LA PALABRA – Aunque actualmente el mundo se rige en todas latitudes por el calendario gregoriano, la cultura judía sigue vinculada al antiguo calendario hebreo no sólo para contar los años y celebrar las fiestas religiosas, sino también para honrar las efemérides de sus muertos. Puede parecer un anacronismo poco eficaz, pero no mucho menos que el que poseemos con meses de duración bastante caprichosa, incluidos bisiestos cada cuatro años.
Si bien el calendario hebreo sigue una serie de cómputos (hoy diríamos, un algoritmo) más complejo, con ciclos de 19 años incorporando meses bisiestos, es mucho más “natural”. Hace miles de años se conocía perfectamente la duración del año solar (simplemente señalando en el suelo la sombra que arroja una estaca inmóvil y contar los días que pasan hasta que vuelva a coincidir) y los ciclos lunares (de una luna llena a otra pasan 29 días y medio). Lo lógico es que se organicen meses de luna en luna, alternando su duración entre los de 29 y de 30 días. Lo que ya no es tan natural, sino un invento hebreo (actualmente en vigor en todo el planeta) es la semana de siete días, que deriva de la propia Torá, consagrando el shabat.
Y así como los días “judíos” comienzan con la oscuridad recordando el principio de los tiempos y cómo la luz fue una Creación posterior a las tinieblas, los meses de nuestro calendario no comienzan por la luna más visible sino por la más ausente, como en Rosh Hashaná (la “cabeza de año” judío) que da inicio al mes de tishréi (o tishrí, según algunas pronunciaciones). Eso sí: las principales efemérides coinciden con el máximo resplandor lunar, o sea, el día 15 del mes. Hace poco celebramos una fiesta no mencionada en la Biblia sino en el Talmúd, el “año nuevo de los árboles”, el 15 del mes de shvat que coincidió con la luna llena de febrero de 2020. Para las fechas no se usan números (que son un invento que llegó a occidente más tarde de establecerse el calendario hebreo), sino letras con valor numérico según su posición en el alfabeto. Si bien el “15” debería componerse con la letra “yod” (=10) y “hei” (=5), se evita esta conjunción porque forma parte del nombre explícito de Dios y, por tanto, no debe pronunciarse en vano. En su lugar, se forma el “15” con “tet” (=9) y “vav” (=6), que suman lo mismo y se pronuncian T’U. De allí, las fechas de Tu biShvat (recién referida): literalmente, “el 9+6 en shvat”.
El T’U del próximo mes (la noche del 9 de marzo, T’U del mes de Adar) nos espera Shoshan Purím y, en la luna llena siguiente (T’U de Nisán), nada menos que Pésaj. En torno a septiembre u octubre cae el mencionado mes de tishrei que en su 15ª noche inaugura Sucot. Además, hay una fiesta menor, una especie de “día de los enamorados” el 15 del mes de ab, en torno a agosto. Son fechas señaladas en el cielo, noches de luz que nos invitan a celebrar respectivamente la naturaleza, la salvación del genocidio, el sentido de formar parte de un mismo pueblo, de superar las penurias juntos y del amor que lo haga perdurar. Una manera colectiva de decir, como aquel chachachá: “Me importas T’U”.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad