HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Salmo 119:
Felices los que se conducen sin tacha
y siguen la enseñanza del Señor.
Felices los que atienden a sus mandatos
y lo buscan de todo corazón,
los que no hacen nada malo,
los que siguen el camino del Señor.
Tú has ordenado que tus preceptos
se cumplan estrictamente.
¡Ojalá yo me mantenga firme
en la obediencia a tus leyes!
No tendré de qué avergonzarme
cuando atienda a todos tus mandamientos.
Te alabaré con corazón sincero
cuando haya aprendido tus justos decretos.
¡Quiero cumplir tus leyes!
¡No me abandones jamás!
¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia?
¡Viviendo de acuerdo con tu palabra!
Yo te busco de todo corazón;
no dejes que me aparte de tus mandamientos.
He guardado tus palabras en mi corazón
para no pecar contra ti.
¡Bendito tú, Señor!
¡Enséñame tus leyes!
Con mis labios contaré
todos los decretos que pronuncies.
Me alegraré en el camino de tus mandatos,
más que en todas las riquezas.
Meditaré en tus preceptos
y pondré mi atención en tus caminos.
Me alegraré con tus leyes
y no me olvidaré de tu palabra.
¡Concédele vida a este siervo tuyo!
¡Obedeceré tu palabra!
Abre mis ojos, para que contemple
las maravillas de tu enseñanza.
Yo soy extranjero en esta tierra;
no escondas de mí tus mandamientos.
Me siento oprimido a todas horas
por el deseo de conocer tus decretos.
Tú reprendes a los insolentes y malditos
que se apartan de tus mandamientos.
Aléjame de sus ofensas y desprecios,
pues he atendido a tus mandatos.
Aunque hombres poderosos tramen hacerme daño,
este siervo tuyo meditará en tus leyes.
Yo me alegro con tus mandatos;
ellos son mis consejeros.
Estoy a punto de morir;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
Te he expuesto mi conducta, y me has respondido.
¡Enséñame tus leyes!
Dame entendimiento para seguir tus preceptos,
pues quiero meditar en tus maravillas.
Estoy ahogado en lágrimas de dolor;
¡manténme firme, conforme a tu promesa!
Aléjame del camino de la mentira
y favoréceme con tu enseñanza.
He escogido el camino de la verdad
y deseo tus decretos.
Señor, me he apegado a tus mandatos;
¡no me llenes de vergüenza!
Me apresuro a cumplir tus mandamientos
porque llenas de alegría mi corazón.
Señor, enséñame el camino de tus leyes,
pues quiero seguirlo hasta el fin.
Dame entendimiento para guardar tu enseñanza;
¡quiero obedecerla de todo corazón!
Llévame por el camino de tus mandamientos,
pues en él está mi felicidad.
Haz que mi corazón prefiera tus mandatos
a las ganancias mal habidas.
No dejes que me fije en falsos dioses;
¡dame vida para seguir tu camino!
Confirma a este siervo tuyo
las promesas que haces a los que te honran.
Aleja de mí la ofensa que temo,
pues tus decretos son buenos.
Yo he deseado tus preceptos;
¡dame vida, pues tú eres justo!
Muéstrame, Señor, tu amor y salvación,
tal como lo has prometido.
Así podré responder al que me ofenda,
pues confío en tu palabra.
No quites de mi boca la palabra de verdad,
pues he puesto mi esperanza en tus decretos.
¡Quiero poner en práctica tu enseñanza,
siempre, por toda la eternidad!
Así podré vivir en libertad,
pues he seguido tus preceptos.
Hablaré de tus mandatos ante los reyes
y no sentiré vergüenza.
Pues amo tus mandamientos
y me alegro con ellos.
Amo y anhelo tus mandamientos,
y pienso mucho en tus leyes.
Recuerda la palabra que diste a este siervo tuyo:
en ella me hiciste poner la esperanza.
Éste es mi consuelo en la tristeza:
que con tus promesas me das vida.
Los insolentes me ofenden sin cesar,
pero yo no me aparto de tu enseñanza.
Recuerdo tus decretos de otros tiempos,
y en ellos, Señor, encuentro consuelo.
Los malvados que abandonan tu enseñanza
me llenan de furor.
Tus leyes han sido mis canciones
en esta tierra donde soy un extranjero.
Señor, por las noches me acuerdo de ti;
¡quiero poner en práctica tu enseñanza!
Esto es lo que me corresponde:
obedecer tus preceptos.
Tú, Señor, eres todo lo que tengo;
he prometido poner en práctica tus palabras.
De todo corazón he procurado agradarte;
trátame bien, conforme a tu promesa.
Me puse a pensar en mi conducta,
y volví a obedecer tus mandatos.
Me he dado prisa, no he tardado
en poner en práctica tus mandamientos.
Me han rodeado con trampas los malvados,
pero no me he olvidado de tu enseñanza.
A medianoche me levanto a darte gracias
por tus justos decretos.
Yo soy amigo de los que te honran
y de los que cumplen tus preceptos.
Señor, la tierra está llena de tu amor;
¡enséñame tus leyes!
Señor, tú has tratado bien a este siervo tuyo,
conforme a tu promesa.
Enséñame a tener buen juicio y conocimiento,
pues confío en tus mandamientos.
Antes de ser humillado cometí muchos errores,
pero ahora obedezco tu palabra.
Tú eres bueno, y haces el bien;
¡enséñame tus leyes!
Los insolentes me acusan falsamente,
pero yo cumplo tus preceptos de todo corazón.
Ellos tienen la mente entorpecida,
pero yo me alegro con tu enseñanza.
Me hizo bien haber sido humillado,
pues así aprendí tus leyes.
Para mí vale más la enseñanza de tus labios,
que miles de monedas de oro y plata.
Tú mismo me hiciste y me formaste;
¡dame inteligencia para aprender tus mandamientos!
Los que te honran se alegrarán al verme,
porque he puesto mi esperanza en tu palabra.
Señor, yo sé que tus decretos son justos
y que tienes razón cuando me afliges.
¡Que tu amor me sirva de consuelo,
conforme a la promesa que me hiciste!
Muéstrame tu ternura, y hazme vivir,
pues me siento feliz con tu enseñanza.
Sean avergonzados los insolentes
que sin razón me maltratan;
yo quiero meditar en tus preceptos.
Que se reúnan conmigo los que te honran,
los que conocen tus mandatos.
Que mi corazón sea perfecto en tus leyes,
para no tener de qué avergonzarme.
Con ansia espero que me salves;
¡he puesto mi esperanza en tu palabra!
Mis ojos se consumen esperando tu promesa,
y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?»
Aunque soy un viejo inútil y olvidado,
no me he olvidado de tus leyes.
¿Cuánto más habré de esperar?
¿Cuándo juzgarás a los que me persiguen?
Gente insolente que no sigue tu enseñanza
ha cavado trampas a mi paso.
¡Ayúdame, pues soy perseguido sin motivo!
¡Tus mandamientos son todos verdaderos!
Casi he sido borrado de la tierra,
pero no he descuidado tus preceptos.
Dame vida, de acuerdo con tu amor,
y cumpliré los mandatos de tus labios.
Señor, tu palabra es eterna;
¡afirmada está en el cielo!
Tu fidelidad permanece para siempre;
tú afirmaste la tierra, y quedó en pie.
Todas las cosas siguen firmes, conforme a tus decretos,
porque todas ellas están a tu servicio.
Si tu enseñanza no me trajera alegría,
la tristeza habría acabado conmigo.
Jamás me olvidaré de tus preceptos,
pues por ellos me has dado vida.
¡Sálvame, pues soy tuyo
y he seguido tus preceptos!
Los malvados esperan el momento de destruirme,
pero yo estoy atento a tus mandatos.
He visto que todas las cosas tienen su fin,
pero tus mandamientos son infinitos.
¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
Tus mandamientos son míos para siempre;
me han hecho más sabio que mis enemigos.
Entiendo más que todos mis maestros
porque pienso mucho en tus mandatos.
Entiendo más que los ancianos
porque obedezco tus preceptos.
He alejado mis pies de todo mal camino
para cumplir tu palabra.
No me he apartado de tus decretos
porque tú eres quien me enseña.
Tu promesa es más dulce a mi paladar
que la miel a mi boca.
De tus preceptos he sacado entendimiento;
por eso odio toda conducta falsa.
Tu palabra es una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino.
Hice un juramento, y lo voy a cumplir:
¡pondré en práctica tus justos decretos!
Señor, me siento muy afligido;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
Acepta, Señor, las ofrendas de mis labios,
y enséñame tus decretos.
Siempre estoy en peligro de muerte,
pero no me olvido de tu enseñanza.
Los malvados me ponen trampas,
pero no me aparto de tus preceptos.
Mi herencia eterna son tus mandatos,
porque ellos me alegran el corazón.
De corazón he decidido practicar tus leyes,
para siempre y hasta el fin.
Odio a la gente hipócrita,
pero amo tu enseñanza.
Tú eres quien me ampara y me protege;
en tu palabra he puesto mi esperanza.
¡Aléjense de mí, malvados,
que quiero cumplir los mandatos de mi Dios!
Dame fuerzas, conforme a tu promesa, y viviré;
¡no defraudes mi esperanza!
Ayúdame, y estaré a salvo;
así cumpliré siempre tus leyes.
Tú desprecias a los que se apartan de tus leyes,
porque sus pensamientos no tienen sentido.
Los malvados de la tierra son para ti como basura;
por eso yo amo tus mandatos.
Mi cuerpo tiembla de temor delante de ti;
¡siento reverencia por tus decretos!
Nunca he dejado de hacer lo que es justo;
no me abandones en manos de mis opresores.
Hazte responsable de mi bienestar;
que no me maltraten los insolentes.
Mis ojos se consumen esperando que me salves,
esperando que me libres, conforme a tu promesa.
Trata a este siervo tuyo de acuerdo con tu amor;
¡enséñame tus leyes!
Yo soy tu siervo. Dame entendimiento,
pues quiero conocer tus mandatos.
Señor, ya es tiempo de que hagas algo,
pues han desobedecido tu enseñanza.
Por eso yo amo tus mandamientos
mucho más que el oro fino.
Por eso me guío por tus preceptos
y odio toda conducta falsa.
Tus mandatos son maravillosos;
por eso los obedezco.
La explicación de tus palabras ilumina,
instruye a la gente sencilla.
Con gran ansia abro la boca,
pues deseo tus mandamientos.
Mírame, y ten compasión de mí,
como haces con los que te aman.
Hazme andar conforme a tu palabra;
no permitas que la maldad me domine.
Líbrame de la violencia humana,
pues quiero cumplir tus preceptos.
Mira con buenos ojos a este siervo tuyo,
y enséñame tus leyes.
Ríos de lágrimas salen de mis ojos
porque no se respeta tu enseñanza.
Señor, tú eres justo;
rectos son tus decretos.
Todos tus mandatos
son justos y verdaderos.
Me consume el celo que siento por tus palabras,
pues mis enemigos se han olvidado de ellas.
Tu promesa ha pasado las más duras pruebas;
por eso la ama este siervo tuyo.
Humilde soy, y despreciado,
pero no me olvido de tus preceptos.
Tu justicia es siempre justa,
y tu enseñanza es la verdad.
Me he visto angustiado y en aprietos,
pero tus mandamientos me alegraron.
Tus mandatos son siempre justos;
¡dame entendimiento para que pueda yo vivir!
Señor, te llamo con todo el corazón;
¡respóndeme, pues quiero cumplir tus leyes!
A ti clamo, ayúdame
para que cumpla tus mandatos.
Antes de amanecer, me levanto a pedirte ayuda;
he puesto mi esperanza en tu promesa.
Antes de anochecer, mis ojos ya están velando
para meditar en tu promesa.
Oye mi voz, Señor, por tu amor;
dame vida, conforme a tu justicia.
Están cerca mis crueles perseguidores,
pero están lejos de tu enseñanza.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandamientos son verdaderos.
Desde hace mucho conozco tus mandatos,
establecidos por ti eternamente.
Mira mi aflicción y líbrame,
pues no me he olvidado de tu enseñanza.
Defiende mi caso y rescátame;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
Tu ayuda está lejos de los malvados,
porque no siguen tus leyes.
Señor, es muy grande tu ternura;
dame vida, conforme a tu justicia.
Muchos son mis enemigos y opresores,
pero yo no me aparto de tus mandatos.
No soporto a los traidores,
a los que no obedecen tus mandamientos.
Señor, mira cómo amo tus preceptos;
¡dame vida, por tu amor!
En tu palabra se resume la verdad;
eternos y justos son todos tus decretos.
Hombres poderosos me persiguen sin motivo,
pero mi corazón reverencia tus palabras.
Yo me siento feliz con tu promesa,
como quien se encuentra un gran tesoro.
Odio la mentira, no la soporto;
pero amo tu enseñanza.
A todas horas te alabo
por tus justos decretos.
Los que aman tu enseñanza gozan de mucha paz,
y nada los hace caer.
Señor, espero que me salves,
pues he puesto en práctica tus mandamientos.
Yo obedezco tus mandatos
y los amo de todo corazón.
Yo obedezco tus preceptos y mandatos;
¡tú conoces toda mi conducta!
Lleguen mis gritos, Señor, a tu presencia;
¡dame entendimiento, conforme a tu palabra!
Llegue mi oración a tu presencia;
¡líbrame, conforme a tu promesa!
Brote de mis labios la alabanza,
pues tú me has enseñado tus leyes.
Entonen mis labios un canto a tu promesa,
porque todos tus mandamientos son justos.
Esté lista tu mano a darme ayuda,
porque he preferido tus preceptos.
Señor, ¡deseo que me salves!
¡Yo me siento feliz con tu enseñanza!
Quiero vivir para alabarte;
que tu justicia me ayude.
Me he extraviado como una oveja; ¡ven en busca mía,
pues no me he olvidado de tus mandamientos!