HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN –
Proverbios 7
Obedece mis palabras, hijo mío;
guarda en tu mente mis mandamientos.
Obedece mis mandamientos y enseñanzas;
cuídalos como a las niñas de tus ojos, y vivirás.
Átalos a tus dedos,
grábatelos en la mente.
Haz de la sabiduría tu hermana,
haz de la inteligencia tu amiga.
Ellas te librarán de la mujer adúltera,
de la extraña de palabras seductoras.
Un día estaba yo mirando
entre las rejas de mi ventana
a unos jóvenes sin experiencia,
y me fijé en el más imprudente de ellos.
Al llegar a la esquina cruzó la calle
en dirección a la casa de aquella mujer.
La tarde iba cayendo,
y comenzaba a oscurecer.
De pronto la mujer salió a su encuentro,
con toda la apariencia y los gestos de una prostituta,
de una mujer ligera y caprichosa
que no puede estarse en su casa
y que anda por calles, plazas y esquinas
esperando atrapar al primero que pase.
La mujer abrazó y besó al joven,
y descaradamente le dijo:
«Yo había prometido sacrificios de reconciliación,
y hoy he cumplido mi promesa.
Por eso he salido a tu encuentro;
¡tenía ganas de verte, y te he encontrado!
Sobre mi cama he tendido
una hermosa colcha de lino egipcio,
la he perfumado con aroma
de mirra, áloe y canela.
Ven, vaciemos hasta el fondo la copa del amor;
gocemos del amor hasta que amanezca,
pues mi esposo no está en casa:
ha salido para un largo viaje;
se ha llevado una bolsa de dinero
y no volverá hasta el día de la luna llena.»
Sus palabras melosas e insistentes
acabaron por convencer al muchacho,
que sin más se fue tras ella:
como un buey rumbo al matadero,
como un ciervo que cae en la trampa
y al que luego una flecha le parte el corazón;
como un ave que se lanza contra la red
sin saber que eso le va a costar la vida.
Así pues, hijo mío, escúchame;
presta atención a mis palabras.
No desvíes hacia esa mujer tus pensamientos;
no te pierdas por ir tras ella,
porque a muchos los ha herido de muerte;
¡sus víctimas son numerosas!
Tomar el camino de su casa
es tomar el camino de la muerte.
Proverbios 8
La sabiduría clama a voz en cuello;
la inteligencia hace oír su voz.
Se para en lo alto de las colinas,
se detiene donde se cruzan los caminos,
se hace oír junto a las puertas,
a la entrada de la ciudad:
«Para ustedes los hombres
van estas palabras mías.
Jóvenes inexpertos y necios,
¡aprendan a ser prudentes y entendidos!
Atiendan, que voy a decirles
cosas importantes e irreprochables.
Lo que voy a decir es la verdad;
no me gusta hablar mentira.
Todas mis palabras son justas;
no hay en ellas la menor falsedad.
Para el inteligente y entendido,
mis palabras son claras e irreprochables.
En vez de plata y oro fino,
adquieran instrucción y conocimiento.»
Vale más sabiduría que piedras preciosas;
¡ni lo más deseable se le puede comparar!
«Yo, la sabiduría, habito con la inteligencia,
y sé hallar los mejores consejos.
Honrar al Señor es odiar el mal.
Yo odio el orgullo y la altanería,
el mal camino y la mentira.
En mí están el plan y su realización,
yo soy el buen juicio y la fuerza.
Gracias a mí reinan los reyes
y los gobernantes establecen el derecho.
Gracias a mí dominan los jefes de Estado
y dictan sentencia las autoridades.
Yo amo a los que me aman,
y los que me buscan, me encuentran.
Yo doy riquezas y honra,
grandes honores y prosperidad.
Lo que yo doy es mejor que el oro más refinado;
lo que yo ofrezco es mejor que la plata más fina.
Yo voy por el camino recto,
por las sendas de la justicia.
A los que me aman les doy su parte:
lleno sus casas de tesoros.
»El Señor me creó al principio de su obra,
antes de que él comenzara a crearlo todo.
Me formó en el principio del tiempo,
antes de que creara la tierra.
Me engendró antes de que existieran los grandes mares,
antes de que brotaran los ríos y los manantiales.
Antes de afirmar los cerros y los montes,
el Señor ya me había engendrado;
aún no había creado él la tierra y sus campos,
ni el polvo de que el mundo está formado.
Cuando él afirmó la bóveda del cielo
sobre las aguas del gran mar, allí estaba yo.
Cuando afirmó las nubes en el cielo
y reforzó las fuentes del mar profundo,
cuando ordenó a las aguas del mar
no salirse de sus límites,
cuando puso las bases de la tierra,
allí estaba yo, fielmente, a su lado.
Yo era su constante fuente de alegría,
y jugueteaba en su presencia a todas horas;
jugueteaba en el mundo creado,
¡me sentía feliz por el género humano!
»Y ahora, hijos míos, escúchenme;
sigan mi ejemplo y serán felices.
Atiendan a la instrucción;
no rechacen la sabiduría.
Feliz aquel que me escucha,
y que día tras día se mantiene vigilante
a las puertas de mi casa.
Porque hallarme a mí es hallar la vida
y ganarse la buena voluntad del Señor;
pero apartarse de mí es poner la vida en peligro;
¡odiarme es amar la muerte!»
Proverbios 9
La sabiduría construyó su casa,
la adornó con siete columnas;
mató animales para el banquete,
preparó un vino especial,
puso la mesa
y envió a sus criadas a gritar
desde lo alto de la ciudad:
«¡Vengan acá, jóvenes inexpertos!»
Mandó a decir a los imprudentes:
«Vengan a comer de mi pan
y a beber del vino que he preparado.
Dejen de ser imprudentes, y vivirán;
condúzcanse como gente inteligente.»
Corrige al insolente y malvado,
y sólo lograrás que te insulte y ofenda.
Reprende al insolente y te ganarás su odio;
corrige al sabio y te ganarás su aprecio.
Dale al sabio y se hará más sabio;
enseña al hombre bueno y aumentará su saber.
La sabiduría comienza por honrar al Señor;
conocer al Santísimo es tener inteligencia.
Gracias a la sabiduría, vivirás mucho tiempo
y aumentarán los años de tu vida.
Si eres sabio, tuyo será el provecho;
si eres insolente, tuya será la responsabilidad.
La necedad es como una mujer chismosa,
tonta e ignorante.
Se sienta en una silla, a las puertas de su casa,
en la parte más alta de la ciudad,
y llama a los caminantes
que van por buen camino:
«¡Vengan acá, jóvenes inexpertos!»
Manda a decir a los imprudentes:
«El agua robada es más sabrosa;
el pan comido a escondidas sabe mejor.»
Pero ellos no saben que sus invitados
son ahora sombras en el reino de la muerte.