MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Durante los 200 años en que los judíos habían vivido en Inglaterra, un sector de ellos había prosperado: gran parte de los castillos, abadías y universidades que se habían construido en la isla se habían hecho con el dinero que ellos habían proporcionado a la monarquía, a la nobleza, laica o clerical. Lo que es extremadamente interesante y digno de señalar es que, si bien no ha habido una historia más detallada y también más actualizada que la escrita por el historiador inglés Cecil Roth sobre ese período de la historia de los judíos en Gran Bretaña, se ha conservado una documentación muy detallada sobre la cuestión de los negocios, compra-venta y préstamos. Este hecho es bastante sorprendente y notable porque, si bien durante las guerras en las que intervino Inglaterra no ha sido invadida, a pesar de las revoluciones con sus secuelas de destructivas y los terribles bombardeos que causaron una enorme destrucción durante la Segunda Guerra Mundial, los documentos se han conservado: están, existen, dando un testimonio perfecto sobre las actividades de los judíos y la sociedad inglesa de esos tiempos tan lejanos. Y algunos nombres sobre lugares y calles donde habitaron los judíos también, aunque de ellos no había quedado nada.
El historiador Robin Mundill en su libro “Los judíos del rey: dinero, masacre y éxodo en la Inglaterra medieval” sostiene que su existencia fue en gran parte determinada por factores e influencias externas a la propia comunidad judía y que esas condiciones no cambiaron mucho entre 1100 y 1290. De acuerdo a ese historiador, cuando se promulgó el Estatuto de la Judería de 1275, se prohibió el cobro de intereses y la concesión de hipotecas, y con ellos la participación judía en el negocio del mercado de tierras. La historia tradicional que este historiador rebate es que este estatuto destruyó la capacidad económica de los judíos, que finalmente se empobrecieron y que esa fue la razón por la que esta comunidad quebrada y casi destruida fue expulsada en 1290. Mundill sostiene que los judíos fueron capaces de desarrollar una diversificación que les permitió desarrollar sus negocios en Londres, Lincoln, Canterbury, y en otros lugares a través de Inglaterra con productos como los granos y la lana. Esto determinó su prosperidad, así como también se enriquecieron los cristianos haciendo negocios con los judíos, especialmente con el dinero que habían tomado prestado en el período anterior a la promulgación del Estatuto de la Judería… Fue un momento de auge de la agricultura y el comercio. Cualquier persona con dinero debería haber sido capaz sacar provecho de esta circunstancia. Mundill consideró que estos judíos ingleses respondieron a los cambios sobrevenidos con imaginación, con capacidad, resistencia a la adversidad y coraje para afrontar tiempos difíciles…
Los dos mil o algo así judíos que dejaron Inglaterra en 1290 no eran, por lo tanto, un grupo abatido y desmoralizado. Esa no era ni la verdadera situación ni condición de los judíos. El rey Eduardo I, luego de haber expoliado a los judíos (como lo habían hecho su padre y su abuelo), decidió que podía reemplazarlos con los prestamistas lombardos y alemanes porque finalmente había sido persuadido por los integrantes de la iglesia de que estos judíos eran irredimibles, no tenían ninguna intención de dejar de ser judíos. Para 1290, Eduardo creía lo que ya era una convicción de su tiempo extendida por toda Europa: los judíos eran tramposos y pícaros incorregibles por naturaleza, es decir racialmente incorregibles e inaceptables. Un mito racial devastador había echado raíces en Europa occidental.
El historiador Jacques Le Goff en su libro “Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval” puede ayudarnos a comprender mejor lo sucedido en Inglaterrra. Allí sostiene que “. . .uno de los primeros factores de la acentuación del antisemitismo cristiano es la prosperidad urbana. En la ciudad, lugar de contacto y de intercambio, la promiscuidad se acentúa y la Iglesia se esfuerza por impedir que el crisol urbano favorezca toda mezcla judeo-cristiana. Por primera vez, según la documentación conocida, alrededor de 1233 se realiza una encuesta en el obispado de Lincoln para establecer dónde residen los judíos y cuidar de que no haya movilidad del hábitat judío que pueda contaminar el hábitat cristiano. . . El siglo XIII parece haber sido la época culminante del esfuerzo cristiano para convertir a los judíos. Es una actitud tradicional de la Iglesia, pero también es una actitud de las circunstancias. El siglo XIII es un siglo misionero… “
Ahí comenzaron las medidas más restrictivas y excluyentes a las que fueron sometidos los judíos europeos. Y como todos sabemos, esta historia continuará.