EL BUEN NOMBRE, CON ALEJANDRO RUBINSTEIN – En el año 587 a.e.c. el rey caldeo de Babilonia, Nabucodonosor, invadió el reino de Judá ante la negativa del rey Jeconías a pagar los tributos, destruyendo el primer Templo de Jerusalén y llevándose consigo al pueblo a un exilio que se prolongó hasta el 537 a.e.c. y que quedó marcado a fuego en la memoria colectiva y en la Biblia. Allí los judíos adquirieron nombres vernáculos, algunos de los cuales perduraron después del retorno, como Esther, Mordejai o Zerubabel, pero también Nejemiá, Ezrá, Shabtai, Querub y hasta el propio Yeshu, que la tradición cristiana convertiría en Jesús.