por otras regiones y también se ocupará del tema de la Salvación. La religión oficial era el mazdeísmo o el zoroastrismo. En el siglo V perfeccionan la escritura de lo que serán los textos sagrados, el Zenda Avesta. Hubo una fuerte influencia griega en las cuestiones de la medicina, las matemáticas y la astronomía, así como de la aportación de los hindúes. El ajedrez era el entretenimiento al que se dedicaban los cortesanos. En esos territorios se encontraban las principales academias rabínicas: las de Pumbedita, Mahoza, Sura y Nehardea. La presencia judía era muy importante, tanto que allí se redactó el llamado Talmud de Babilonia. Mientras que hay historiadores que sostienen que existieron allí principios de tolerancia religiosa hacia otras religiones, un historiador judío, Yehuda Godin, afirma en uno de sus textos que no ha sido así. Señala que entre los siglos III y V hubo una reacción contra las religiones ajenas al zoroastrismo por la influencia que ejercían los magos sobre las autoridades que se volvieron fanáticamente intolerantes. Como la tierra no podía ser mancillada, los judíos no podían enterrar a sus muertos. Durante las festividades persas, los judíos no podían comer carne. A partir del siglo V, según Goldin, la persecuciones se volvieron mucho más feroces y crueles. Fue eliminada la mitad de la población judía de Ishpahan porque habían aparecido dos magos muertos. En el siglo VII aparecieron los invasores árabes que traían una nueva religión y ahí la historia volvió a cambiar…