“Lustiger, el cardenal judío (Le métis de Dieu)” (2013), de Ilan Duran Cohen (Francia)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guion: Chantal Derudder, Ilan Duran Cohen. Reparto: Laurent Lucas, Aurélien Recoing, Audrey Dana, Pascal Greggory, Grégoire Leprince-Ringuet, Alex Skarbek, Vincent Furic, Henri Guybet, Aurélien Heilbronn, Zbigniew Jankowski, Jean-Noël Martin, Nathalie Richard, Bruno Todeschini
Biopic sobre Jean-Marie Lustiger, hijo de inmigrantes judíos polacos que mantuvo su identidad cultural como judío, incluso después de convertirse al catolicismo y hacerse sacerdote. Tras un rápido ascenso en la jerarquía eclesial, fue nombrado arzobispo de París por el Papa Juan Pablo II, pero siguió reivindicando su doble condición de judío y católico, lo que le granjeó muchas enemistades. Cuando en los años 80 las monjas carmelitas establecieron un convento dentro de las murallas de Auschwitz, lo que provocó un conflicto entre las dos comunidades, Lustiger actuó como mediador entre judíos y católicos.
El argumento parte del nombramiento de Lustiger en 1979 como obispo de Orleans, lugar de su conversión al catolicismo, aunque el telefilm se centra, sobre todo, en el famoso episodio del convento de carmelitas de Auschwitz, episodio que terminó con la orden de Juan Pablo II de trasladarlo a un lugar más alejado del campo de concentración, para no herir la sensibilidad de los judíos. Lustiger tuvo un papel decisivo en esa crisis y en las negociaciones con las asociaciones judías. El otro gran tema de la película es el de la identidad. El director quiere insistir en que los católicos veían a Lustiger como judío, y que los judíos le veían como católico.
Nacido en París el 12 de septiembre de 1926, sus padres, le pusieron como nombre Aaron, en homenaje al abuelo polaco, rabino, que había llegado a Francia poco antes de que estallase la Primera Guerra Mundial. Aaron fue educado de manera estricta pero laica. La familia respetaba las tradiciones judías pero los padres no se consideraban creyentes. La ocupación alemana obligó a la familia a ocultarse en otra ciudad, en Orleans. La madre siguió ocupándose de la mercería que tenían en París y, durante una de sus estancias en la capital, fue denunciada por un vecino. Para ella eso significó la muerte en Auschwitz.
En1949 se convirtió al cristianismo y cambió de nombre. A partir de ese momento será Jean-Marie Lustiger. “Soy católico pero también sigo siendo judío”, dirá años más tarde. Sacerdote desde 1954, Jean-Marie Lustiger fue enviado a La Sorbona y trabajó en la Universidad hasta mayo de 1968. Como párroco de uno de los barrios elegantes de París, entró en contacto con personas que serían importantes para su futuro. En 1979 fue nombrado obispo de Orleans y en 1981 Juan-Pablo II le envió de nuevo a París, entonces como arzobispo. El llamado papa Wojtyla confiaba en Lustiger y se descubrieron puntos comunes: origen polaco, capacidad de comunicación, intransigencia dialogante.
Fue el inspirador y consejero del viaje papal a Jerusalén en el año 2000; el principal responsable de que los obispos franceses reconociesen en 1997 su ceguera o complicidad durante la persecución judía en la Francia de Pétain, y elemento fundamental en la resolución del embrollo creado por unas monjas carmelitas polacas instaladas junto a Auschwitz, el campo de exterminio en el que fue asesinada la madre de Lustiger y que él visitó discretamente por primera vez en 1983. En 1995 fue elegido miembro de la Academia Francesa. Allí se ocupaba de la actualización de todos los términos relacionados con la espiritualidad.
Durante su funeral, unas dos mil personas se concentraron en el exterior de la basílica de Notre Dame durante el kadish, antes de que el féretro fuera introducido en la basílica, donde tres mil personas participaron en la misa oficiada por el arzobispo de París, André Vingt-Trois, en presencia de decenas de arzobispos y obispos de varios países y dignatarios de otras iglesias.
Jonás Moses-Lustiger, sobrino bisnieto del cardenal leyó un salmo, mientras que el recitado del kadish corrió a cargo de un primo del difunto, Arno Lustiger. El joven Jonás, que evocó con emoción su última reunión con el cardenal, depositó sobre el féretro tierra recogida en un monasterio cerca de Jericó y en el jardín del Monte de los Olivos en Jerusalén y llevada al Muro de las Lamentaciones, el Calvario y el Santo Sepulcro, antes de ser sellada en una urna.
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