LA PALABRA – Las imágenes del sufrimiento de los civiles gazatíes son terribles. Cada día oímos sus gritos de desesperación, asistimos a sus tumultuosos funerales, vemos la sangre impregnándolo todo. Y entonces uno se pregunta: ¿Y Hamás? ¿Dónde está? Sabemos que disparan más de un centenar diario de cohetes, que intentan penetrar en Israel a través de los túneles, que presentan batalla en los barrios de Gaza. Y entonces, ¿por qué no se los ve en las noticias?
De vez en cuando, en algún video casero de las redes sociales vemos corretear encapuchados, sin más distintivo que un pañuelo verde. ¿Es eso lo que distingue a un “miliciano” de un civil? ¿Lo distinguen los propios civiles? ¿Un chaval de 15 años con un lanzagranadas en la mano sigue siendo un niño civil? Pero lo más importante, ¿por qué no aparecen en las imágenes de ninguna televisión mundial? ¿No existen?
Yo sé la respuesta aunque muchos estarán convencidos de que sólo es propaganda, y la sé de primera mano, aunque no puedo dar nombres: a los periodistas que cubren el conflicto desde Gaza no les permiten filmar cuando es Hamás el que actúa, so pena de jugarse la vida (no es una metáfora). Y quién ose contarlo cuando salga, se expone a la venganza terrorista contra él y los suyos, allí donde viva. Hamás no deja salir de su territorio a quienes sospecha que no van a contar la historia según el guion pactado: Israel asesina y genocida.
Claro está que ni siquiera el terror es perfecto, y a veces alguno se va de la lengua o del Twitter (como el italiano que contó que los niños muertos en el campamento de Shati los provocó Hamás y no un ataque israelí), o algún funcionario de la UNRWA termina confesando lo que todos sabemos (que este organismo de Naciones Unidas colabora, por acción o inacción, con el terrorismo de Hamás, escondiendo armamento en sus instalaciones y devolviéndoselo cuando se descubre). Una vez más, no hay imágenes de los misiles encontrados, ni de las instalaciones educativas de las que, como un reloj suizo, al día siguiente de cada hallazgo la prensa se hace eco del anuncio de Hamás de que han sido bombardeadas por Israel a pesar de la presencia de civiles.
Dice el refrán que la primera víctima de la guerra es la verdad. Siendo así, el propio refrán pronunciado ahora forma parte también del engaño y de la relativización maligna de unas evidencias que el ejército israelí no “cuenta” ni “muestra sus consecuencias”, sino que graba y plasma de la realidad misma, en el momento de producirse. ¿Y si Israel no mintiese? ¿Y si, como decía un poster cómico de los 60, millones de moscas se equivocaran y la podredumbre no fuera un manjar? Mi generación es heredera de una guerra en la que el Bien tuvo que bombardear ciudades civiles alemanas y evaporar japonesas para triunfar sobre el Mal del endiosamiento imperial y la locura nacionalizada. No todas las guerras pero algunas sí siguen el principio de la defensa propia, reconocido en todos los códigos legales del mundo.
Israel se defiende, aunque muchas moscas sigan prefiriendo el olor a mierda que la verdad.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad