HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN –
¡Alabado sea el Señor!
¡Alaben el nombre del Señor!
Alábenlo, ustedes, los que sirven al Señor,
los que sirven en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alaben al Señor, porque el Señor es bueno;
celebren con música su precioso nombre.
Pues el Señor escogió a Jacob para sí,
a Israel, como su tesoro especial.
Yo conozco la grandeza del Señor:
nuestro Señor es más grande que cualquier otro dios.
El Señor hace lo que le place
por todo el cielo y toda la tierra,
y en los océanos y sus profundidades.
Hace que las nubes se eleven sobre toda la tierra.
Envía relámpagos junto con la lluvia
y suelta el viento desde sus depósitos.
Destruyó al primer hijo varón de cada hogar egipcio
y a las primeras crías de los animales.
Realizó señales milagrosas y maravillas en Egipto
en contra del faraón y todo su pueblo.
Hirió de muerte a grandes naciones
y masacró a reyes poderosos:
a Sehón, rey de los amorreos;
a Og, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Entregó sus tierras como herencia,
como preciada posesión a su pueblo Israel.
Tu nombre, oh Señor, permanece para siempre;
tu fama, oh Señor, se conoce en cada generación.
Pues el Señor hará justicia a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos.
Los ídolos de las naciones no son más que objetos de plata y oro,
manos humanas les dieron forma.
Tienen boca pero no pueden hablar,
tienen ojos pero no pueden ver.
Tienen oídos pero no pueden oír,
tienen boca pero no pueden respirar.
Y los que hacen ídolos son iguales a ellos,
como también todos los que confían en ellos.
¡Oh Israel, alaba al Señor!
¡Oh sacerdotes —descendientes de Aarón—, alaben al Señor!
¡Oh levitas, alaben al Señor!
¡Todos los que temen al Señor, alaben al Señor!
El Señor sea alabado desde Sión,
porque él vive aquí en Jerusalén.
¡Alabado sea el Señor!