Mal menor
LA PALABRA – Ahed Tamimi es una joven palestina que ha protagonizado a lo largo de su corta vida muchos vídeos grabados por su propia madre, en los que se la ve agrediendo (con trompadas, bofetadas, patadas, escupitajos y mordiscos) a soldados israelíes. La última vez que lo hizo, a diferencia de las anteriores, había cumplido los 17 años, edad que, para la justicia militar que se imparte en su área de residencia -dado que se trata de unos territorios en disputa (no ocupados ni anexados como la mayoría de medios insisten sesgadamente en denominar)-, la convierte en mayor y responsable de sus actos. Como tal fue sometida a juicio, defendida, sentenciada y encarcelada durante ocho meses. Los medios españoles (entre otros) pusieron el grito en el cielo y la adjetivaron como “menor” aunque, no han tenido el menor reparo en publicar su foto, no sólo la actual sino otras a más tierna edad. No he visto por ello ninguna actuación de los defensores de los derechos de los menores.
La mayoría de edad penal varía mucho según los países, no sólo para ser juzgado y encarcelado, sino incluso para casarse y formar familia. En las sociedades más tradicionales no es extraño que niñas de 12 y 13 años sean obligadas a tener sexo e hijos con hombres mucho mayores con los que la familia pacta una boda. En las sociedades más beligerantes, los adolescentes son reclutados a la fuerza (“niños soldado”) o educados para participar en acciones terroristas. Recientemente un estudio sobre los libros de texto para menores palestinos (no sólo los de Hamás, también los de la Autoridad Palestina) concluye que incitan de forma flagrante al odio al judío y al israelí. De vez en cuando leemos la noticia de un menor muerto o herido mientras participaba en acciones violentas en la valla fronteriza de Gaza con Israel y uno se pregunta si los padres sabían que estaban corriendo ese peligro o, incluso, si no fueron ellos mismos quienes los enviaron allí. Por incomprensible y antinatural que nos parezca, hay madres que sueñan con que sus pequeños y pequeñas se conviertan en mártires asesinos.
La minoría de edad no es un escudo ante el mal, sino campo abonado para la implantación de ideas radicales. La falta de experiencia para valorar las consecuencias de sus actos (que es lo que, en definitiva, los debería hacer inimputables) los convierte en muñecos a los que los fanáticos dan cuerda para actuar como escudos humanos y avanzadilla del mal. Este sacrificio constituye para ellos un “mal menor”, según un principio ético que prefiere inmolar el futuro antes que abandonar la vía de la violencia. Sirva de ejemplo la propia tía de Ahed, Ahlam, que planificó un atentado terrorista en 2001 contra una pizzería en el que murieron 15 personas y 130 fueron heridas, pero que llevó a cabo otra persona. Hoy, como su sobrina y otros miembros de esa familia, protagonizan campañas de manipulación mediática con homenajes como los que recientemente le han brindado el club Real Madrid y el ayuntamiento de esta ciudad. El mal ya tiene nueva princesa.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad