“Nuestra Señora de París” [El jorobado de Notredame] (1923), producida por Irving Thalberg
SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –
Una antigua máxima asegura que existen en el cine más historias detrás que delante de la pantalla. El aserto cobra sentido cuando se trata de Irving Grant Thalberg, el ‘chico maravilloso’, productor y visionario al que puede considerarse una de las figuras más importantes de la naciente industria cinematográfica, pese a un carácter discreto que le mantuvo siempre en un segundo plano público y le llevaba incluso a no aparecer en los créditos de muchas de sus producciones. Su vida fue intensa, pero desgraciadamente breve: nació en Nueva York en 1899 y murió en California en 1936 después de padecer desde niño los efectos de unas fiebres reumáticas que afectaron a su corazón. Sin embargo, su frágil salud contrastaba poderosamente con su fervor en el trabajo. Su importancia es tal en la historia de Hollywood, que desde hace ochenta años se concede un premio con su nombre a profesionales de la producción que acumulan méritos destacados.
Thalberg procedía de una familia judía que emigró de Alemania y se asentó en Nueva York. Concretamente, en Brooklyn. No es éste un dato baladí. El productor formó parte de Universal y, más tarde, de la Metro-Goldwyn-Mayer, dos de las grandes ‘majors’ de Hollywood que cimentaron buena parte de su colosal popularidad en su capacidad de narrar historias vinculadas a lo que más tarde se conocería como el ‘american way of life’. Buena parte de esa semilla se cultivó en Brooklyn, uno de los destinos fuertes de la emigración en Estados Unidos, hasta el punto de que en el siglo XIX fue una de las urbes más pobladas de todo el país.
Nada es por casualidad. Thalberg nació justo cuando Brooklyn se anexionó con la ciudad de Nueva York. Algunos de aquellos niños que se criaron allí probaron fortuna a principios del siglo XX en los estudios y las salas de proyección que se propagaban a gran velocidad por Estados Unidos. Habían nacido y crecido con familias que buscaban su lugar en un nuevo mundo, que formaban parte fundamental del desarrollo de la Gran Manzana, dotadas de sólidos valores morales que se inculcaban a los hijos para procurarles un buen porvenir y que sabían cómo rascar en la superficie para encontrar su porción de felicidad; terreno abonado para las grandes producciones del cine de evasión. Basta contemplar ‘Erase una vez en América’ para entender tal filosofía social. O saber que incluso el Capitán América nació en Brooklyn.
‘El chico maravilloso’, como se le apodaba a Thalberg, fue también a su modo un superhéroe. Comenzó su carrera profesional como secretario de Carl Laemme, el jefe de Universal. Y a los 25 años ostentaba ya la vicepresidencia de la Metro, con Louis B. Mayer a la cabeza del emporio. En plena era del cine mudo, transformó la manera de rodar una película. La base eran buenos guiones, que Thalberg seleccionaba personalmente, y buenos actores que los llevaran a cabo. Quería películas que entroncaran con el sentir popular del ciudadano de la calle. Adivinó que el séptimo arte tenía vocación de espectáculo de masas. Lo importante era hacer películas para la gente común. Y, sobre todo, que fueran buenas, eliminando barreras entre lo cualitativo y lo cuantitativo. También era una visionario que quería avanzar y evitar que la industria terminara enroscada como una serpiente mirándose el ombligo.
Una de las primeras víctimas de ese nuevo escenario fue Erich von Stroheim, que acabó fuera de Universal por negarse a recortar la increíble duración de sus películas. Stroheim era uno de los tótems del cine mudo, pero Thalberg había instaurado una nueva regla que pervive a día de hoy: el productor es el que manda. Al otro lado de la balanza, directores como King Vidor, actrices como Greta Garbo o actores como Charlton Heston, Lon Chaney o los hermanos Marx resultaron beneficiados, pues cumplían el perfil necesario para realizar las películas que precisaba Hollywood y el mundo. ‘Ben-Hur’, ‘El gran desfile’, ‘Mata-Hari’ o ‘El motin de la Bounty’, entre un centenar de títulos, son hoy obras muy significativas en el desarrollo de la cinematografía. La muerte le sorprendió cuando preparaba ‘Un día en las carreras’, protagonizada por los hermanos Marx y con la que pretendía repetir el éxito de ‘Una noche en la ópera’, estrenada dos años antes.
‘Nuestra Señora de París’, o ‘El jorobado de Notre Dame’, como fue titulada originalmente, es una muestra de la personal visión de Thalberg en funciones de producción. De hecho, se trata de la primera película donde el productor asume el mando absoluto del rodaje. Cumple con otros parámetros de la Universal de Thalberg: un guión indiscutible –de hecho, versiona la famosa novela de Víctor Hugo– que aúna drama, romanticismo, terror y fantástico, y unos protagonistas con nombre,especialmente Lon Chaney, que logró la mejor interpretación de Quasimodo hecha hasta la actualidad. Patsy Ruth Miller le daría la réplica como la bailarina Esmeralda. Los estudios no repararon tampoco en gastos a la hora de construir unos decorados de impacto. La dirección corrió a cargo de Wallace Worsley, un eficaz artesano que, además, tenía muy buena química dirigiendo a Chaney. Si observan los créditos iniciales, comprobarán que Thalberg, una vez más, no aparece y deja el sello de productor completamente a nombre de Carl Laemme. La película fue otro éxito en la carrera del joven criado en Brooklyn. Y la última que hizo con Universal. Hoy, ‘El jorobado de Notre Dame’ es una película que forma parte del patrimonio cultural estadounidense, aunque haya envejecido materialmente mal: la fragilidad del soporte ha hecho que la mayoría de las copias se hayan perdido o deteriorado en parte de su metraje.
Ficha técnica
Título: ‘El jorobado de Notre Dame’ (también titulada según qué versión como ‘Nuestra Señora de París’)
Dirección: Wallace Worsley
Producción: Carl Laemmle, Irving Thalberg
Reparto: Lon Chaney, Patsy Ruth Miller, Norman Kerry, Nigel de Brulier y Brandon Hurst.
Guión: Edward T. Lowe y Perley Poore Sheehan, basado en la novela homónima de Victor Hugo.
Año: 1923
País: Estados Unidos
Duración: 133 minutos en el original, aunque la mayoría de las copias han perdido metraje por deterioro.
Género: Drama.