Proverbios 6: avales, pereza, malas compañas y adulterio
HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Proverbios 6.
Hijo mío, si
das fianza por tu amigo
o te haces responsable de un extraño,
tú solo te pones la trampa:
quedas atrapado en tus propias palabras.
Para librarte, hijo mío,
pues estás en las manos de otro,
haz lo siguiente:
trágate el orgullo y cóbrale a tu amigo.
No te duermas,
no te des ni un momento de descanso;
huye, como un venado del cazador;
huye, como un ave de la trampa.
Anda a ver a la hormiga, perezoso;
fíjate en lo que hace, y aprende la lección:
aunque no tiene quien la mande
ni quien le diga lo que ha de hacer,
asegura su comida en el verano,
la almacena durante la cosecha.
¡Basta ya de dormir, perezoso!
¡Basta ya de estar acostado!
Mientras tú sueñas y cabeceas,
y te cruzas de brazos para dormir mejor,
la pobreza vendrá y te atacará
como un vagabundo armado.
El que es malvado y perverso
anda siempre contando mentiras;
guiña los ojos,
hace señas con los pies,
señala con los dedos;
su mente es perversa,
piensa siempre en hacer lo malo
y en andar provocando peleas.
Por eso, en un instante le vendrá el desastre;
en un abrir y cerrar de ojos
quedará arruinado sin remedio.
Hay seis cosas, y hasta siete,
que el Señor aborrece por completo:
los ojos altaneros,
la lengua mentirosa,
las manos que asesinan a gente inocente,
la mente que elabora planes perversos,
los pies que corren ansiosos al mal,
el testigo falso y mentiroso,
y el que provoca peleas entre hermanos.
Hijo mío, guarda siempre en tu memoria
los mandamientos y enseñanzas de tus padres.
Llévalos siempre sobre tu corazón,
átalos alrededor de tu cuello;
te guiarán cuando andes de viaje,
te protegerán cuando estés dormido,
hablarán contigo cuando despiertes.
En verdad, los mandamientos y las enseñanzas
son una lámpara encendida;
las correcciones y los consejos
son el camino de la vida.
Te protegerán de la mujer malvada,
de las palabras melosas de la mujer ajena.
No permitas que su belleza encienda tu pasión;
¡no te dejes atrapar por sus miradas!
La prostituta va tras un bocado de pan,
pero la adúltera va tras el hombre que vale.
El que se echa fuego en el pecho,
sin duda se quema la ropa.
El que camina sobre las brasas,
se quema los pies.
El que se enreda con la mujer ajena,
no quedará sin castigo.
Nadie desprecia al ladrón
que roba para calmar su hambre;
aunque si lo encuentran robando,
tendrá que devolver siete veces lo robado,
y aun tendrá que dar todo cuanto tenga.
¡Qué imprudente es el que anda con la mujer ajena!
¡El que lo hace se destruye a sí mismo!
Tendrá que afrontar golpes y ofensas,
y no habrá nada que borre su deshonra.
Porque el hombre celoso es como un fuego,
y no perdona a la hora de vengarse;
no acepta desagravio alguno,
ni se calma ante muchos regalos.