LA PALABRA – Los seguidores de estos escritos semanales, sabrán de mi afición a enredarme con los diversos y aparentemente inconexos significados que puede llegar a tener una misma estructura lingüística en hebreo, gracias particularmente a una herencia tan lejana de la nuestra (romance) como son las llamadas huellas “semíticas”. No soy ningún experto en el tema, pero suelo insistir en cómo, en dichas culturas, el lenguaje modula y modela la realidad al conjugarla con el resto de lo conocido.
En esta ocasión acudimos a una raíz formada por las tres letras hebreas Kuf-Reish-Bet (a los interesados por la numerología kabalística, suman 302: 100 de la primera, otros 200 de la segunda y 2 más de la última). Pero, lo que personalmente me resulta llamativo es cómo se encadenan los distintos significados que asume. Por una parte, KaRoB significa cercano, lo que se hace extensible no sólo a posicionamientos materiales, sino también de signo ideal, como cuando la expresión se completa con “mishpajá”, familia. Así, el pariente es un familiar “cercano” en el organigrama de las relaciones de sangre. También puede valer como verbo que indica movimiento de aproximación (KaReB) o como muestra de cercanía en el trato social (KiRBá).
Ahora vamos a lo interesante: la misma raíz (¿casualidad?) significa batalla, lucha, enfrentamiento. Incluso, puede que muchos lectores hayan leído o escuchado sobre una disciplina de artes marciales llamada “KRaB magá”, que no es otra cosa que la traducción literal de “lucha de contacto”. En el ejército israelí, por ejemplo, se distingue a aquellos que pertenecen a unidades combatientes con el nombre de “jaiál” (soldado) KRaBí. ¿Y que se le pide a alguien así? Espíritu de “sacrificio” (haKRaBá). Y entonces, quizás, podamos acercarnos y adelantar (lehitKaReB) una relación ancestral entre la defensa bélica y el tribalismo, entre la batalla y el posible sacrificio del individuo en pro del clan. Ello los convierte en víctimas (KoRBanot). Por decirlo de otra manera, su muerte se entiende como una pérdida que se compensa si el lazo de cercanía (familia, clan, tribu, nación, identidad) sale reforzado.
Quizás, sólo quizás, ese sea uno de los secretos de la tozudez por sobrevivir del colectivo judío (hoy también israelí), más allá incluso de la retórica, la filosofía, la fe y los propios lazos de sangre. Cada batalla nos acerca más unos a otros, cada sacrificio y pérdida acaba vinculándonos aún más. Hasta la próxima (KRoBá) reflexión.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad