SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ – Metrópolis, de Fritz Lang.
Miguel Pérez
“Yo aspiro a dejar algo sembrado en el público”. Fritz Lang (Viena, 1890) aplicó esta máxima a toda su singular producción cinematográfica y vaya sí consiguió su objetivo. Todas y cada una de sus películas han dado con los años paso a múltiples lecturas; desde su sentido estético hasta su significado emocional o su tipo de pensamiento. Ninguna ha dejado indiferente y, como se verá, esto afecta incluso a algunos de los más sanguinarios personajes de la Historia. Pero si es preciso quedarse con un título que resuma como ningún otro el sello de la casa Lang, ese es ‘Metrópolis’.
Una de las primeras paradojas de la vivencia entre este filme y su director es que, pese a haber pasado a los anales de la cinematografía como una obra maestra única, a su autor no le reportó ni grandes beneficios ni un premio a la altura. Al contrario, fue un fracaso cuando se estrenó en Alemania y Fritz Lang pasó muchos años disgustado por la escasa amabilidad que la cuna de la cinematografía estadounidense le deparó tiempo depués, pese a que muchas décadas más tarde ‘Metrópolis’ acuñara homenajes de todo tipo, bien en forma de rendidas declaraciones de admiración, bien en forma de guiños en cientos de películas. Si incluso el cartel es el más reconocido del séptimo arte, a lo que indudablemente ayudan las cualidades artísticas del expresionismo alemán y el indudable halo tecnológico de la ciencia ficción, más propio de un visionario que de un tenaz y duro artesano del celuloide.
El argumento contenido en la película es, en cierta medida, muy simple a los ojos de hoy, pero todo un desafío enormemente complejo en 1927, cuando se rodó. De entrada, Lang sitúa la acción en el siglo XXI. Y hace nacer la ciencia ficción cuando ‘Alien’ ni siquiera había nacido, en plena época del cine mudo. Segundo, la enmarca en una megalópolis, un concepto hasta entonces poco o nada visitado en un mundo mágico de ciudades de tamaño medio, aldeas rurales y bosques, pero que al director austriaco (luego nacionalizado alemán) se le ocurrió cuando contemplo Nueva York por primera vez desde el barco que le llevaba del Viejo Continente. Y luego está la narración en sí, una especie de Romeo y Julieta en plena Revolución Rusa.
La megalópolis consta de dos capas, dos sociedades, dos universos: un gueto subterráneo donde viven los obreros y una autoridad formada por intelectuales y dirigentes que detenta el poder a su manera en la superficie. La lucha de clases está dormida hasta que un robot jalea un día a los trabajadores para que se rebelen contra el poder. Y ahí entrarán en juego Freder, interpretado por el actor Gustav Fröhlich, el hijo del principal gobernante de la ciudad, y María (la prometedora Brigitte Helm, cuya carrera artística resultó finalmente efímera pese a acuñar títulos importantes del cine de la época), una joven de origen humilde que con Freder conseguirán, o no, evitar una colisión entre los dos mundos sociales que operan en Metrópolis.
Hoy, repetidos hasta la saciedad los esquemas de la lucha entre pobres y ricos o la de los Montescos y Capuletos, en innumerables películas, ‘Metrópolis’ puede antojarse como un argumento voluntarioso, pero realmente inocente. Sin embargo, nada es así porque Fritz Lang se dispuso aquí a sembrar todo tipo de semillas. Los estudiosos de este filme han dibujado una lectura de amplio espectro en la que ven desde las tesis marxistas y nacionalsocialistas hasta quienes dicen que carece de todo valor ideológico y que en realidad se trata de un cuento futurista sobre el valor de los sentimientos por encima de la cabeza. Probablemente haya algo de todo, salvo que carece de fundamento ideológico porque incluso si solo revalidara la importancia del amor sobre lo material estaría adelantándose varias décadas al ‘verano del amor’ y el festival de Woodstock. Y si ahí no hubo una potente corriente ideológica, tanta que pervive hasta la actualidad, entonces es que Bob Dylan y Joan Baez fueron un invento de la Casa Blanca.
Para comprender ‘Metrópolis’ también hay que comprender a su autor. Lang fue un hombre siempre en el filo, Combatió en la Primera Guerra Mundial y resultó herido. Su primera mujer se suicidó. La segunda, Thea Von Harbou, escritora y autora del guión de ‘Metrópolis’, se descubrió como una fiel seguidora del nazismo, lo que el cineasta aborrecía y que motivó su separación.Y no fue éste su único encuentro con el III Reich. Un encuentro delirante, cabría decir. Porque Hitler admiraba ‘Metrópolis’, pero al mismo tiempo su régimen prohibía otras películas de Fritz Lang. Y en medio de esa paranoia, el propio Goebbels ofreció al director hacerse cargo de la gran compañía cinematográfica alemana UFA; ofrecimiento que Lang rechazó para a continuación irse rápidamente a vivir a Estados Unidos, consciente de los gravísimos riesgos que entrañaba su negativa, máxime tratándose del hijo de una mujer judía luego convertida al catolicismo. Respetado por su cinematografía, en Estados Unidos no logró sin embargo el beneplácito absoluto de una industria en la que su afán de independencia profesional, su meticulosidad en el trabajo y su nula capacidad para la diplomacia no terminaban de encajar. Por si fuera poco, hasta el comité de actividades antiamericanas se cebó con él.
‘Metrópolis’ fue el germen del cine fantástico. Mucho antes que George Lucas con ‘Star Wars’, el director austriaco ya tuvo su propio robot y unos efectos especiales rudimentarios pero muy convincentes. Y sin ordenadores ni magia digital. El filme es también una representación genuina del expresionismo alemán, pero un expresionismo crepuscular, de transición y fusión con el gótico y otros conceptos que Lang introdujo a su manera y que han sido asumidos hasta el día de hoy por numerosos directores. Entre ellos, la linealidad geométrica, las simetrías o las coreografías de masas, que muchas veces recuerdan al cine ruso.‘Metrópolis’ arroja así momentos visualmente muy poderosos, como la megalópolis que ocupa la autoridad, de un surrealismo futurista que el director conseguía recurriendo a conceptos del expresionismo como la iluminación o la deformidad de los volúmenes, además de a unas pequeñas maquetas que daban perspectiva y profundidad a la ciudad de los rascacielos. Si se suma a ello unos momentos en interiores sofocantes y cargados de tensión (la escena de la linterna o cualquiera de las que suceden en la fábrica), cualquiera pensaría que ‘Metrópolis’ podría haberse titulado tranquilamente ‘Nostromo’.
Ficha técnica
Título: ‘Metrópolis’
Año: 1927
Duración: 150 minutos
Nacionalidad: alemana.
Director: Fritz Lang.
Guión :Thea von Harbou, autora del libro homónimo.
Música: Bernd Schultheis y, Gottfried Huppertz. Giorgo Moroder haría una revision décadas más tarde.
Productora: UFA
Protagonistas: Gustav Fröhlich, Brigitte Helm, Alfred Abel, Rudolf Klein-Rogge, Fritz Rasp, Heinrich George, Grete Berger, Heinrich Gotho, y Georg John.