DESDE CHILE, CON MICHELLE HAFEMANN – En estos días, he visitado dos proyectos auspiciados por instituciones de la comunidad judía de Chile en Israel. El primero, una “Kitá ieruká“, una sala ecológica, inaugurada en un colegio público de Haifa por el KKL, donde los alumnos tienen talleres sobre el cuidado del Medio Ambiente y conciencia ecológica. El segundo proyecto fue un centro para jóvenes en Tel Aviv, apoyado por WIZO, que recibe diariamente a unos 50 niños de familias con problemas económicos y sociales. Los jóvenes van al centro después de clases, hacen sus tareas, juegan o pasan el tiempo juntos, luego cenan y vuelven a sus casas. Acá llegan judíos, árabes, carcasianos e hijos de refugiados de África, sin discriminación. Y entre ellos, un chico de una familia que hizo aliá desde Valparaíso hace 16 años y al que, por supuesto, los otros niños apodan “Chile”.