No en nuestro nombre
LA PALABRA – Los que reciben estos artículos editoriales, conocerán ya de sobra el carácter iracundo e indignado de mucho de ellos. Como es lógico, a lo largo del tiempo, han sido muchos los lectores que han respondido a estas columnas: en general con muestras de apoyo e identificación, pero algunos en sonoro desacuerdo con lo expuesto. No suelo responder, más que nada por cuestiones de tiempo, que prefiero invertir en el colosal desafío que supone sacar adelante un medio tan transversal y universal en sus limitaciones como el nuestro.
Sorprendentemente (al menos para mí) no todos nuestros seguidores lo hacen por amor, interés o curiosidad por el judaísmo, algunos por todo lo contrario, como aquel que nos acusa de defender en nuestra programación la existencia del pérfido y genocida Estado de Israel. Y, dentro de esa categoría de críticos, me he topado en más de una ocasión con judíos que se han tomado la molestia de escribirme para dejar claro que no debemos hablar en nombre de los judíos si defendemos la existencia de Israel. “No en mi nombre” es su lema más habitual y el que resume su postura en contra del sionismo. Quiero aprovechar este espacio para responderles.
Primero, reconoceré sin ambages la acusación: defendemos la existencia de Israel. Faltaría más. Nuestra humilde iniciativa mediática surge justamente de esa necesidad ante la falta de equidad en los medios nacionales: prensa, TV y radio, siendo un órgano de comunicación de la Federación de Comunidades Judías de España. Seguramente habrá en nuestro país judíos que no compartan esta visión, pero no están agrupados en ninguna organización en la que se verifique que los que así se llaman realmente son judíos. En otros países sí existen organizaciones de judíos anti-sionistas (los más conocidos y “populares” en los noticieros de todo el mundo son los ultra-ultra-ortodoxos de Neturei Karta, que negocian incluso con grupos terroristas como Hamás, aunque su rotunda oposición al sionismo no nace de ninguna de las razones esgrimidas por los progresistas del mundo, sino del mesianismo más radical e intransigente).
En cualquier caso, dichas organizaciones son minoritarias en todos los países donde los judíos tienen libertad para expresarse (un ejemplo de lo contrario: los judíos de Irán). De allí que el “No en mi nombre” pierda todo su sentido más allá de la pataleta individual; la misma que puede darle a cualquier ciudadano de un país democrático que haya votado a un partido con resultados minoritarios ante las decisiones del gobierno. La inmensa mayoría de las organizaciones judías del mundo son sionistas, es decir, defienden el derecho de los judíos a tener un estado propio: el que Naciones Unidas votó por crear en 1947 y reconoció al año siguiente. ¿Que si se puede criticar a Israel? Por supuesto que sí: igual que a Francia, Ruanda, Vietnam o Uruguay. Eso sí: sin poner en duda el derecho de israelíes, franceses, ruandeses, vietnamitas o uruguayos a disponer del estado que han decidido crear en algún momento de su historia.
Estar en contra de este derecho sólo para el caso de los judíos está tipificado hace tiempo como judeofobia o antisemitismo. A esa discriminación, la mayoría del mundo judío respondemos: “No en NUESTRO nombre”. Viva la diferencia
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad