MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Vivir nunca ha sido fácil y si pensamos en la existencia de la gente de la Edad Media comprenderemos que ha sido muchísimo más difícil que en nuestros tiempos. La escasez, especialmente de alimentos, era una constante; en algunos momentos aún para los nobles y los ricos. Ni hablar de los pobres campesinos. La mayor parte de los cuentos tradicionales nos hablan de las muchas cosas que les pasaban a las personas que vivían en estos tiempos, y en los posteriores también. Y cómo gran parte de los cuentos terminaban con una gran comilona, o el dicho y fueron muy felices y comieron perdices.
Los relatos que nos hablaban de tantas madrastras nos contaban que las madres se morían en los partos, también que eran muy pocos los niños que llegaban a adultos. Los ogros que vivían en los castillos, generalmente los nobles o los señores, no se comían a las niñas, las violaban o las sometían sexualmente. Las brujas a menudo eran las viejas, que si ahora no existieran los artilugios para conservar las buenas apariencias tendríamos el mismo aspecto, sin tinturas y sin prótesis dentales.
Las guerras permanentes existentes entre la nobleza antes del año mil eran diferentes invasiones de variados grupos. Sarracenos, vikingos, diferentes pueblos bárbaros asolaban las tierras trabajadas por los campesinos, robaban el ganado y todo lo que era comestible o apetecible. Los siervos debían buscar refugio en las fortalezas y castillos, y la vida era una zozobra permanente, tanta que la Iglesia decretaba la “Paz de Dios” para que la gente pudiera vivir un poco, sembrar y cosechar. Esto es un pequeño relato de las condiciones en que vivían. Continuaremos en nuestros próximos encuentros, pues ahora queremos contar cuáles eran los conflictos que se planteaban por aquel tiempo. Según la historia tradicional, la “querella de las investiduras” fue un movimiento en el que la Iglesia protestó contra el nombramiento de los obispos y papas por parte del emperador.
En el siglo X, el poder papal se debilitó. La situación era tan embarazosa que los emperadores alemanes nombraron a doce papas y excluyeron a cinco. Enfurecido, el clero de la Abadía de Cluny en Francia se manifestó reclamando una mayor autonomía para la Iglesia, que quería tener el poder de elegir a los integrantes de su propia institución. Durante el reinado de Enrique V, el conflicto entre las partes llegó a ser un grave enfrentamiento. Pero la Iglesia también era una institución feudal con sus siervos y vasallos. Lo que aquí se estaba disputando era el antiguo poder que había tenido el papado que era el que había organizado políticamente a la Europa desarticulada en que se había convertido con la caída del antiguo Imperio Romano.
El debate profundo que se entablaba era que la Iglesia quería conservar el poder político que había tenido antiguamente y el poder económico que le confería su carácter de institución feudal. En 1073, Gregorio VII, miembro de la abadía de Cluny, fue elegido por el Colegio de Cardenales para administrar la Iglesia. Lo primero que hizo fue reafirmar el voto de celibato en el clero y la prohibición de la monarquía para indicar las posiciones religiosas.
El rey Enrique IV del Sacro Imperio Romano Germánico se enemistó con el papa Gregorio VII y le obligó a declarar en la Dieta de Worms (1706), una especie de tribunal católica. El Papa no sólo excomulgó y depuso a Enrique IV, sino que organizó una oposición contra el emperador. Así, él mismo temeroso del castigo divino y de no poder recibir la extremaunción que le permitiera huir del infierno para gozar de las delicias del paraíso, retrocedió y pidió disculpas al Papa. Aun siendo perdonado, Enrique IV organizó a su ejército para derrocar al pontífice. El Papa debilitado se exilió en Francia.
Este conflicto duró algunos años, hasta que en 1122 se firmó un pacto de tregua entre ambas partes. El emperador tenía el poder de nombrar a los obispos con la autoridad secular, pero no con la autoridad sagrada. En otras palabras, podría nombrar, pero no realizar la ceremonia religiosa. Quedaba prohibido practicar el cesaropapismo y la simonía (venta de cargos de la iglesia). Las prácticas religiosas y el nombramiento de los cargos religiosos, sin embargo, eran exclusivamente del Papa. Este acuerdo político fue conocido como el Concordato de Worms.
Los judíos se vieron envueltos en todos estos problemas que afectaban a una sociedad de lealtades y deberes entrecruzados, y además de ello tenían una existencia llena de avatares, amargos y peligrosos, porque donde vivían pasaron también varias veces los Cruzados y además la situación de la casi guerra permanente los hacía objeto de presiones, robos y pillajes. En nuestro próximo encuentro les contaremos sobre el pasado de la judería medieval de Colonia y esta historia continuará… .