Los orígenes de Ashkenaz (4ª parte): burgueses y cruzados
MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – La Iglesia, heredera del antiguo imperio romano, fue la que diseñó durante la Alta Edad Media la organización feudal de los Tres Órdenes: los que rezan, los que luchan, los que trabajan. En primer lugar se colocó a sí misma, en segundo lugar a la nobleza y en tercer lugar a los campesinos, o los siervos, “la sal de la tierra”, los que trabajaban y mantenían a los dos primeros. La Iglesia oraba por todos, la nobleza luchaba por todos y los campesinos trabajaban para todos. Ellos serían los únicos en llegar al cielo, al paraíso, a la Jerusalén celeste, que era solo para los pobres; todos los demás para lograrlo, además de ser buenos y estar libres de pecados, debían practicar la caridad para ganar su propia parcela. En el año Mil, con el renacimiento de las antiguas ciudades romanas, de los burgos, aparecerá un actor social nuevo, que no había sido tenido en cuenta ni integrado en esa organización social, los burgueses. Muchos habitantes de las ciudades serán mercaderes y prosperarán dedicándose al comercio y las tareas artesanales. Tratarán de ganar dinero y progresar. Pese a que confiaban en pasearse por los jardines del Edén, querían una vida mejor para ellos y sus familias en este mundo, ese es uno de los muchos conflictos que atravesarán las sociedades medievales europeas. Además de la guerra constante.
Pero antes que despuntaran estos nuevos sitios urbanos, los mercaderes eran judíos, también muchos de ellos eran prestamistas, y fueron considerados, especialmente en Europa del Norte, como un factor de desarrollo económico para obras necesarias e importantes. Es así como Guillermo el Conquistador, un noble normando, en su conquista de las Islas Británicas, se lleva de la Normandía a los judíos para que puedan implementarse obras fundamentales en una sociedad primitiva basada en la economía campesina. En 1066 los judíos se establecen en Londres y luego en el resto de la isla, en 1096 se proclama la Primera Cruzada, que debuta con una matanza de los judíos de Ruan, y continuando su marcha atraviesa las comunidades judías que se hallan a orillas del Rin. Las Cruzadas respondían a intereses diversos, uno muy importante, por lo menos para el prestigio y el poder de la Iglesia era la recuperación de los lugares santos para el cristianismo, no la destrucción de las comunidades judías que los cruzados hallarían en su camino a Tierra Santa. Estas comunidades que se hallaban en tierras franco-germánicas habían sido convocadas a residir allí por el emperador Carlomagno. Ciertamente una ocupación muy importante que desarrollaron estos judíos fue el comercio, pero también eran excelentes agricultores, especialmente cultivadores y productores de vino, en la cría y venta de ganado, en el hilado de tejidos, de la seda, en la tintura y confección de vestimentas. En la medida que estos judíos prosperaban se crearon allí en el siglo IX importantes academias talmúdicas. Estas academias se hallaban en Maguncia, Mainz, cuya figura más notable fue Rabí Guershom Ben Yehuda, quien prohibió la poligamia entre los judíos y la lectura de correspondencia ajena. De Rashi, nacido en Troyes y que desarrolló su tarea en Worms hablaremos en un próximo capítulo. Las otras ciudades eran las de Worms, Spira y Colonia. En esos sitios en los que el emperador era una figura distante, los judíos contaban con la protección de los obispos que les permitían ejercer libremente sus actividades religiosas y comerciales e impedir los ataques de las turbas y el populacho. A veces lo lograban y en otras oportunidades no. Con el paso del tiempo, los burgueses de las ciudades y el crecimiento de sus actividades mercantiles se resentían de la competencia de los judíos, especialmente como mercaderes, ya fuera porque tenían muchas ventajas sobre los cristianos ya que disponían de una red de relaciones que abarcaban no solo el Lejano Oriente, sino también las regiones dominadas por los musulmanes. Allí, donde podían circular libremente como no podían hacerlo los cristianos, estaban relacionados con las importantes colectividades judías existentes. Por otra parte, los productos elaborados por los judíos eran de mayor calidad de acuerdo a las propias estipulaciones rituales, como el vino, los tejidos y la tradición artesanal que poseían como orfebres, en la elaboración del vidrio y el trabajo del cuero. Todo ello generaría un creciente resentimiento que aumentaría con el paso de los Cruzados. Estos ponían sitio a las ciudades o aldeas donde vivían los judíos y eran acompañados por turbas deseosas de apoderarse de lo que imaginaban cuantiosos bienes de los judíos. Los que no aceptaban la conversión eran muertos o quemados, encerrados en las sinagogas. Los judíos se inmolaban en cierto modo imitando el martirio cristiano o se suicidaban. De estas muertes dan testimonio los llamados “Memorbuch”, libros conmemorativos donde se registraba el nombre de todas las víctimas. Esta historia continuará.