MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Antes de abandonar a los judíos del Este europeo nos dedicaremos a recordar la historia de los judíos de Bohemia, Austria y Hungría. Un viajero ibérico, el judío Ibahim Ibn Yaqub , proveniente de Tortosa, visitó Praga y allí describió la presencia de mercaderes judíos en los años 965 o 966. No se puede localizar con certeza el asentamiento judío más antiguo de Bohemia y Moravia. Es una cuestión de cierta controversia en cuanto a si estaba describiendo una comunidad judía asentada. La evidencia da fe de la presencia de las comunidades judías en estas tierras en el siglo XI, a más tardar. La cronista bohemia Cosmas de Praga (1039 – 1125), que escribió acerca de los efectos desastrosos que la Primera Cruzada representó para los judíos, describió las comunidades judías establecidas en Bohemia en 1090 y en Brno (en alemán, Brünn) en Moravia en 1091.
Itzjak Dorbello, un estudiante de Yaakov ben Me’ir Tam, describió la comunidad judía de Olomouc (Olmütz). En lo que respecta a Praga, la capital de Bohemia, uno de los primeros testimonio señala que los asentamientos judíos más antiguos se encontraban en la Ciudad Pequeña (Malá Strana). Parece que los judíos no se instalaron al principio en lo que más tarde sería conocido como el Barrio Judío, o “gueto”, al norte de la Plaza de la Ciudad Vieja hasta después de 1142, luego de la destrucción, por el fuego o un ataque a la comunidad de Malá Strana. En el siglo XIII se establecieron comunidades judías en su mayor parte en las ciudades reales fortificadas. Praga parece siempre haber sido el ejemplo más grande e influyente, pero también hubo poblaciones significativas por su tamaño en Brno, Cheb (Eger), Příbram, Plzeň (Pilsen), Jihlava (Iglau), Znojmo (Znaim), Olomouc y en otros lugares. Los judíos fueron prestamistas, mercaderes, artesanos y se desempeñaron en tareas religiosas y rituales judaicas.
Ottokar II (margrave de Moravia, duque de Austria y rey de Bohemia) promulgó un privilegio general en 1254, según el modelo que se estableció para los judíos que vivían en Austria en 1244. Fue reafirmado dos veces en la década siguiente y muy pronto adoptado, con modificaciones menores, para los judíos de Hungría, Silesia, Polonia y Lituania. El privilegio (o charter) afirmó la autonomía jurídica de las comunidades judías locales en relación al derecho civil y doméstico, las herencias, y la regulación de la vida religiosa. Los casos para ser llevados a juicio – incluso los relacionados con cristianos litigantes – debían ser juzgados ante las cámaras del rey y no por magistrados de la ciudad.
Ottokar II con el otorgamiento del privilegio concedió a los prestamistas una amplia libertad para la fijación de los tipos de interés de los préstamos, trató de proteger a estos judíos de la intención de cancelación de las deudas en los días sábado o en las festividades religiosas y difundió los últimas bulas papales que condenaron las acusaciones de asesinato ritual. Al reclamar jurisdicción exclusiva sobre la condición jurídica de los judíos, así como el derecho exclusivo de los ingresos fiscales judíos, Ottokar reafirmó lo que iba a convertirse en un principio de la política real medieval, a saber, que los judíos estaban bajo el amparo de la Real Hacienda y que la corona tenía la autoridad y el derecho a cobrar los impuestos a los judíos y regular sobre sus cuestiones en la vida cotidiana. En realidad era mantener el viejo status inaugurado por los visigodos en el que los judíos eran “servi cámera”, en este caso, de Otokar II.
La vida judía tuvo un gran desarrollo en los siglos XII y XIII en Bohemia y Moravia. Fue el momento de un gran crecimiento de la cultura rabínica, totalmente diferente de las escuelas tosafistas del norte de Francia y del Sacro Imperio Romano Germánico. Un número de eruditos tosafistas trabajó en Praga, incluyendo a Yitshak ben Iaacov Lavan; Avraham ben ‘Azri’el Chládek (desde fines del siglo XII hasta mediados del siglo XIII), autor del comentario litúrgico’ Arugat ha-bosem; e Yitshak ben Moshe (conocidos por el título de su trabajo como O Zaru’a (1180 -1260).
Los escritores rabínicos de la época con frecuencia eran comentaristas bíblicos y talmúdicos en el idioma de su cultura circundante. En el caso de los rabinos de Bohemia y Moravia los comentarios fueron escritos en checo, mencionado por Itzjak ben Moisés como “el lenguaje de la tierra de Canaán”. Los comentarios de los manuscritos hebreos medievales tienen además un gran valor filológico para los estudiosos de la lengua checa medieval que sugieren que los judíos de esta región en la alta Edad Media eran checo-parlantes. Es significativo que los textos en cuestión no proporcionan comentarios en la lengua germánica o en idish.
En esta región se difundió mucho una herejía creada y difundida por Jan de Huss, lo que tuvo graves consecuencias para los judíos. Pero veamos que esta comunidad no la pasó nada bien y que fue sometida a gravísimos ataques y penosas humillaciones y situaciones. No por nada la leyenda más conocida y recordada de la Praga medieval es la del Gólem. En el siglo XIV se produjo una masacre contra la comunidad de Praga, que, al parecer, tenía su propio cuarto, el “Vicus Judæorum” ya en 1273. En 1290 y 1298 un ladrón de la banda de Rindfleisch atacó al gueto por una supuesta venganza. Ya en 1305 los cargos de asesinato ritual que se difundieron en las ciudades germánicas se expresaron en ataques en Praga, y provocaron numerosas víctimas. En 1321 setenta y cinco judíos fueron quemados en la hoguera. Juan de Luxemburgo saqueó en 1336 al gueto, cobrándose el derecho de aduana que había sido introducido recientemente. En ese año en Praga fueron quemados 53 judíos y luego fueron saqueados y asesinados los que vivían en Czaslau, Prichowitz y Neuhaus. El arzobispo de Praga, Arnest, hizo nuevas acusaciones contra ellos, pero fueron protegidos por el emperador Carlos I, quien dijo que los judíos eran sus “siervos” (“Kammerknechte”) y que sus derechos sobre ellos debían ser respetados. También esa protección se extendía en 1339 a algunos judíos que habían sido bautizados y que habían retornado nuevamente al judaísmo: trató de protegerlos de la venganza de la Iglesia y por esa razón fue excomulgado. Por otro lado, sin embargo, Charles IV se sintió justificado al considerar todos los bienes de sus “siervos” de su propiedad. Posteriormente liberó a los deudores de sus obligaciones para con los judíos y dividió a las posesiones de la comunidad masacrada en los ataques de 1348 y 1349 en la epidemia de la Peste Negra en Praga.