Los orígenes de Ashkenaz (13ª parte): de magia y supersticiones

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – La vida de la gente en la Edad Media era breve e insegura, la muerte podía sobrevenir por cualquier pequeño accidente. El hambre y la violencia eran una constante, la religión y las viejas supersticiones eran las únicas que podían ofrecer cierto resguardo y cierto consuelo, bastante relativo en algunos casos. Las autoridades eclesiásticas, sobre todo las más educadas, por los curas y predicadores de origen popular compartían muchas de las supersticiones populares mientras que los obispos trataban de combatir las viejas herencias paganas, la magia y la hechicería. Pero, por otra parte, trataban de persuadir a sus seguidores de que después de la muerte les esperaba la vida eterna en la Jerusalén Celestial. Más allá de la fe sincera que inspiraba a los cristianos, muchos de ellos apelaban a otros recursos para poder defenderse del inseguro y cruel destino que acechaba en cada rincón a los individuos de aquella época.
En la erudición judía esta fase de la religión popular y la ciencia popular ha sido muy descuidada. La tendencia ha sido generalizar para todo el conjunto del pueblo judío en su conjunto las ideas de unos pocos pensadores avanzados, para investigar la filosofía y el misticismo y la ley, las creaciones culturales y religiosas de los estudiosos que sin embargo no pueden dar cuenta de los sentimientos y las preocupaciones de la gente común y tal vez de la no común también. Pero junto a este desarrollo formal hubo una espontánea creación de la “religión popular”, que fue muy difundida. Estas creencias incluían a los demonios y ángeles, y los muchos usos supersticiosos basados en estas creencias, que se convirtieron en una parte del judaísmo, con prácticas de magia que nunca se alejaron totalmente de la religión pero que en algunos momentos de la historia pudieron llegar casi hasta el punto de ruptura. Esto fue lo que sucedió con el judaísmo de Alemania, el norte de Francia, Inglaterra, Alemania, Austria y Polonia, que constituyó cultural e históricamente una sola comunidad, desde el siglo XI hasta el siglo XVI.
Por su parte los cristianos acostumbraban a mirar a los judíos con la sospecha de que ejercían prácticas diabólicas y mágicas. La costumbre de tirar un terrón de tierra sobre los difuntos que eran enterrados les trajo un cargo de brujería en París en los primeros años del siglo XIII, que pudo haber tenido graves consecuencias si un cierto rabino Moisés ben Yehiel no hubiera logrado persuadir al rey de su carácter totalmente inofensivo. La práctica de lavarse las manos al regresar del cementerio despertó las mismas sospechas de brujería y provocó algunas escenas sangrientas. Esta historia continuara. . .

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