Neo-antisemitismo: el despertar de la bestia, de Bryan Acuña

CON-TEXTO – El 1 de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante la Resolución 60/7 decidió señalar el 27 de enero de cada año como el “Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto”, por lo que desde hace más de una década en esa fecha se realizan actos de corte político en los que se hace alguna mención a la conmemoración, aunque por lo general en ciertas esferas, se pretende manchar la memoria de las víctimas al mezclar la shoá con los conflictos actuales del Medio Oriente o con el insistente negacionismo que toma fuerza entre grupos principalmente de carácter judeófobo, algunos de los cuales ocultan su odio al judaísmo criticando la ideología política del sionismo de forma general. En general desconocen que existen diferentes ramas de dicha ideología, pero eso es tema de otro artículo.
En este año 2016, se puede señalar una desagradable diferencia con otras conmemoraciones. La persecución contra los judíos en Europa preocupa a esta minoría que ha visto el despertar de una gran bestia que nunca ha sido exterminada; el antisemitismo. Este duerme por épocas, sus crías eventualmente atacan y, ante las grandes crisis sociales, económicas y culturales, se levanta con gran fuerza, bien alimentada por las circunstancias que vive esa región. Ese terrible monstruo se hace acompañar en la actualidad de otra criatura que no tiene un amo fijo y que sirve a los intereses del odio; ese ente inestable es la islamofobia. Su volatilidad sirve para los intereses de los antisemitas de todos los bandos. Le funciona a la extrema derecha europea, blanca y cristiana. Le sirve a la izquierda “buenista” y extrema que mezcla el supuesto apoyo de la causa palestina y la defensa de naturaleza “humanitaria” de los inmigrantes musulmanes hacia Europa, y a quienes en sus discursos usan el antisemitismo solapado de “anti-sionismo” junto con el discurso de que los europeos deben tener las puertas abiertas a estos migrantes como compensación a décadas de colonialismo y acusando de islamofobia a quienes no quieren permitir estas migraciones masivas. También favorece a los grupos islamistas que han estado absorbiendo las grandes masas de musulmanes inmigrantes que han llegado al continente, algunos en carácter de “refugiados” y otros como parte de una campaña de islamización promovida por clérigos musulmanes del Medio Oriente y otros lugares que se encuentran en Europa expandiendo el germen del odio, como por ejemplo el abogado y religioso islamista Anjem Choudary.
El resultado de este antisemitismo en el último año se traduce en oleadas de inmigrantes desde Europa hacia Israel y otros países occidentales no europeos, con el ejemplo de Francia, donde en cerca de cinco años han migrado cerca de trece mil personas, movidos por los actos de odio contra la comunidad francesa que es la más grande de Europa y la tercera más grande del mundo (superada sólo por Israel y los Estados Unidos). Los atentados terroristas contra el colegio de Toulouse en el 2012, el ataque contra la sinagoga Don Isaac Abravanel en julio 2014 durante una marcha pro-palestina, también el atentado contra el Super Casher (junto con el ataque a la revista Charlie Hebdo) en enero de 2015, así como el ocurrido en París el 13 de noviembre del mismo donde se incluyeron objetivos judíos, se han convertido en algunos de los detonantes para una masiva salida de judíos de este país. Pero en otros países europeos, la actitud antisemita y los actos violentos también han sido frecuentes. Por ejemplo en Ucrania, en la región de Donetsk, donde los mensajes contra los judíos han preocupado a la comunidad. Otro ejemplo fue en marzo de 2014, cuando el rabino Hillel Cohen de la organización Hatzalah fue agredido en Kiev. El 25 de febrero del mismo año, la sinagoga Gymat Rosa en Zaporizhia fue atacada con bombas incendiarias. En Alemania en el año 2015 se reportó un crecimiento de los ataques de corte judeófobo en un 25% principalmente a manos de turcos y de inmigrantes árabes. La Liga Anti Difamación (ADL) informó que para ese mismo año, el porcentaje de población de Europa Occidental con actitudes antisemitas era del 24%, siendo Grecia (con un 69%) el país con mayor cantidad de gente con ideas negativas sobre los judíos, y Suecia el de niveles menores (4% de la población). Por su parte, en Europa Oriental, los polacos (con el 45%) son quienes presentan el mayor nivel de judeofobia de la zona, y la República Checa (con el 13%) los que menos posiciones presentaban contra el judaísmo, del poco alentador 34% general de la región.
Y es determinante que, además de los actos de los judeófobos locales, las poblaciones migrantes que se han ubicado en Europa traen también el virus del odio judío. El mismo análisis del 2015 indica que al menos un 74% de los ciudadanos del Medio Oriente y el Norte de África tienen ideas negativas del judaísmo, una actitud que acarrean desde la conquista islámica de la región donde, por ejemplo, en el siglo XVI los judíos de Persia eran obligados a vivir en zonas separadas de la ciudad por considerarlos impuros, además de sufrir otras vejaciones y sometimiento a la legalidad islámica por su condición de “dhimmis”; no musulmanes que pueden vivir bajo la tutela islámica pero sometidos a una normativa diferenciada. La mayoría de musulmanes del Medio Oriente y el Norte de África no han visto nunca a un judío: la cantidad de judíos en la región no es tan amplia para tener contacto con ellos. Salvo Irán, con aproximadamente diez mil personas de esta fe, los demás países no cuentan con un número considerable de esta población que les permita decir que han visto uno; pero la propaganda y las enseñanzas de los clérigos han generado conceptos muy negativos, al punto de que se les compara con monos o cerdos, por ejemplo, en el sistema educativo de Arabia Saudita, o en los sermones de algunos religiosos egipcios, entre otros. Ocurre también allí donde la hostilidad no permite que sean muy abiertos a expresar su fe o donde al sufrir alguna violencia no tengan muchas posibilidades de declarar por evitar hostilidades, como ocurrió a mediados del mes de enero cuando en una sinagoga de Teherán se derrumbó una de sus paredes y se dañaron los rollos de la Torá, y por temor no se han querido referir a esto como una situación “no accidental”. Otro caso es el la disminuida comunidad judía libanesa que prefiere mantener el anonimato y orar en silencio en sus hogares, temerosos del ostracismo y la hostilidad.
Este pensamiento es el que muchos inmigrantes que se han movilizado a Europa llevan como elemento adicional, y que atiza el odio y los ataques contra comunidades que han intentado levantarse después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, por lo que desde varias esferas políticas y religiosas del liderazgo judío se predica que ahí los judíos ya no tienen nada qué hacer, que salgan ya, como la advertencia que se hizo antes que los nazis comenzaran su plan de conquista y exterminio. Esa bestia solo parecía muerta, en realidad se ha conservado alerta esperando una nueva oportunidad para dar un nuevo zarpazo y con sus afiladas garras de nuevo arrasar con los valores de nuestra sociedad.

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