Pésaj, una fiesta de cuestionar (y tzadik-lamed-jet)

HEBREO VIVO AL HABLA, CON RUBÉN FREIDKES – La liberación de los judíos del yugo de la esclavitud del faraón de Egipto, la travesía en el desierto camino a la tierra prometida y la recepción de las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí son sin duda los aspectos más conocidos de la festividad de Pésaj. Y con razón. Aunque un aspecto no menos esencial, que no adquiere el protagonismo que se merece, es el aspecto del cuestionamiento, el de preguntar, indagar, debatir, en otras palabras: el de aprender preguntando.
A continuación intentaré lanzar luz a este aspecto con la ayuda de célebres “colaboradores”. Entre los textos tradicionales de lectura durante la festividad de Pésaj encontramos una que habla acerca de 4 tipos de hijos: el sabio, el malvado, el ingenuo y quien no sabe preguntar. Destaco al ingenuo con las siguientes palabras: “El ingenuo dice: ¿qué es esto?” (de la Hagadá de Pesaj). Isidoro Rabi, el físico judío norteamericano, que ganó el Premio Nobel, contaba: “Mi madre me trasformó en científico sin habérselo propuesto. Todas las madres judías de Brooklyn acostumbraban preguntar a su hijo: “¿Y?, ¿aprendiste algo nuevo en la escuela, hoy?”. No así mi madre, ella siempre me preguntaba una pregunta distinta: “Izi, ¿preguntaste una buena pregunta hoy?”. Esa diferencia- formular buenas preguntas- es la que me hizo científico”.
El escritor israelí Amos Oz se refiere a la posibilidad de elegir una identidad y vivir según esos principios. “Los judíos en cada generación eligieron ser judíos, ya sea cumpliendo los preceptos o por diferentes caminos. El pueblo judío existe hace miles de años gracias a las múltiples elecciones personales que millones de judíos realizaron en cada generación. La Torá, las mitzvot, los idiomas que hablaron, sus sentimientos y su creatividad, la memoria colectiva son el fruto de la decisión de continuar y no salir. Sólo cuando la puerta está abierta, se puede elegir una identidad propia y voluntaria”.
Se cuenta que cuando un rabí jasídico asumió la conducción de la comunidad tras la muerte de su padre, comenzó a hacer cambios en los rituales. Después de unos meses se acercaron los ancianos de la kehilá y lo increparon: ¿Por qué no te conduces según las costumbres de tu padre que fue un tzadik? Los miró y les respondió: al contrario-yo me comporto tal como lo hizo mi padre: cuando asumió la conducción de la comunidad cambió las costumbres de su padre. Así resulta el equilibrio entre la innovación y la continuidad de generación en generación: por un lado conservamos las tradiciones de nuestros padres, sus conductas y valores. Por otro lado hacemos pequeños cambios según nuestra visión del mundo acorde al tiempo nuevo.
Itzjak Rabin, comandante de Tzahal (Ejército de Defensa de Israel) en 1967, durante la Guerra de los Seis Días opinaba: “La guerra es un asunto difícil y cruel, lleno de sangre y lágrimas. A pesar de los festejos por la victoria, no podemos alegrarnos plenamente, sin sentir en nuestros corazones tristeza. Algunos ni siquiera festejan. Muchos soldados vieron con sus propios ojos no sólo la victoria sino también el precio de la misma. Muchos de sus compañeros cayeron y también el enemigo sintió un tremendo pesar. El pueblo judío no celebra la alegría de la victoria y la conquista, sino con sentimientos mezclados. Pues está escrito: ‘No te regocijes cuando cae tu enemigo, no sea que Dios lo vea y aparte su ira de él hacia ti’ (Extraído de la Hagadá Israelít)”
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